Ciudades ante un calor insoportable
Trabajos esenciales como el de albañil, socorrista, transportistas o policías son solo algunos ejemplos de personas que tendrían que lidiar con el aumento de las temperaturas en las urbes. Todavía podemos transformarlas en lugares más verdes, resilientes e inclusivos.
Nuestras actividades cotidianas están cambiando el planeta a una velocidad increíble. Continuamente estamos introduciendo nuevos riesgos y amplificando aquellos que ya existen, ya sea extrayendo indiscriminadamente recursos naturales como el agua, acabando con la biodiversidad y nuestros ecosistemas, o contaminando la tierra y el espacio, la humanidad sigue avanzando de una forma irresponsable hacia una serie de puntos de inflexión de los cuales entre más nos acercamos, más nos cuesta alejarnos de ellos.
Un nuevo informe de la Universidad de Naciones Unidas identifica seis puntos de inflexión de riesgos interconectados a los que peligrosamente nos estamos acercando, y donde nuestras ciudades dejarían de ser las mismas si cruzamos algunos de ellos. Uno de ellos es el llamado calor insoportable.
Este verano hemos venido escuchando que cada mes se han roto récords que no son positivos para nuestro planeta. La Organización Meteorológica Mundial confirmó que la Tierra vivió los tres meses más calurosos jamás registrados, y 2023 muy probablemente será el año más caluroso en registro. ¿Por qué es relevante para nuestras ciudades que cada vez tengamos meses más calurosos? Aunque sea difícil de creer, la respuesta está en nuestro interior. La forma en que el cuerpo humano está diseñado y consecuentemente, la manera en la que procesa estímulos externos como la temperatura y la humedad, implican que tengamos un límite máximo de cuánto calor podemos soportar sin que nuestras funciones básicas se vean comprometidas. Desafortunadamente, con meses continuamente más calurosos, estamos cada vez más cerca de ese límite máximo, implicando que nuestra salud y sobrevivencia están en riesgo, y por ende decimos que nos estamos acercando a un punto de quiebre del que simplemente no hay vuelta atrás.
En nuestras ciudades el impacto de las altas temperaturas representa una de las amenazas climáticas más comunes a la que nos enfrentamos. Debido a una combinación entre tráfico, asfalto y densidad de construcciones, entre otros factores, las ciudades tienden a atrapar el calor de una manera particular, a diferencia de otros espacios, como las áreas verdes, donde normalmente la vegetación ayuda a reducir las altas temperaturas. En nuestras junglas de concreto eso no tiene lugar y, consecuentemente, en los centros urbanos la sensación de calor tiende a ser mayor que en la periferia. Precisamente los centros urbanos también tienden a ser lugares de concentración masiva de trabajadores, muchos de ellos envueltos en actividades a la intemperie sin la posibilidad de poderse resguardar en lugares cerrados o bajo la sombra y sin acceso a sistemas de ventilación adecuados que les permita estar por debajo del límite máximo de calor que sus cuerpos pueden soportar.
Trabajos esenciales como el de albañil, socorrista, algunos transportadores de mercancías o profesionales del sector público como policías y agentes de tránsito, son solo algunos ejemplos de personas que tendrían que lidiar con las peores consecuencias del calor insoportable, al punto de quiebre al que nos seguimos acercando con cada grado de incremento en la temperatura.
¿Hay esperanza? La respuesta es sí, aunque no hay soluciones que no tengan repercusiones. Si las temperaturas continúan como hasta ahora, los trabajadores en nuestras ciudades necesitarían adaptar sus jornadas de trabajo a momentos del día cuando las temperaturas no sean tan altas o reducir el número de horas de trabajo, lo cual en ambos casos tendría consecuencias para el sector económico y la sociedad en general. Esto ya está ocurriendo en algunos países como en España, en donde las empresas deben adaptar la jornada laboral en algunas circunstancias.
Hay una estrategia diferente, en la cual en vez de adaptar o evitar las consecuencias del calor insoportable, nos concentremos en atacar las raíces del problema. Por ejemplo, creando en conjunto un futuro distinto, uno en el que realmente trabajemos para detener la destrucción de nuestros ecosistemas y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, dos de las raíces más profundas detrás de cada uno de esos meses más calurosos.
Todavía podemos hacer algo para reimaginar nuestro futuro sin que el calor sea insoportable. Si bien la ventana de acción cada vez se acorta más, todavía podemos actuar para transformar nuestras ciudades y que sean simultáneamente más verdes, resilientes e inclusivas, sin que alcancemos ese punto de quiebre.
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