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Nyanchama Okemwa: “No podemos seguir fingiendo que el mundo moderno no está basado en el colonialismo”

Esta antropóloga keniana, activista antirracista, hace un llamamiento al sistema educativo europeo para cambiar la narrativa de la historia de la xenofobia y la colonización

Nyanchama Okemwa
La keniana Nyanchama Okemwa posa antes para la entrevista en el marco de la cumbre Green Social Summit en Madrid, el 29 de septiembre.Andrea Comas
Nathalia Romero

Nyanchama Okemwa (Nairobi, 57 años) hace honor a su nombre, que significa carisma. Su ímpetu y entusiasmo se refleja al hablar de lo que más le apasiona: la defensa de los derechos de la diáspora africana en Europa. En la cumbre Green Social Summit, que se celebró en Madrid el pasado 29 de septiembre, Okemwa captó la atención de los asistentes con sus intervenciones.

Esta antropóloga experta en descolonización, panafricanista y antirracista arribó desde su Kenia natal a Bélgica hace 30 años, aunque su trayectoria como activista empezó antes, en el país que la vio nacer, inspirada por su compatriota Wangari Maathai, la primera mujer africana en ser reconocida con el premio Nobel de la Paz (2004). Sin embargo, el tipo de militancia que ejercía entonces dista mucho del que desarrolla ahora. “Yo luchaba contra la exclusión y las precariedades socioeconómicas. Mi enfoque eran los derechos humanos sin diferenciación de personas. Pero cuando llegué a Bélgica empecé a enfrentarme a la exclusión racial. No pasó mucho tiempo para convertirme en una activista antirracista”, cuenta.

En un país como Bélgica, que lleva a cuestas un oprobioso pasado colonial, Okemwa se encontraba en un limbo identitario. “Era tolerada en la sociedad belga, pero no había ningún activista destacado de mi color”. Se dio cuenta, dice, de que la historia no era cómo se la habían contado. “Empecé a preguntarme sobre la verdad, sobre los hechos de nuestro pasado, las medias verdades y falacias. Así empezó a forjarse mi visión de la descolonización”, recuerda.

Actualmente, Okemwa trabaja como asesora de divulgación y campañas para la organización sin ánimo de lucro Hand in Hand against Racism (Mano a mano contra el racismo), con sede en Bélgica, además de liderar la junta directiva de la Red Europea en contra del Racismo (ENAR, por sus siglas en inglés). Desde sus inicios, hace tres décadas, destaca que ha habido avances notables en la participación de minorías en los movimientos sociales. “Gente como yo ocupa puestos en los que podemos sentarnos en las mesas de debate y contribuir como expertos. Es algo que debemos celebrar”. Gracias a ello, señala, se ha conseguido impulsar la reivindicación de la figura del líder anticolonialista y primer ministro de República Democrática del Congo, Patrice Lumumba, que fue derrocado por un golpe de Estado y después asesinado en 1961 por las fuerzas belgas. Más de medio siglo después, en 2018, Bruselas levantó un monumento en su honor, respondiendo al reclamo de asociaciones y activistas. “Es increíble como Lumumba era reconocido en cientos de lugares en el mundo, pero no en Bélgica”.

“Un niño sin raíces está condenado a tomar decisiones equivocadas cuando sea mayor, el viento se lo llevaría a cualquier dirección”

Pese a estos avances, Okemwa critica la forma en que la clase política europea (blanca) aún controla la narrativa sobre el racismo, que tiende a abordarlo desde la experiencia individual y no admitir que es un problema estructural. “Mientras sigamos con leyes obsoletas, persistirá el problema”, opina.

Okemwa tiene dos másteres en estudios pedagógicos y también se ha dedicado a la investigación académica y la docencia. De hecho, cree que cualquier cambio, incluido acabar con el racismo, empieza desde el sistema educativo. Lamenta, sin embargo, que la formación es todavía muy eurocéntrica y por tanto miope, que no prepara a los jóvenes para el mundo real del siglo XXI. “Esta educación podía funcionar hace 50 años, cuando Europa estaba dominada por una población mayoritariamente blanca, pero ya no es así; Europa es ahora muy diversa”, explica. “Este mismo razonamiento es válido para el sistema sanitario, la vivienda, la migración”, agrega.

Okemwa sugiere que, además de renovar el currículo escolar, es importante que todos los jóvenes cuenten con modelos de conducta y referentes propios. Las nuevas generaciones afrodescendientes europeos, dice, necesitan centros culturales donde puedan aprender sobre su espiritualidad, sus leyendas, sus lenguas, su gastronomía. “Un niño sin raíces está condenado a tomar decisiones equivocadas cuando sea mayor, el viento se lo llevaría en cualquier dirección”.

“Los panafricanistas hablamos de la esclavitud que existía y sigue existiendo, de la mentalidad colonial que nos afectó entonces y que sigue afectándonos ahora. Hablamos de la destrucción que existía entonces y que existe ahora”

El activismo panafricanista es ahora más necesario que nunca, y en su opinión, es más amplio que otros movimientos antirracistas como el Black Lives Matter, originado en Estados Unidos en reacción a un acontecimiento concreto (el asesinato de George Floyd en Mineápolis por parte de la policía). “Nosotros hablamos de la esclavitud que existía y sigue existiendo, hablamos de la mentalidad colonial que nos afectó entonces y que sigue afectándonos ahora. Hablamos de la destrucción que existía entonces y que existe ahora”, explica.

La activista hace énfasis en la importancia de mirar el pasado sin convertirse en su rehén, sino para aprender y encontrar soluciones. “La visión de mejorar el futuro está vinculada a nuestro pasado, por eso no podemos seguir ignorándolo, no podemos seguir inmersos en una historia unilateral. Ya no es aceptable, así que hay mucho que hacer”, recalca.

Okemwa ve con optimismo el futuro de la lucha panafricanista. La diáspora africana que ha nacido y se ha criado en Occidente, considera, se está empoderando, conoce sus derechos y conserva las raíces del país de origen de sus padres. Esas personas están influyendo en las formas de hablar, de pensar; están logrando, poco a poco, que se desmitifiquen las falacias con las que han crecido. “Ya no se puede ignorar que nuestras ‘energías verdes’ proceden de la extracción de cobalto en el Congo”, pone a modo de ejemplo. “Cuanto antes se acepte la verdad, antes llegarán los cambios. No podemos seguir fingiendo que el mundo moderno no está basado en el colonialismo”, concluye.

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Sobre la firma

Nathalia Romero
Periodista dominicana. Escribe sobre derechos humanos, cultura y desarrollo sostenible en Planeta Futuro. Antes de incorporarse a El PAÍS trabajó en varios medios de comunicación en República Dominicana. Cursó el máster de Periodismo UAM-El País en la promoción 2022-2024.
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