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La urbanista que lucha para que los habitantes de los suburbios puedan poseer la tierra en Zimbabue

Marcelle Mardon trabaja en el desarrollo urbano de asentamientos marginales del país africano. El 85% de lo más de 1.000 millones de personas que viven en estas áreas de infraviviendas se concentran en Asia y África subsahariana

Marcelle Mardon Zimbabue
En el centro, Marcelle Mardon, junto a un grupo de mujeres lideresas de la Federación Nacional de Personas sin Hogar de Zimbabue, en el Estado de Marvingo, en noviembre de 2022.Imagen cedida por Marcel Mardon
Paula Herrera

Familias hacinadas en viviendas de menos de 12 metros cuadrados, sin acceso a luz, agua e incluso sin inodoros. Muchas de ellas, asentadas en áreas peligrosas para la salud, como basureros o zonas aledañas a ríos o humedales —vulnerables, por tanto, al cambio climático—. Y casi ninguna, propietaria de las tierras en las que vive. Esta es una realidad que bien conoce Marcelle Mardon (Harare, 48 años), arquitecta y urbanista de Zimbabue, que a través del proyecto de gestión técnica Dialogue on Shelter (Diálogo sobre el refugio) con la Federación de personas sin hogar de Zimbabue (ZIHOPFE por sus siglas en inglés) trabaja en el desarrollo urbano de los asentamientos informales de este Estado de África subsahariana. En la actualidad, más de 1.000 millones de personas viven en barrios marginales de todo el mundo. Aunque no existen datos oficiales sobre Zimbabue, el Informe mundial sobre las ciudades 2022 de ONU-Habitat detalla que el 85% de estas zonas de infraviviendas se reparten entre el centro y sur de Asia, con 359 millones de personas; el este y sudeste de Asia, con 306 millones; y África subsahariana, con 230 millones.

Para afrontar estas realidades, los residentes de los barrios marginales se han organizado, con el apoyo de la entidad para la que trabaja Mardon, y han creado una red nacional de personas sin hogar, del que forman parte cerca de 52.000 familias. Su objetivo es negociar con los ayuntamientos de Zimbabue la tenencia de sus tierras. En Mucheke —uno de los suburbios más poblados de la provincia de Masvingo (al sur de Harare, la capital), con cerca de 25.000 habitantes—, la organización, especialmente de las mujeres, les ha llevado a conseguir la legalización de sus parcelas. “Una vez que son propietarios, ya pueden empezar a conquistar sus derechos”, relata la arquitecta. Las cifras de los logros alcanzados suponen, según considera, grandes avances aunque a veces puedan parecer “ínfimas”: “Por ejemplo, ahora mismo hemos construido 10 retretes ecológicos, y cada baño abastece a 35″ hombres o mujeres —los sanitarios están separados por sexos—.

Varias viviendas que conforman Mucheke guardan la historia del país: “En la época de la colonia, muchos negros tenían a su cargo el cuidado de los caballos de los blancos. La mayoría vivían allí, en los establos, dormían junto a los animales. Tras la independencia de Inglaterra, los blancos se fueron y esas parcelas ahora son parte de estas chabolas”, dice la urbanista durante una entrevista en una cafetería de Bilbao, si bien aclara que este es un caso concreto respecto a los muchos otros barrios del país.

Mardon tenía seis años cuando Zimbabue se independizó del Reino Unido, en 1980. “En tan poco tiempo nuestro país ha intentado rehacerse, pero es muy difícil. Nuestra moneda se devalúa continuamente y más de la mitad de la población vive en condiciones de pobreza”, argumenta. De acuerdo con los datos del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Urbanos (ONU Habitat) y Unicef, el 60% de la población total de África subsahariana tiene las peores condiciones de vivienda del mundo. La privación de este derecho está asociado con las condiciones de empleo y con los ingresos económicos de la población.

La migración del campo a la ciudad, la crisis climática, la mala gestión de los gobiernos, la falta de planificación urbana y la pobreza son algunos de los elementos que contribuyen a incrementar el número de asentamientos informales en Zimbabue, en donde Mardon centra su trabajo. “Cada vez hay más personas que salen de sus pueblos en búsqueda de trabajo”, lo que se traduce en una “repoblación de las zonas más baratas para vivir, ubicadas casi siempre en las periferias de las ciudades o cerca de las carreteras. Esto ha creado una batalla continua entre las autoridades, que intentan expulsarlos”, menciona. Solo en las próximas cinco décadas, la mayor parte de la expansión y el crecimiento urbano se concentrará en los países de bajos ingresos, donde se producirá un crecimiento del 141%, mientras que los países de renta media baja y alta solo experimentarán un crecimiento del 44% y del 34%, respectivamente, según las estimaciones de ONU Habitat.

Identidad africana

Mardon, mestiza, cuenta que su actividad profesional ha sido su forma de reencontrarse con su identidad africana. “La realidad es que en Zimbabue hay mucho racismo, ser o verte más blanco te da más privilegios, como el acceso a las mejores tierras. Yo, en mi país, vivía en un barrio ubicado dentro de la ciudad, que estaba mejor dotado de acceso a servicios básicos, comparado con las zonas más nuevas. Estas no eran consideradas como barrios oficiales”. Por eso, poco tiempo después de haber recibido una beca de su país para cursar arquitectura en el Reino Unido, donde estudió durante siete años, comprendió que quería dedicar su vida a contribuir a la reducción de esas brechas de inequidad social. “En Inglaterra o eres blanco o eres negro. Y yo me di cuenta de que, aunque viva en Europa, yo soy una hija de la tierra... una ndiri mwana whevu”, dice en shona, una lengua oficial de Zimbabue, junto al inglés y el ndebele.

Y aunque confiesa que su anhelo al elegir la carrera estaba guiado por el diseño y el dibujo, uno de sus profesores de primer año de universidad le habló sobre los problemas urbanísticos de las favelas de Brasil, su relación con la pobreza y la desigualdad y la lucha por sus derechos. Mardon estableció rápidamente un paralelismo con la situación que se vive en Zimbabue. “Me di cuenta de que la gente de estos barrios construye sus viviendas en zonas inseguras o ilegales porque necesitan un techo para vivir. Nuestra labor como urbanistas es apoyar con las herramientas para que ellos puedan gestionar sus necesidades habitacionales. El arte es que toda la comunidad se involucre”, zanja.

La vía para lograrlo ha sido el esfuerzo colectivo por alcanzar un objetivo común. “Empecé trabajando como consultora en el proyecto de mejora de los barrios informales del país, llamado Dialoge on Shelter, y entonces entendí que la capacidad de mejora de estos lugares estaba en manos de su propia gente y que a través de la organización grupal se puede mejorar su calidad de vida”, recuerda. Por eso, para Mardon, su labor debe enfocarse en empoderar a las mujeres. “Están expuestas a mayores riesgos relacionados con la higiene durante la menstruación o a amenazas físicas por la noche, y las jóvenes se arriesgan a desaprovechar sus estudios si dedican muchas horas a buscar agua”, lamenta.

La solidaridad es una de las herramientas para empoderar y transformar, concluye Mardon. “Llevo muchos años haciendo pasos muy pequeños, pero haciendo cambios importantes y necesarios. Cada vez somos más los que creemos en que la transferencia de conocimientos pueda ayudar a reafirmar la importancia de lo local; desde lo que hacemos, desde nuestra pasión, solo así podremos encontrar nuestra alma colectiva”, finaliza.

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