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Tener voz en el mundo y obligarse a hacer frente común: los beneficios de la entrada de África en el G-20

La Unión Africana podrá ejercer mayor influencia en cuestiones clave que afectan al continente, como la reestructuración de deuda o la emergencia climática

África G-20
El presidente de la Unión Africana, Azali Assoumani, y el primer ministro indio, Narendra Modi, en Nueva Delhi este 9 de septiembre.POOL (via REUTERS)
José Naranjo

La integración de la Unión Africana (UA) como miembro permanente del Grupo de los 20 (G-20) supone, a la vez, una oportunidad y un desafío para el continente africano. Con esta resolución, adoptada en la cumbre de este foro celebrada el 9 y 10 de septiembre en India, África tendrá voz en un espacio económico donde se toman decisiones muy importantes —el G-20 representa el 85% de la producción económica mundial y el 75% del comercio— y podrá, por lo tanto, aportar su perspectiva en cuestiones relevantes para el continente como la deuda, los intercambios comerciales o el impacto del cambio climático. Pero, al mismo tiempo, la entrada en el grupo obliga a los países africanos a ponerse de acuerdo sobre esas cuestiones fundamentales y superar sus históricas diferencias internas.

“Es un reconocimiento de que el desarrollo del mundo necesita a una África más integrada”, asegura el prestigioso economista y profesor bisauguineano Carlos Lopes, quien lleva más de una década defendiendo la entrada de la UA en este foro. “La discusión sobre la reestructuración de la deuda o sobre el régimen financiero internacional ya no se puede llevar a cabo sin África. Otro aspecto positivo es que va a aumentar la percepción del continente como un bloque, lo que nos va a obligar a los africanos a superar antiguas divisiones”, asegura.

El G-20 es un foro económico y político nacido en 1999 que integra a algunas de las economías más poderosas del mundo. Además de 20 países industrializados y emergentes, la Unión Europea era el único bloque económico miembro de pleno derecho, privilegio que va a compartir ahora con la UA. La inclusión de África, que representa tan solo el 3% de la economía del planeta, tiene más que ver con su poderío demográfico (1.400 millones de habitantes) y su posición estratégica como poseedora de grandes recursos naturales, algunos de ellos claves para la llamada transición energética.

Además de las decenas de miles de fallecidos y las graves perturbaciones económicas, la crisis de la covid-19 dejó dos heridas en África que profundizaron en la desconfianza del continente hacia el orden internacional: el injusto reparto mundial de las vacunas, que fueron acaparadas por los países desarrollados, y la ineficacia de los mecanismos de reestructuración de deuda, una demanda africana para superar el golpe de la pandemia. “En esa discusión no se escuchó la voz de África, no se entendieron sus necesidades reales”, comenta Lopes. Un asiento en el G-20 permitirá al continente no quedar excluido del debate.

A juicio del economista bisauguineano, el refuerzo de la integración africana va a ser otra de las consecuencias directas de la entrada en el G-20. “El tratado de Abuya, en 1991, consagró un proceso de integración por etapas y bloques económicos. Pero esto no funcionó. Esa perspectiva se ha superado por primera vez con la creación de la Zona de Libre Comercio Continental (ZLEC), que entró en vigor el 1 de enero de 2021. La entrada en el G-20 sigue la misma lógica”, explica Lopes, para quien, pese a su nacimiento en plena pandemia y todas las dificultades de implementación, “en todas las capitales africanas ya existe la conciencia de que se debe negociar como continente y no cada país por su cuenta”.

En todas las capitales africanas ya existe la conciencia de que se debe negociar como continente y no cada país por su cuenta

El economista senegalés especializado en desarrollo Ndongo Samba Sylla no es tan optimista. “Desde un punto de vista simbólico es importante, pero no creo que sea la entrada en el G-20 lo que va a cambiar las cosas en África, el peso de las instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional sigue siendo enorme. Es ahí donde se toman las grandes decisiones y África, desgraciadamente, cuenta poco en ellas”. Respecto a la ZLEC y su posible impulso, Sylla cree que la unión comercial nace lastrada por su falta de contenido político. “Es necesario avanzar hacia un modelo federal. Está bien que África tenga esa voz en el G-20, pero necesitamos más unidad interna”, añade.

Silvia Perazzo, historiadora argentina especializada en conflictos en África, conoce bien los foros multilaterales. “Si lo utiliza bien, es una buenísima noticia. Su presencia en el G-20 dará a África un mayor margen de maniobra para negociar. Lo importante de estos foros es lo que no se ve, las reuniones y encuentros a múltiples bandas. La UA tiene grandes proyectos relacionados con la alta velocidad, la universidad africana, la unión comercial o las infraestructuras de transporte que se podrían ver beneficiados”, explica Perazzo, quien coincide en que África sacará el máximo partido al organismo multilateral si los países abandonan la tentación de ir por su cuenta y privilegian la búsqueda de respuestas y acuerdos globales.

El mundo ha cambiado y África aspira a tener una mayor presencia en estos espacios de decisión. Naciones Unidas, incapaz de poner de acuerdo a todos sobre cuestiones tan esenciales como las respuestas al cambio climático, arrastra una grave crisis de credibilidad en la que su incapacidad de reformarse para adaptarse a los nuevos tiempos ha sido decisiva. “Las crisis más importantes, como Ucrania, Yemen o el Sahel, se discuten fuera de Naciones Unidas y sus misiones de paz en el continente han perdido todo su prestigio”, opina Perazzo. “La reforma de la ONU ni siquiera es ya una prioridad para la UA; ha perdido interés”. De ahí la relevancia de participar en otros foros multilaterales. Y el G-20 es el más importante de todos.

Un problema que deberá resolver la UA es su fórmula de participación, que obligará también a un cambio de las estructuras de la organización continental. Los representantes de la Unión Europea en el G-20 tienen poderes delegados de los países miembros, no así el presidente de la comisión de la UA. “Habrá que dotarle de esas competencias, crear un secretariado específico o una troika entre el presidente de turno, el saliente y el entrante. El G-20 es un foro muy complejo, con más de 20 grupos de trabajo que se reúnen todo el año”, explica Lopes.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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