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The Critics, los cineastas nigerianos imberbes que sedujeron a Morgan Freeman

Tocaron las puertas de Hollywood con sus cortos futuristas siendo adolescentes y han evolucionado hacia un cine más social. En sus nuevos cortos muestran el drama de los desplazados por Boko Haram o denuncian el expolio colonial del arte africano

The Critics
Los miembros actuales de la agrupación nigeriana de artistas audiovisuales The Critics, Godwin Josiah, Raymond, Ronald y Richard Yusuff y Victor Josiah.Cedido por The Critics

Los chicos de The Critics pegaron el estirón en 2019. Empezaron aquel año como una pandilla de adolescentes que grababan con sus móviles cortometrajes de ciencia ficción. Lo cerraron sabiendo que la productora del actor Morgan Freeman, Revelations Entertainment, quería producirles una película y aguardando el envío de un equipo de rodaje profesional que había decidido regalarles J.J. Abrams, director de la serie Lost y de varias entregas de la saga Star Wars.

El enorme paquete con flamantes artilugios llegó en agosto de 2020 a Kaduna, una ciudad de un millón de personas en el polvoriento norte de Nigeria, donde aún viven y trabajan The Critics. Los jóvenes filmaron el acontecimiento haciendo un guiño a su marca de identidad: los efectos especiales con aroma casero. En el vídeo, una niña ejercita sus superpoderes para que levite la caja repleta de material. The Critics (Los críticos) se habían hecho mayores y ya podían ser, al fin, un colectivo de jóvenes cineastas libres de penurias técnicas.

Su andadura había arrancado en 2016, cuando a un grupo de amigos y familiares les dio por exprimir el potencial visual de sus teléfonos. “Fue un poco para divertirnos mientras creábamos algo que molara”, relata por videoconferencia Raymond Yusuff, uno de los cinco miembros que —tras idas y venidas— hoy componen The Critics. Completaron su primer equipamiento con un viejo ordenador portátil y una tela verde (gastaron sus ahorros para comprarla) que durante años hizo las veces de croma. Siendo una quimera asistir a una escuela de cine, fueron aprendiendo con el método de la generación Z: horas y horas trasteando en internet, devorando tutoriales de YouTube y descargando programas de libre acceso.

La palanca hollywoodiense se activó con Chase (Persecución), un corto de trama frenética y asombrosa factura que se propagó por redes sociales. Tanto como para tocar a las puertas de la industria cinematográfica estadounidense. Algunos conocidos de Freeman y Abrams les hicieron saber que unos chicos nigerianos andaban sobrados de talento y escasos de medios. “Tuvimos la suerte de llegar a la gente adecuada en el momento correcto”, sintetiza Yusuff.

La carambola que conectó Los Ángeles y Kaduna fue como una alineación de astros en la era del vértigo internauta. Un golpe de fortuna en tiempos del ‘hazlo tú mismo’.” Su caso muestra hasta qué punto se ha democratizado la tecnología”, apunta el camerunés Olivier Tchouaffe, autor del libro African Cinema, Neoliberal Narratives and the Right of Necessity (Cine africano, narrativas neoliberales y el derecho a la necesidad). “Han entendido muy bien la idea de viralidad y están marcando el camino al comunicar su arte con un lenguaje del siglo XXI. El entusiasmo que han generado resulta inmenso”, añade.

El proyecto no va solo de nosotros, de ser muy famosos o hacer mucho dinero, sino de lograr cambios en nuestra comunidad, en nuestro país, quizá en el mundo entero
Yusuff, miembro del colectivo de cine The Critics

Tras el apogeo vivido en 2019 y 2020, el colectivo se sumergió en una larga reflexión sobre la senda que quería seguir. “Cuanto más hablábamos, más concluíamos que el proyecto no iba solo de nosotros, de ser muy famosos o hacer mucho dinero, sino de lograr cambios en nuestra comunidad, en nuestro país, quizá en el mundo entero”, apunta Yusuff. Poco a poco, continúa, fue quedando atrás ese “arte sin mucho sentido, inspirado en una imaginación infantil, con personajes que lanzan fuego con las manos y cosas por el estilo”. Tras charlas interminables, cristalizó por consenso una visión más genuina. Y emergiendo de esta, aparecieron nuevos objetivos: “Lanzar mensajes subyacentes que tengan un impacto en el público y hacer un cine que aborde cuestiones importantes en nuestro contexto”, explica.

Sus dos últimos proyectos confirman este viraje temático y estético. A Tomb for the Abandoned (Una tumba para los abandonados) aborda el drama de las poblaciones desplazadas por catástrofes medioambientales o por el miedo a grupos terroristas como Boko Haram, que centra su actividad en el norte de Nigeria. Sus imágenes transcurren lentas, engarzadas mediante ensoñaciones poéticas, siempre con el hambre y la desesperación de fondo. One Can Only Hope and Wonder (Uno solo puede esperar y desear) se sirve, por su parte, de códigos experimentales cercanos al videoarte para denunciar el expolio de arte africano por parte de las potencias coloniales. La pieza fue financiada por el Museo de Arte Moderno de Frankfurt.

Democráticos y salvajes

Para ilustrar la evolución del grupo, Yusuff cuenta las vicisitudes de Ogun Ola, el corto que produjo Freeman y se estrenó en 2022. La película narra en menos de 20 minutos la historia de un chico que descubre poseer la fuerza sobrehumana de Ogun, dios del hierro y de la guerra en la mitología de Nigeria y otros países de África occidental. Hay peleas de callejón y ojos que se tornan fluorescentes. Freeman puso su poderosa voz al tráiler. “Se ha hablado de hacer una versión más larga, pero no lo vemos factible. Sería muy extraño. Hemos cambiado tanto que ya no nos encaja”, declara Yusuff.

La vocación social del colectivo también se ha traducido en una faceta formativa: cursos y talleres gratuitos para que los jóvenes de Kaduna exploten su veta creativa. Es como una escuela de cine informal en la que The Critics comparten conocimiento por amor al arte. Y, de paso, vuelven a sus orígenes. “Ya casi no utilizamos móviles para grabar, pero, al enseñar a los chavales, nos gusta investigar sus tremendas posibilidades”, comenta Victor Josiah, sentado a la izquierda de Yusuff durante la entrevista.

Volcados como colectivo en la búsqueda y el altruismo, The Critics concentran la vertiente de puro negocio en su productora, Clan Yujo, que hace ficción por encargo, anuncios de televisión o videoclips. También participa en grandes proyectos de Nollywood —la industria cinematográfica del gigante africano— como la saga King of Boys (El rey de los chicos), una intriga de crímenes y corruptelas políticas. Por necesidades operativas, en la productora existe una jerarquía, pero en The Critics sigue primando el espíritu asambleario: “Somos tan democráticos y salvajes como siempre”, asegura Yusuff.

Han entendido muy bien la idea de viralidad y están marcando el camino al comunicar su arte con un lenguaje del siglo XXI
Olivier Tchouaffe, autor de African Cinema, Neoliberal Narratives and the Right of Necessity

¿Se sienten parte de Nollywood? Josiah y Yusuff estallan en una risa que hace entrever el hartazgo. “Vivimos en Nigeria y hacemos cine, eso es evidente. Pero no nos gustan la estrechez de miras y el afán monetario que allí predominan”, zanja Josiah. ¿Seguirán haciendo afrofuturismo? “Dejémoslo en futurismo a secas. No vemos la necesidad de añadir ‘afro’ por el mero hecho de ser negros. Dicho esto, no nos cerramos a nada. Nos encanta imaginar realidades posibles”, asevera Yusuff.

En sus inicios, The Critics arrancaron con lo puesto tras consumir a mansalva películas de superhéroes y distopías a gran escala. Hoy sus referentes son muy distintos. En la conversación surgen figuras del cine actual como Christopher Nolan (del que les gusta su mesura en el uso de efectos especiales) o David Fincher, según Josiah todo un maestro en combinar “profundidad filosófica y emociones a flor de piel”. También mencionan directores menos conocidos como Ari Aster (”capaz de crear imágenes aleatorias que al final cobran sentido”, sostiene Josiah) o el francés Romain Gavras, en especial su obra Atenea.

Hace siete años, unos imberbes del norte de Nigeria se hicieron llamar Los críticos. Eligieron ese nombre como una broma interna, una especie de gamberrada ligera para denunciar con ironía el estilo parental de su país, según ellos demasiado severo. Hoy permanece como un estándar de calidad autoimpuesto: “¿Podríamos ser The Critics sin hacer buen cine?”, se pregunta, con una sonrisa, Yusuff.

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