_
_
_
_
_
columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Podemos y su falso disfraz ‘plurinacional’

La gente joven prefiere votar a sus ‘izquierdas de proximidad’, como ocurrió con Galicia, en vez de a las paternalistas y centralistas

La secretaria general de Podemos, Jone Belarra, y el cabeza de lista por Álava, Juantxo López de Uralde, en Vitoria en un acto de campaña para las elecciones vascas.
La secretaria general de Podemos, Jone Belarra, y el cabeza de lista por Álava, Juantxo López de Uralde, en Vitoria en un acto de campaña para las elecciones vascas.Adrián Ruiz Hierro (EFE)
Estefanía Molina

Podemos no es tal guardián de la plurinacionalidad de España, como vende. Con perspectiva, se ha demostrado una izquierda de visión mucho más madridcéntrica o centralista. Basta ver el vídeo burlón sobre el PNV que Podemos ha difundido para las elecciones vascas de este 21 de abril, caricaturizando a los nacionalistas vascos como si fueran catetos aprovechados con txapela. Es decir, un corto digno de un partido jacobino como Ciudadanos, y no de uno “plurinacional”.

Y es que el vídeo ha desatado la indignación en redes. Dos votantes peneuvistas están en un bar, mientras en el televisor aparecen los candidatos de Bildu o el PSE afirmando que pactarán con el PNV. Los camareros concluyen que la única opción para echar a los peneuvistas es Podemos. Damas y caballeros: llegó la izquierda española, paternalista, a salvar al votante vasco de sí mismo. De un lado, porque es raro pensar que el único defensor de la clase obrera sea un partido que en 2020 logró 6 escaños de 75. Del otro, porque la crítica al PNV es percibida como algo más que una enmienda a la derecha autonómica. En los comentarios hay hasta protestas de ciudadanos catalanes y gallegos que se sienten insultados por la parodia que ven en Podemos del nacionalismo vasco.

Así que Podemos enseña la patita, pero no es nuevo. Se creían adalides de la plurinacionalidad en 2015 por avergonzarse de la bandera española en los mítines, o por hablar del “derecho a decidir”. Sin embargo, hay indicios hoy para pensar que aquello fue un disfraz, una pose. No casualmente, el Sumar de Yolanda Díaz está formado por varias izquierdas federalistas que, poco a poco, fueron rompiendo con Iglesias. Podemos pronto se destapó como una Izquierda Unida 2.0 —lo sugirió el mismo Íñigo Errejón en 2020— es decir, una izquierda que priorizará siempre el conflicto de clase al territorial.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Primero, porque los datos no mienten. Podemos fue visto desde sus inicios como una izquierda de cosmovisión madrileña por buena parte de sus votantes, paradójicamente. En el CIS de junio de 2016 la mitad de los electores de Podemos —sin confluencias— (56,3%) aglutinaba a quienes defenderían el Estado autonómico actual y quienes apostarían por un Estado más centralista, y todo ello, en el momento álgido del concepto “plurinacionalidad”. La diferencia era abismal comparándolo con el votante de En Comú Podem: sólo un 15′9% se incluía en las categorías de statu quo y regresión territorial. Es decir, que en Podemos sólo era plurinacional la confluencia catalana, y otra prueba de ello es que los primeros nunca tuvieron barones propios de facto. El votante de IU (65′8%), la izquierda con aversión nacionalista, pensaba casi lo mismo sobre el modelo territorial que la presunta izquierda plurinacional salida del 15M.

Segundo, los hechos hablan por sí mismos. El referéndum nunca fue una condición para que Podemos entrara en el Gobierno: la mesa de diálogo fue una cesión de Pedro Sánchez para lograr los votos de ERC. El partido tampoco ha trabajado en estos años para que las instituciones del Estado sean más plurinacionales: Ya en 2016 En Comú renunció a pedir el grupo propio en el Congreso, como prometieron, sospechando que no lo lograrían. En definitiva, la plurinacionalidad que Podemos defiende sólo consiste en tópicos y algún deje folclórico, o en decir cuatro frases en catalán, euskera o gallego en los mítines. Es decir, una visión más estética que efectiva, ya sea por las limitaciones institucionales o por oportunismo. Es una plurinacionalidad que solo parece existir si ellos le conceden su beneplácito desde una sede de dentro de la M-30.

Tercero, Podemos bendice el nacionalismo periférico siempre que sirva a sus propios fines. El PDeCAT, el PNV o Junts son formaciones que han tolerado en Madrid porque bien apoyaron la moción de censura contra Mariano Rajoy o permiten a la izquierda gobernar ahora. En cambio, esos mismos partidos son devueltos a la categoría de “derechas” en Cataluña o Euskadi, endosándoles estereotipos variopintos –como en el vídeo de marras. Si realmente creyeran en la plurinacionalidad ampararían a las opciones nacionalistas que no son de izquierdas, porque lo contrario es paternalismo. Por ejemplo, el PP o el PSOE han contribuido a desarrollar el Estado autonómico, pactando con PNV o CiU, indistintamente, con independencia de si ambos eran de centroderecha o mediopensionistas porque entendían que era la opción legitimada por sus ciudadanos.

En consecuencia, la única plurinacionalidad que interesa a Podemos es la de las izquierdas independentistas porque les permite reafirmarse en la cuestión social y servir al imaginario de la “República plurinacional” que propugnan. E incluso, hasta antes de ayer les ayudaba a ganar votos en territorios como Galicia o Euskadi. Pero las caretas se han ido cayendo. Es por eso que la gente joven prefiere votar a sus izquierdas de proximidad, como ocurrió con el BNG en 2020 o 2024, en vez de a izquierdas paternalistas y centralistas —algo que también castigó a Sumar el pasado 18 de febrero. Hay muchos números de que lo que ocurra este domingo en el País Vasco acabe reafirmando la tesis de este artículo.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Estefanía Molina
Politóloga y periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Es autora del libro 'El berrinche político: los años que sacudieron la democracia española 2015-2020' (Destino). Es analista en EL PAÍS y el programa 'Hoy por Hoy' de la Cadena SER.
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_