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DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
Tribuna
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A la mitad

Las normas sociales de género están tan intrincadas en el sistema que es muy costoso navegarlas en solitario, y por esa misma razón, nuestros logros son casi siempre colectivos

ILUSTRACION - MUJER - CUERDA FLOJA
Jorm Sangsorn (Getty Images)
Carmen Montón / María Roquebert León / Mayerlyn Cordero / Alejandra Mora

Las mujeres compartimos el planeta con los hombres. En términos poblacionales, somos la mitad, pero en todo lo demás vamos con siglos de retraso.

Tras la pandemia, todos los indicadores de igualdad han retrocedido, lo que está perjudicando el presente y futuro de las mujeres y niñas y está profundizando la brecha de género. En marzo de 2023, en vísperas del Día Internacional de la Mujer, la ONU recalculaba cifras y alertaba de que “al ritmo actual, se necesitarán 300 años para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres”.

¿Quién ha arrojado la maldición de Sísifo sobre las mujeres? En la búsqueda de soluciones miramos la política, los lugares de poder donde se toman las decisiones para que las cosas cambien y vemos una nutrida colección de varones que marcan las reglas del juego y establecen las prioridades. Es entonces donde surge el debate acerca de la feminización de la política.

Feminizar la política no significa reforzar la imagen patriarcal de las mujeres como madres o cuidadoras, que nos encasilla en los ámbitos de salud, educación o familia. Estos estereotipos hacen que a las mujeres nos cueste ser ministras de economía, rectoras de universidades o dirigir empresas. Mucho más ser presidentas de un país.

Lo que la política, y la vida en general, necesitan, es más feminismo para fortalecer el sistema democrático. Precisamente, una medida de la calidad de la democracia es la igualdad entre mujeres y hombres. Por eso, insistimos, es necesario feminizar la política. ¿Y qué es la “feminización” de la política? La paridad.

La paridad tiene que ver con el acceso de las mujeres a todos los espacios y fundamentalmente a aquellos donde se toman las decisiones, en el sector público y en el privado.

La paridad también tiene que ver con ejercer los cargos en las mismas condiciones, no con unas reglas distintas y más exigentes para las mujeres. Tenemos que esforzarnos el doble para conseguir la mitad. Por eso, los hombres están en política y las mujeres solo pasan por ella.

La expresidenta de Chile Michelle Bachelet explicaba que, cuando estaba en el cargo, si había una temática compleja y consideraba que requería tiempo para tomar una decisión, la acusaban de indecisa; pero si tomaba una decisión rápida frente a un tema que creía claro, estaba improvisando o no había pensado suficientemente bien. Es aquello de mal si lo haces, mal si no lo haces.

Hace poco más de un año, la ex primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, sorprendía al mundo con su dimisión, argumentando que ya no tenía suficiente “gasolina” en el tanque. No es casualidad que este acto, insólito en la historia, lo protagonizase una mujer.

Muchas veces, las mujeres ejercen liderazgos que rompen el molde. Es lo que la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de los Estados Americanos (OEA) llama liderazgo disruptivo. No hay otra manera, porque el molde lo hicieron a medida de otros. Las normas sociales de género están tan intrincadas en el sistema que es muy costoso navegarlas en solitario, y por esa misma razón, nuestros logros son casi siempre colectivos.

Por otra parte, venir de una situación de exclusión y desigualdad histórica, como en el caso de las mujeres, nos da un punto de partida distinto y, a muchas de nosotras, una mirada diferente y más amplia del mundo. De ahí que la paridad signifique también oportunidades para impulsar las políticas para la igualdad de género, que son las que nos permiten avanzar, las que cambian nuestras vidas y mejoran la sociedad en su conjunto. Seguiremos trabajando, juntas, para acelerar la feminización de la política y la democracia paritaria. Debemos lograrlo en bastante menos de 300 años.

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