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Columna
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Te siento lejos

Entre las nuevas generaciones, los sexos parecen habitar en universos paralelos. Y la creciente brecha de género debería llevar a preocuparnos

Una manifestante haciendo un signo feminista con las manos durante una manifestación en Madrid.
Una manifestante haciendo un signo feminista con las manos durante una manifestación en Madrid.SOPA Images (LightRocket via Getty Images)
Víctor Lapuente

―Querida, te siento lejos.

―Yo también. Ves el programa de Pablo Motos y ya no crees que un gobierno PP-Vox sería fascista. De hecho, hasta dudo a quién votaste el 23-J.

―¡No! Esa papeleta del PP que encontraste en mi cartera…no sé cómo acabó ahí. Te lo juro, voté a Sánchez. Pero reconocerás que, con tanta cesión a los independentistas, lo están poniendo difícil…

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No sé si alguna persona se siente identificada con esta conversación, pero los datos apuntan a una creciente divergencia ideológica entre mujeres y hombres. Ellas, cada día más de izquierdas. Nosotros, más de derechas. Es un cambio histórico, porque hasta bien entrado el siglo XX, era al revés. En Estados Unidos, las mujeres se identificaban más con los republicanos que los hombres y recordemos las reticencias de nuestra izquierda a conceder el voto femenino en los años treinta.

Pero ahora, como recordaba John Burn-Murdoch en el Financial Times, en países como EE UU o Alemania los varones jóvenes son 30 puntos porcentuales más conservadores que sus coetáneas. En toda Europa, la extrema derecha se nutre de votantes masculinos. Y, en Corea o China, las diferencias son aún mayores. La causa es la activación política de movimientos de emancipación como el #MeToo. La consecuencia es que, entre las nuevas generaciones, los sexos parecen habitar en universos paralelos. Y la creciente brecha de género debería llevar a preocuparnos.

¿O no? Porque, como indican algunos estudios, las opiniones de hombres y mujeres sobre cuestiones políticas concretas no han cambiado mucho a lo largo de los años. Nosotros casi siempre hemos tenido una visión más conservadora del Estado del bienestar, la política exterior, las relaciones entre razas y culturas, o el aborto. Lo que ocurre es que esas divergencias permanecían ocultas, porque los hombres hemos dominado el debate público. Ese monopolio se ha roto y una plétora de problemas que las mujeres han sufrido secularmente, de la brecha salarial al consentimiento, han entrado en escena, forzando a los partidos a posicionarse.

Algunos entenderán que la sociedad se politiza (ese verbo que tiene tan mala reputación, sobre todo si lo que se politiza no es de tu gusto) y polariza. Yo creo que es más diversa y plural. Mujeres y hombres no estamos más lejos, sino que ahora reconocemos la distancia que nos separa, el primer paso para el encuentro.

―Querida, te quiero. @VictorLapuente

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