_
_
_
_
_
ANATOMÍA DE TWITTER
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Chistes de mal gusto

El humor negro, incluidos los memes sobre ‘La sociedad de la nieve’, nos ayuda a enfrentarnos a nuestros temores

Un momento de 'La sociedad de la nieve'.
Un momento de 'La sociedad de la nieve'.Netflix
Jaime Rubio Hancock

La sociedad de la nieve ha recuperado una tradición humorística de mal gusto, quizás incluso de mal sabor (perdón): los chistes sobre comer carne humana. Mi tuit favorito de este género es anterior a la película de J. A. Bayona y viene firmado por @haprostata. “Ha sido horrible”, comenta alguien, “hemos tenido que recurrir al canibalismo”. Cuando le recuerdan que “solo hace dos horas del accidente”, contesta: “Bueno, pues ya nos vamos cenados”.

Tras el estreno de la película, se han difundido chistes y memes que hacen referencia explícita al accidente aéreo (real, recordemos) cuyos supervivientes tuvieron que alimentarse de las víctimas. Por ejemplo, este diálogo: “Échate una cabezadita, filete”. “Felipe”. “Eso, eso, Felipe”. O el clásico y un poco infantil “¿qué hay de postre? Frigo Pie”.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Sé que a mucha gente esto le puede parecer desagradable y poco o nada gracioso. Sin embargo, el humor sobre tragedias, catástrofes e incluso atentados no es precisamente nuevo, aunque las redes sociales lo hayan acelerado y le hayan dado mucha más visibilidad. Según el sociólogo Christie Davies, en 1986 se registraron 50 chistes sobre el accidente del transbordador Challenger. En 1998, la muerte de Lady Di provocó más de 300. Todo esto se queda cortísimo en tiempos de Twitter: por ejemplo, no se puede ni pensar en la posibilidad de saber cuántos memes se compartieron sobre el coronavirus.

No es —o no siempre— humor gratuito: estudiosos como el antropólogo Elliott Oring y el neurocientífico Scott Weems recuerdan que estos chistes suponen un mecanismo para lidiar con las tragedias. El humor negro es una respuesta a la ansiedad y al miedo, nos ayuda a gestionar la incertidumbre y a encontrar a gente que tiene los mismos temores. Hay, sin duda, una desconexión emocional, una “anestesia temporal del corazón”, como escribe el filósofo Henri Bergson en La risa. Pero esta anestesia no tiene por qué dar paso a la burla, sino que nos ayuda a poner nuestros temores en perspectiva y a analizarlos con distancia.

No reímos por crueldad, sino porque el humor negro provoca reacciones emocionales complejas que pueden ser contradictorias, como el respeto a las víctimas y a la heroicidad de los supervivientes, y la sensación de que lo ocurrido nos supera. Por ejemplo, resulta difícil imaginar qué habríamos hecho nosotros en el lugar de los protagonistas. Como tuitea @chaquetumate, uno de ellos estudiaba Medicina y atendió a los enfermos; otro Ingeniería y arregló la radio. La tuitera es física: “¿Qué hubiera hecho yo en la montaña? ¿Integrar ecuaciones diferenciales?”.

El humor puede ayudarnos no solo cuando se trata de un accidente de hace medio siglo, sino, sobre todo, cuando hablamos de asuntos que nos tocan de cerca, que siempre resulta mucho más difícil. El jueves pasado, Dani Rovira estuvo en No sé de qué me hablas, el programa de RTVE presentado por Mercedes Milá e Inés Hernand. En uno de los momentos más compartidos en las redes, Rovira cuenta cómo se enfrentó a su diagnóstico de cáncer de hace unos años, ya superado. En su podcast con Arturo González Campos, Mi año favorito, Rovira siempre bromeaba con que su compañero moriría antes, al ser mayor. Poco después de saber que estaba enfermo, le advirtió de que este tema se había abierto más de lo esperado.

Esto no vale ni siempre ni para todo el mundo, porque no estamos obligados a que el humor negro nos haga gracia. Pero el cómico explicaba que poder reírse de su enfermedad supuso “un alivio. Porque al final el humor también es una catarsis”. Y añadía: “Que yo suelte un chiste sobre algo que me afecta no quiere decir que no me afecte. Igual ese chiste lo suelto porque estoy muerto de miedo”.

Tengamos eso en cuenta: muchas veces, detrás de un chiste que parece bruto o de mal gusto, hay alguien que no entiende qué hacemos en este planeta ni por qué. Como casi todo el mundo.


Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_