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Anatomía de Twitter
Columna
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Despedir a un amigo de internet

Hay personas en redes sociales cuya pérdida no deja más que cariño y agradecimiento. Sucedió con Ramón Lobo, con Mario Tascón y ahora con Miguel López, ‘El Hematocrítico’

Miguel López, 'El Hematocrítico'.
Miguel López, 'El Hematocrítico'.Olmo Calvo
José Nicolás

En agosto nos dejó Ramón Lobo, hace dos meses Mario Tascón y a principios de esta semana lo hizo Miguel López, conocido en internet como El Hematocrítico. Los tres murieron prematuramente: Ramón con 68 años, víctima de un cáncer; Mario, con 60 tras sufrir un accidente cerebrovascular y Miguel, de 47 años, falleció el lunes de un infarto de miocardio. Los tres eran usuarios fijos y muy activos en la red social Twitter, cuando se llamaba Twitter, y cuando pasó a llamarse X. Tascón, pionero de la innovación en el periodismo, fue el primero en abrir su cuenta en el año 2007 —Twitter se fundó en marzo de 2006—, mientras que Lobo y López crearon sus perfiles en 2009. Otra cosa que tenían los tres en común es que, tras su muerte, la respuesta en las redes sociales fue unánime: en todos los mensajes publicados había cariño, agradecimiento a lo que habían aportado y, sobre todo, había lamento por cuánto los iban a echar de menos.

Nuestra vida está en internet. Aunque ahora, quizá, lo correcto sea decir que internet ha pasado a ser nuestra vida, pues allí solemos verter todo lo que nos pasa, allí nos relacionamos con familiares, amigos o desconocidos que tras un par de mensajes dejan de serlo. Para saber de la importancia de la Red en nuestras relaciones no hay más que volver a 2020 y recordar qué ocurrió durante el confinamiento, cuántos grupos en WhatsApp se abrieron para ayudarnos a pasar el tiempo, para hacer videollamadas... Acudíamos a la pantalla, en definitiva, para estar acompañados en la soledad de nuestros hogares.

“Hemato fue uno de los pioneros del internet bonito”, escribió Pablo Cantó en este periódico. Era uno de los usuarios que mejor rollo daba en las redes, aunque no lo siguieras, seguro que algunos de sus tuits de humor, sus historias o incluso capturas de pantalla que circulaban de su cuenta de Tumblr sirvieron para sacarte una sonrisa y generar un poco de cariño hacia él. Sus publicaciones te hacían sentirte acompañado. Vistos los mensajes publicados estos días en X y Bluesky —la red a la que han migrado algunos usuarios del primer Twitter—, aun sin conocer personalmente a Hemato, muchos lo consideraban amigo.

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La muerte de Miguel López, además, suscitó reflexiones en torno a la intimidad que surge en las redes sociales. Escribió @BuArena: “Pienso a menudo en cómo nos vivimos unos a otros los que compartimos espacio en internet, cuánto creemos que nos conocemos y cuánto nos conocemos en realidad, la naturaleza singular de este vínculo, su peso… Aprovecho para deciros que yo sí siento que os quiero de verdad”. ¿Se puede sentir cariño por alguien al que solo conocemos a través de la Red? Por supuesto. Incluso más que por quien has visto en persona. Este cariño lo mostraron los seguidores (los amigos) del Hematocrítico. “No solo hacía del mundo un lugar mejor, sino que nos hacía ser mejores personas a los demás”, dijo @IgnatiusFarray; “Hemato nos dejó ese legado y nos mostró la mejor cualidad humana: su gran bondad, que deberíamos practicar porque nos hace grandes”, escribió la usuaria @SoyEsmeraldaSP; “Gracias Hemato por hacer de esta red social el lugar que todas necesitábamos”, tuiteó @PatriHorrillo. Mención especial merece la reflexión de Nacho Vigalondo, uno de los hilos más compartidos y aplaudidos sobre la herencia que deja Miguel.

Hay personas en las redes sociales que marcan tanto que su pérdida no deja más que agradecimientos. Ojalá abandonáramos el odio y diéramos en las redes lo mejor de nosotros mismos para conseguir que internet sea un espacio tan bonito como el que construía Hemato.

Sobre la firma

José Nicolás
Trabaja en la sección de Opinión, es uno de los encargados de sus contenidos digitales y escribe en 'Anatomía de Twitter'. Es graduado en Periodismo por la Complutense y máster en Periodismo de Datos y Nuevas Narrativas en la Universitat Oberta de Catalunya. Antes de su llegada a EL PAÍS trabajó en Onda Regional de Murcia y Cadena SER.
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