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Anatomía de Twitter
Columna
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Imágenes de Gaza para no olvidar

La presencia de periodistas en la Franja es imprescindible: son los únicos ojos que hay en el terreno, la garantía de conocer el dolor que sufre la población

Israel-hamas war
Una mujer abraza el cadáver de su hermana en Rafah, en la franja de Gaza.Abed Rahim Khatib (DPA/Europa Press)
José Nicolás

La próxima semana se cumple un mes desde el terrible atentado de Hamás contra la población israelí. Todos pudimos ver, lo grabaron, cómo los milicianos asesinaban a sangre fría a los asistentes a un festival de música, los efectos del lanzamiento de cohetes sobre ciudades próximas a la franja de Gaza y el asalto a varios kibutz. Hamás mató a más de 1.400 personas y secuestró unas 250, según Israel.

Se cumplirá también un mes del inicio de la respuesta de Israel, que consiste en virulentos bombardeos sobre la población civil arguyendo que pueden hacerlo porque Hamás usa a los civiles como escudo humano y han pedido la evacuación de la zona. En estas semanas, Israel ha causado —según el Ministerio de Sanidad gazatí, controlado por Hamás— 9.000 muertos, entre ellos, 3.760 menores.

Hemos visto imágenes terroríficas: cadáveres por las calles, personas pidiendo ayuda con heridas sangrantes, otras enterradas bajo los escombros… Sin embargo, en una de las que más impacto ha causado en la última semana no hay una gota de sangre, pero el dolor traspasa la pantalla. Se trata de un vídeo de 17 segundos en los que una mujer no se separa ni un milímetro del cuerpo de su hermana. 17 segundos en los que llora desconsoladamente sobre la sábana blanca que envuelve a la menor inerte. “Dudo que haya imagen más representativa del dolor inhumano al que Israel está sometiendo a la población gazatí”, escribió la usuaria @lolasoria_ en la red social X.

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El autor de ese estremecedor vídeo es el periodista Mahmoud Bassam. Es uno de los profesionales que trabaja en Gaza y cada día se juega la vida tratando de informar de los bombardeos que lanza Israel sobre la Franja. Confiesa que a veces tiene que pararse a llorar por la dureza de las imágenes que toma con su cámara, pero no deja de hacerlo porque es su deber informar de lo que ocurre.

Carla Turró, subdirectora de Ara, compartió hace unos días una crónica del corresponsal de la CNN en Gaza, Ibrahim Dahman, en la que confesaba que nunca había pensado que se convertiría en protagonista de una noticia. Decidió mostrar cómo tuvo que huir con su familia de las bombas. Buscaron refugio en un hotel donde teóricamente estarían a salvo, pero tuvieron que salir de allí tres días más tarde porque las bombas israelíes alcanzaron las puertas del hotel hiriendo a varias personas. “Segundos después de abandonar el hotel, cayó un cohete que destruyó toda la zona”, confesaba grabando desde el coche en marcha. “Ahora estamos en Jan Yunis, y es cuestión de tiempo que tengamos que huir de nuevo”, añadió.

La presencia de estos periodistas en la franja de Gaza es imprescindible: son los únicos ojos que hay en el terreno, la única garantía que tenemos de diferenciar la verdad de las noticias falsas y las intoxicaciones propias de las guerras. En este conflicto hay que valorarlos más, si cabe, por su especial crudeza con la prensa: hasta el momento han muerto asesinados más de 30 periodistas, según Reporteros Sin Fronteras.

La indignación y el dolor por el vídeo de la madre desconsolada ante la muerte de su hijo o las imágenes de ciudadanos gazatíes desgarrados por la pérdida de sus familiares o la destrucción de sus hogares no deberían olvidarse con el próximo tema de conversación en las redes. Y los dirigentes de Occidente deberían hacer caso a las manifestaciones multitudinarias que surgen en las calles en apoyo al pueblo palestino y presionar a Israel a que frene los bombardeos indiscriminados sobre la franja de Gaza.

Sobre la firma

José Nicolás
Trabaja en la sección de Opinión, es uno de los encargados de sus contenidos digitales y escribe en 'Anatomía de Twitter'. Es graduado en Periodismo por la Complutense y máster en Periodismo de Datos y Nuevas Narrativas en la Universitat Oberta de Catalunya. Antes de su llegada a EL PAÍS trabajó en Onda Regional de Murcia y Cadena SER.
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