_
_
_
_
_
LIBRE DE ESTILO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tirar la piedra

Si tirar vallas a los policías era “terrorismo” en la Barcelona de 2017, ya no lo es en el Madrid de 2023; es solo la nación levantada contra el déspota

Manifestaciones Ferraz
Un momento de la manifestación ultraderechista del martes en Madrid.Samuel Sanchez

La protesta legítima queda enterrada bajo la algarada violenta, pero los medios que alimentaron a esos violentos, que hicieron famosos a desokupas o Alvises, los que trataron de “nueva derecha” a organizaciones parafascistas como la Revuelta voxiana, los que dieron altavoces a las Peraltas neonazis, los que tiraron la piedra, ahora esconden la mano. Esos medios ya solo ven señoras mayores teñidas de rubio, Esperanzas Aguirres y jovencitos pijos putodefendiendo España.

Si tirar vallas a los policías era “terrorismo” en la Barcelona de 2017, ya no lo es en el Madrid de 2023; es solo la nación levantada contra el déspota. O, como escribía el lunes Miquel Giménez en Vozpópuli, “el españolito de a pie está hasta los mismísimos y ha decidido, en función de su leal saber y entender, salir a las calles a decir que ya está bien, que no tenéis vergüenza y que vuestro tiempo empieza a ser de descuento”. Se manifiesta, según el columnista, “la España que ni es de derechas ni de izquierdas”, que es la definición habitual de la España a la derecha de la derecha.

En el mismo digital, Gabriel Sanz vio manifestarse a Esperanza Aguirre y al click de Famobil (porque los grandes hallazgos, como este de Pedro Vallín en referencia a Santiago Abascal, merecen ser copiados). Y no le gustó, porque no son “dos españoles más”, porque la protesta era “sin cobertura legal” y porque cayeron “en la tentación de acosar al rival en su sede, yendo un paso más allá de esa guerra simbólica que es la política”.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Gabriel Sanz se dejó engañar. Si hubiera leído en Abc a Chapu Apaolaza sabría que aquello solo había sido “una mezcla de abrigos de loden y veinteañeros de la que emerge Esperanza Aguirre a cortar la calle Ferraz moviendo los brazos como si espantara las gallinas”. No hubo loas a Franco ni saludos brazo en alto; nadie tiró nada a la Policía, no hubo gritos nazis ni banderas con pollos ni cánticos a “Marlaska maricón”, a “Felipe el Masón” ni contra “los moros”. Parecía aquello una cabalgata infantil navideña de “peligrosas señoras rubias del barrio de Salamanca”, que “acaso escondan bajo el abrigo la raqueta de pádel”. “Cayetanos cabreados” que, según el columnista, la izquierda quiere vender como “peligrosos militantes de una banda armada”, cuando eran “unas señoronas de Núñez de Balboa”.

Sanz tampoco leyó a su compañera Irene González, que en Ferraz no vio más que “mujeres, personas mayores y padres de familia”. González pide a sus lectores que “no caigan en el desánimo, aunque escuchen al Partido Popular señalar como vándalos y delincuentes a los manifestantes pacíficos de Ferraz”. Mientras, en El Mundo David Lema escribe que desconoce “cuál es la falacia lógica de la que tira el PP para no calificar de borregos superados por el tiempo y la educación a quienes están reventando las manifestaciones contra la amnistía”. Otro que se dejó engañar por la propaganda de la progresfera, palabro que los jóvenes cachorros fascistas usan creyendo que es un insulto.

Del tirar la piedra y esconder la mano cuando rompes el cristal saben los editoriales de Abc. El lunes animaba a la protesta alegando que los socialistas “han decidido deslegitimar cualquier forma de crítica u oposición”. El martes, ante la vanguardia ultra que lideraba la manifestación en la calle de Ferraz, ya recordó que había que manifestarse “desde la ejemplaridad civil”. Pero esa vanguardia, sacada de la mugre del fondo del caldero negro de la derecha madrileña después de rascar con un estropajo de brillo, no entendió tal sutileza, por lo que el miércoles el editorial ya llevaba un título facilito de entender: “Con violencia, no”.

Mientras el columnismo reaccionario ponía todos los focos en Ferraz, Federico Jiménez Losantos, quien siempre va por delante, señalaba a la guarida del monstruo detrás del proyecto “por la destrucción de España”. No es Sánchez, no. El veterano presentador de radio y columnista asegura que es el papa Francisco, el argentino Jorge Bergoglio, quien quiere acabar con España y que por eso recibió el lunes al presidente catalán, Pere Aragonès. El Papa, según el columnista de El Mundo, no llega a Anticristo o Satán, no por falta de “afán comunistoide” sino por “falta de nivel intelectual”.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_