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tribuna
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Carles Puigdemont también se ha rendido

Habrá investidura de Pedro Sánchez, si nada se tuerce, porque Junts ya tiene lo que quería: volver a la gobernabilidad de España, una vez asumido el fin del ‘procés’, pero pareciendo distintos a ERC

Captura de vídeo del encuentro entre Iratxe García, Santos Cerdán, Puigdemont y Jordi Turull este lunes en Bruselas el mismo día en que se inició la consulta a la militancia del PSOE sobre los pactos de investidura, como el firmado con ERC sobre la ley de amnistía.
Captura de vídeo del encuentro entre Iratxe García, Santos Cerdán, Carles Puigdemont y Jordi Turull, el pasado lunes en Bruselas.
Estefanía Molina

Habrá investidura, si nada se tuerce, porque Carles Puigdemont ya tiene lo que quería: parecer distinto al partido de Oriol Junqueras. La foto del socialista Santos Cerdán en Bruselas bajo un cuadro del referéndum ilegal del 1-O era el broche que Puigdemont necesitaba para vender a sus bases que ellos no son unos vendidos como Esquerra, sino los garantes de las esencias independentistas. “Menudo gol” o “Que ERC aprenda” festejaban algunos afines a la ruptura en las redes. Pero la realidad es que el líder de Waterloo también se ha rendido, y por eso, Pedro Sánchez será investido.

Basta revisar la hemeroteca. Hace casi dos meses Puigdemont hablaba de condiciones previas para empezar a negociar la investidura de Sánchez. Junts se ufanaba con eso de que ellos “cobran por adelantado”, a diferencia de una ERC a quien le atribuían lo de venderse “a cambio de nada”. Si bien, el independentismo ya no es considerado por la Europol como “terrorismo” sino como “extremismo” —aunque es un apelativo con el que no comulgan sus votantes— y el catalán todavía sigue en proceso de reconocimiento en la Unión Europea —pese a los esfuerzos del ministro José Manuel Albares—. En definitiva, la grandilocuente épica procesista ha chocado con el pragmatismo. O el tiempo ha demostrado que esas no eran las “condiciones previas” de la investidura, sino que eran la negociación en sí misma, junto a la amnistía, para tratar de ocultar la renuncia al referéndum.

Así que Puigdemont quería investir a Pedro Sánchez y volver a la gobernabilidad, pero sin que se notara. Dos son los motivos que explican ese giro. En Cataluña, cada vez más votantes afines a la ruptura creían que sus partidos no servían para nada, ni para la independencia, ni tampoco para mejoras tangibles. En cambio, los indultos dejaron a ERC hundida electoralmente, al ser vistos como una medida de gracia para las “élites”. ¿Cómo podía lidiar Puigdemont con dos premisas tan contradictorias: ofrecer pragmatismo, y a la vez, pedigrí independentista? La respuesta: tratar de parecer distinto a Esquerra, mientras se volvía a la senda pactista.

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La coreografía de Puigdemont le retrata: ha hecho casi lo mismo que sus rivales, renunciar a la ruptura, pero con esencias distintas. No bastaban unos indultos como los de Junqueras, sino que querían un perdón general a todas las causas. No pedían un “relator” sino un “verificador de los acuerdos”. El propio Junts fue muy crítico con la “mesa de diálogo” de los republicanos, aunque el PSOE ya les dijo que no aceptarían la autodeterminación, y aun así, siguieron negociando.

Y se infiere que Puigdemont quería investir a Sánchez porque ha asumido varias renuncias tácitas. No sólo es que el referéndum como tal no fuera una línea roja en su comparecencia del 5 de septiembre. Ahora da igual que el Consell de la República no esté de acuerdo con apoyar la investidura del líder socialista —el órgano no vincula a Junts, y votaron muy pocos, pero no deja de ser la camarilla de Puigdemont—. Da lo mismo la resolución del Parlament donde se hablaba de “dar pasos” hacia el referéndum, cuando el independentismo ya solo puede aspirar a algún gesto de reconocimiento sobre las esencias nacionalistas. El partido puede driblar, si quiere, la consulta a la militancia sobre el acuerdo final con los socialistas.

El caso es que el PSOE ha tenido que ceder al relato de Junts, a conveniencia propia, como Sánchez reconoció en el comité federal. Ejemplo es que se registre la amnistía antes del pleno de investidura, o incluso, defenderla ante su partido en el marco de los “hechos comprobables” que pedía el líder de Waterloo para ganar confianza con el presidente. La obsesión de Sánchez es lograr un acuerdo de legislatura. No sería de extrañar una negociación de Presupuestos o que el PSC se acercara a Junts en Cataluña.

Aunque la épica de Puigdemont ha calado más de lo que parece. Se dice estos días que debe renunciar a la “unilateralidad” si quiere la amnistía, sin entender que eso sólo implica hacerles el juego. La realidad es que tanto ERC como Puigdemont renunciaron tácitamente desde el mismo año 2017, y la prueba es que esos partidos no han vuelto a cometer ningún hecho parecido. Lo saben sus propios votantes, que en 2018 empezaron a llamar al Govern de Quim Torra el govern de Vichy, el de la “ocupación”, porque fingía algaradas en público —el famoso “apreteu” a los CDR— mientras que la Generalitat no dio ni un paso más hacia la independencia desde la fecha. Exigir la renuncia a la unilateralidad será legítimo, pero desluce que el Estado de Derecho ya ha vencido, y que el temor a más penas de prisión sigue siendo hoy el principal disuasor de más hechos secesionistas.

Así que Junts ya se ha rendido, pero quién sabe si es verdad que ha sabido venderlo mejor que Junqueras. Bajo los tuits de “adelante, president” había usuarios que decían: “No os he votado para que hagáis presidente a Sánchez” o bien “Sois otros vendidos”. Puigdemont ha jugado fuerte asumiendo que el fin del procés como se conocía es inminente, aunque claro está, no vayan a aceptarlo nunca públicamente.

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Sobre la firma

Estefanía Molina
Politóloga y periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Es autora del libro 'El berrinche político: los años que sacudieron la democracia española 2015-2020' (Destino). Es analista en EL PAÍS y el programa 'Hoy por Hoy' de la Cadena SER.
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