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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aitana Bonmatí como símbolo

El Balón de Oro para la futbolista de la selección española y del FC Barcelona culmina una temporada excepcional

Aitana Bonmatí, con el premio Balón de oro 2023, el pasado lunes en París.
Aitana Bonmatí, con el premio Balón de oro 2023, el pasado lunes en París.MOHAMMED BADRA (EFE)
El País

En una temporada marcada por las reivindicaciones, es hora de subrayar una vez más el talento y el buen hacer, la entrega, la fortaleza de carácter, la ambición deportiva, la perseverancia, la voluntad de no abandonar un sueño y de pelear por él a pesar de las dificultades. Todas estas cualidades las tiene Aitana Bonmatí, que el lunes recibió en París el Balón de Oro que cada año otorga la revista France Football.

El prestigioso galardón reconoció así la brillante temporada de Bonmatí, que lo ha ganado todo en los últimos meses: ejerció de motor de la selección española que se llevó la copa en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda —donde fue por otro lado la jugadora mejor valorada (MVP)— y obtuvo con el FC Barcelona la Liga, la Champions y la Supercopa, siendo también MVP en estas dos últimas competiciones, amén de la mejor del año para la UEFA.

“Soy una culé convencida”, ha dicho del club en el que ha crecido hasta convertirse en uno de sus indiscutibles valores, como lo es Alexia Putellas, que se llevó este mismo premio en sus dos ediciones anteriores. Aitana Bonmatí tenía siete años cuando empezó a darle al balón, y ya entonces, siendo la única chica en un equipo de chicos, empezó a sufrir las burlas de sus compañeros. El detalle es anecdótico, pero revela el contexto en el que, tantas como ella, tuvieron que aprender a sobreponerse para dedicarse a lo que les gustaba. Sin esa prolongada batalla, el fútbol que juegan las mujeres no habría alcanzado hoy la relevancia que empieza a tener.

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Bonmatí y el resto de sus compañeras se han visto obligadas a jugar además otro partido: el de los derechos sociales y laborales. Su generación ha conseguido, tras los años de lucha anónima de muchas pioneras, títulos que no tienen que ver con la destreza deportiva: mejorar el convenio colectivo de la Liga Femenina y conseguir que el salario mínimo de las profesionales subiera de 16.000 a 21.000 euros, forzar cambios en la Federación española tras señalar los comportamientos machistas de su ya expresidente, Luis Rubiales, empezar a renovar viejas estructuras anquilosadas y obtener mejoras que protejan a las jugadoras.

“Somos referentes y tenemos una responsabilidad en el campo y fuera de él”, dijo al recibir el Balón de Oro. “Debemos ser más que atletas, seguir liderando desde el ejemplo y seguir luchando juntas por un mundo en paz e igualitario”. Sus palabras resumen las exigencias que tuvieron que hacer propias, para luchar por el reconocimiento y la igualdad, todas esas jugadoras a las que hoy, convertida en un símbolo para la sociedad española, representa Aitana Bonmatí.

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