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El espacio-tiempo laboral

Los países donde se trabajan menos horas son más productivos. Pero la mayor productividad no es el resultado de reducir la jornada, sino al revés

Varios trabajadores en una oficina de Málaga.
Varios trabajadores en una oficina de Málaga.Garcia-Santos
Víctor Lapuente

Reducir el tiempo de trabajo, ¿dilata el espacio para otras actividades o lo absorbe como un agujero negro? Para saber si la propuesta de reducir la semana laboral a 37,5 horas nos beneficia, necesitamos la teoría de la relatividad. O la física cuántica, porque yo siento que estoy en dos lugares a la vez.

Hay un Víctor que ve el descenso de las horas de trabajo como un avance inexorable en los derechos sociales. Un logro que despierta recelos en sectores conservadores que se esfumarán en pocos años, como pasó con el divorcio o las leyes LGTBI. Ese Víctor ha mirado la discusión parlamentaria en 1983 que fijó la semana laboral en 40 horas. El representante del Grupo Popular predijo entonces: “Nosotros creemos que habrá más desempleados”. Y que la ley “atosiga y restringe los límites de la negociación entre la patronal y los sindicatos, por lo que supone un atentado a la autonomía de las partes” y que “va a perjudicar nuestra competitividad con otros países europeos”. Idénticas a las quejas que hemos oído estos días, aunque el vocabulario ahora es más simple.

Y hay otro Víctor que dice que no estamos en 1983, sino en 1936, cuando muchos reclamaban la jornada de seis horas, anticipándose quizás en demasía a las circunstancias del momento. Ese Víctor ve dos divergencias notables con los ochenta. Primero, la evolución de la productividad. Mientras que durante las últimas décadas del siglo pasado estábamos recortando el diferencial con Alemania, en las primeras décadas de este lo hemos ampliado. Hoy nuestra productividad es una de las que menos crece en Europa.

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Los países donde se trabajan menos horas son más productivos. Pero la mayor productividad no es el resultado de reducir la jornada, como algunos insinúan, sino que es al revés: cuando una nación es más productiva puede permitirse el lujo de trabajar menos.

Pero acortar la semana laboral no solo puede molestar a los empresarios, sino también a muchos trabajadores, porque puede agudizar todavía más la dualidad del mercado laboral. El millón de empleados del sector privado, y los tres del público, que ya trabajan por convenio menos de 40 horas, podrían reducirlas, gracias a sus poderosos sindicatos, a 37 o incluso 35 horas manteniendo el mismo sueldo, aunque ¿es verosímil para los nueve millones que trabajan más de 40? Ojalá. Pero, si no, unos serán más libres y, los otros, menos iguales.

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