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Columna
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Dos horas y media para la vida

El problema no es vivir con pasión, casi obsesión, tu trabajo; el problema es que esa dedicación absoluta no sea garantía de nada

Un hombre organiza un puesto en el mercado de la Encarnación de Sevilla.
Un hombre organiza un puesto en el mercado de la Encarnación de Sevilla.PACO PUENTES
Najat El Hachmi

Al leer la noticia del acuerdo para rebajar en dos horas y media la jornada laboral salté de alegría. Qué tiempo tan precioso que va a pasar del montante del trabajo al de la vida, dos horas y media más para cuidar hijos, atender a los mayores o para hacer cualquier cosa que a una le apetezca sin que deba ser productivo, dos horas y media que van a escapar a la dinámica mercantilista de la vida, del utilitarismo del ciudadano medio que si no rinde se le hace notar y creer que sobra, que está de más.

No sé quién dirige el sistema, pero qué bien le funciona eso de que haya masas enteras de población en vilo porque podrían no tener con qué ganarse el pan (que está muy caro). Cuando la cosa es al revés, nada funcionaría si no hubiera trabajadores. Pero bueno, no me voy a poner yo marxista ahora no sea que me llamen viejuna.

El caso es que la alegría de ganarme esas dos horas y media de vida me duró unas milésimas de segundo, las que tardé en acordarme de que soy autónoma y como tal voy a ver pasar por delante cualquier mejora laboral como se observa la felicidad en vidas ajenas o que al vecino le toque la lotería (esto me pasó de verdad).

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Así que voy a seguir autoexplotándome y pagando mi cuota, trabajando sana o enferma, comiéndome fines de semana y vacaciones, tardes frente al ordenador con los niños viendo la tele o entretenidos con la tablet (no más de media hora, lo juro). Continuaré empeñada en dedicarme a este oficio aunque no sepa muy bien qué será de mí el día de mañana. La perspectiva de ser una vieja pobre la tengo más que asumida pero no me quejo porque al fin y al cabo soy yo misma la que no he tenido nunca trazada una línea clara entre vida y escritura. El problema no es vivir con pasión, casi obsesión, tu trabajo; el problema es que esa dedicación absoluta no sea garantía de nada.

Quienes sí pueden quejarse y con razón son los asalariados que cotizan media jornada y trabajan una y media, esos que ya quisieran poder hacer solo 40 horas. Nos dirán que es ley y que los abusos habrá que perseguirlos, pero ¿cómo vas a abrir la boca contra la empresa cuando el despido sigue siendo tan barato como lo dejó Rajoy?

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