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COLUMNA
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Volando

El vuelo democrático está retrasado. Quizá tenga la culpa una tremenda sobrecarga provocada por las mercancías de quienes desacreditan la política y los equipajes de quienes ridiculizan las ideas de libertad, igualdad y fraternidad

Aviones de Iberia en el aeropuerto de Madrid.
Aviones de Iberia en el aeropuerto de Madrid.Efe

Los altavoces del aeropuerto avisan: debemos estar atentos a las pantallas porque los vuelos pueden sufrir cambios. Me acerco, compruebo que mi embarque sigue en hora, pero advierto que el vuelo democrático está retrasado. Pienso que quizá tenga la culpa una tremenda sobrecarga. En la bodega de ese vuelo, hay demasiado peso. Las mercancías de los que trabajan para desacreditar la política se juntan con los equipajes de los que ridiculizan y deterioran con sus 30 mondas las ideas de libertad, igualdad y fraternidad. Además de las mentiras calculadas, se amontonan profundas dinámicas de rencores. A estas alturas, las propias de 2.023 pies sobre la tierra, es posible que la gente afectada por el desamparo sienta simpatía por la abstención, los circos populistas o las consignas antisistema. Tiempo de vuelos resabiados.

Por eso, en las sillas de las redes se sientan unos pasajeros vueltos del revés a conciencia. El que sueña con la justicia social ilustrada tiene aspecto de guerrillero bolivariano. Quien defiende los valores del feminismo parece una cotorra histérica dispuesta a sacarle los ojos a los hombres, una cómplice de las razas inferiores que, a causa del respeto a la diversidad, pretenden atentar contra la jerarquía del varón blanco. Y quien llora un genocidio y un hospital transformado en cámara de gas adquiere la silueta altiva de un nazi sin remedio.

Era de esperar. Los altavoces anuncian que el embarque de mi vuelo cambia de puerta. Por problemas de espacio, se bajarán a la bodega todos los equipajes de cierto tamaño. No caben las maletas con declaraciones de derechos humanos, ni la fe en las organizaciones internacionales, ni la confianza en los Estados nacidos para defender los viajes espaciales de la democracia. ¡Houston, tenemos un problema! Un problema contigo, con nosotros mismos. Pero no culpo a nuestros deseos de volar, sino al estado de los aeropuertos, los controladores y las aerolíneas.

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