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Anatomía de Twitter
Columna
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Maneras de hablar de la paz

La guerra entre Israel y Hamás es la materia prima ideal para un algoritmo que premia los exabruptos y castiga la reflexión

Un hombre corría el sábado con dos niños en brazos tras un ataque de Israel sobre Gaza.
Un hombre corría el sábado con dos niños en brazos tras un ataque de Israel sobre Gaza.MOHAMMED SABER (EFE)
Francesco Manetto

Hay momentos, cada vez más frecuentes, en los que hablar desde la comodidad de X —Twitter para los nostálgicos— distorsiona el propio objeto de la conversación. La guerra entre Israel y Hamás es la materia prima ideal para un algoritmo que premia los exabruptos y castiga la reflexión. Y eso convierte el ágora de la red social en algo parecido a un circo romano. Comodidad porque es sencillo hacer de cada conflicto un asunto de aplausos y abucheos, de los míos y de los tuyos. Y distorsión porque el efecto resulta desolador: ver la complejidad histórica y la muerte convertidas en unas fichas al servicio de los equilibrios de la política local, de las teorías conspirativas y de la desinformación.

Esta es una obviedad. O debería serlo. Pero en una discusión determinada por la violencia, el ataque de Hamás, el ultimátum de Israel a la población de Gaza, la emergencia humanitaria y la inminente invasión, no tiene cabida lo obvio. Así, incluso las condenas, los llamamientos a la paz o al derecho internacional acaban a menudo en el terreno más superficial de las filias y fobias. Ha sucedido esta semana en América Latina, donde al igual que en el resto del mundo algunos de los principales dirigentes políticos se han volcado en la disputa.

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El más activo en la región es el colombiano Gustavo Petro, quien ha dejado un reguero de mensajes. En uno de los primeros afirmaba, en respuesta a una invitación del embajador de Israel, que él ya visitó el campo de concentración de Auschwitz y que ahora lo ve “calcado en Gaza”, lo que le costó las críticas de la comunidad judía. Y en uno de los últimos, un largo post que comienza con el comentario a un artículo de Daniel Barenboim publicado por EL PAÍS, llega a aseverar: “Dicen que apoyo a Hamás, como antes decían que apoyaba a las FARC. Hamás es el invento del Mosad para dividir el pueblo palestino y tener la excusa de castigarlo”.

Petro, que en su juventud militó en la extinta guerrilla del M-19, es un presidente de izquierdas que ha hecho de la paz y la búsqueda de la convivencia el eje de su proyecto político. La cuestión es que, si quiere hablar la paz también en Oriente Próximo, en este caso acaba hablando de otra cosa o dando pie a otro debate, con tintes de propaganda o sobre sí mismo. Luiz Inácio Lula da Silva es otro líder progresista que se pronunció sobre el conflicto, pero lo hizo desde el sosiego diplomático, dirigiéndose a António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, y pidiendo “un alto el fuego en defensa de los niños israelíes y palestinos”. “Hamás debe liberar a los niños israelíes que han sido secuestrados de sus familias, Israel debe cesar los bombardeos para que los niños palestinos y sus madres puedan salir de la franja de Gaza”, escribió el presidente de Brasil, que ocupa este mes la presidencia del Consejo de Seguridad.

Hay otro dirigente latinoamericano de izquierdas que fue diáfano en manifestar su repudio. “En el dolor no hay empates posibles”, comentó el chileno Gabriel Boric. “Condenamos sin matiz alguno los brutales atentados, asesinatos y secuestros de Hamás. Nada puede justificarlos ni relativizar su más enérgico rechazo. Condenamos también los ataques indiscriminados contra civiles que lleva adelante el ejército de Israel en Gaza”. Y continuó instando a alcanzar la paz y el reconocimiento del derecho a existir de Palestina e Israel.

Los pronunciamientos de Lula y de Boric son un ejemplo de lo que se puede difundir a través de X sin importar las conversaciones dominantes en la red social. Uno de esos pozos tuiteros fue la semana pasada la supuesta información sobre la decapitación de niños a manos de Hamás. Un abismo tan terrible de la razón que provocó un traspié del propio Joe Biden. “Nunca pensé que vería y tendría confirmadas fotografías de terroristas decapitando a niños”, dijo sobre la atrocidad en un encuentro con líderes de la comunidad judía. La Casa Blanca rectificó al presidente poco después.

Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.
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