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GUERRA ENTRE ISRAEL Y GAZA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Si negamos la humanidad de los demás estaremos perdidos

Aunque no hay justificación para los bárbaros actos de Hamás, la única salida del conflicto palestino-israelí será sin fuerza armada ni ocupación. Nuestro mensaje de paz debe ser más fuerte que nunca

Guerra entre Israel y Gaza
Equipos de defensa civil y residentes, durante una operación de búsqueda y rescate alrededor de edificios destruidos por los bombardeos israelíes en el municipio de Jan Yunis (Gaza), este sábado. Mustafa Hassona (Anadolu / Getty Images)
Daniel Barenboim

Los actuales acontecimientos en Israel y Gaza nos han conmocionado profundamente a todos. No hay justificación para los bárbaros actos terroristas de Hamás contra civiles, incluidos niños y bebés. Debemos reconocer este hecho y hacer una pausa. Pero el siguiente paso es, por supuesto, la pregunta: ¿y ahora qué? ¿Nos rendimos ante esta terrible violencia y dejamos “morir” nuestra búsqueda de la paz, o seguimos insistiendo en que debe y puede haber paz?

Estoy convencido de que tenemos que continuar y de que debemos tener presente el contexto más amplio del conflicto. Nuestros músicos del West-Eastern Divan, nuestros alumnos de la Academia Barenboim-Said, casi todos están directamente afectados. Muchos de los músicos viven en la región, y los demás también tienen muchos vínculos con su tierra natal. Esto refuerza mi convicción de que solo puede haber una solución a este conflicto: sobre la base del humanismo, la justicia y la igualdad, y sin fuerza armada ni ocupación.

Nuestro mensaje de paz debe ser más fuerte que nunca. El mayor peligro es que todas las personas que tan ardientemente desean la paz se vean ahogadas por los extremistas y la violencia. Pero cualquier análisis, cualquier ecuación moral que podamos elaborar, debe tener como base este entendimiento básico: hay personas en ambos bandos. La humanidad es universal y el reconocimiento de esta verdad por ambas partes es el único camino. El sufrimiento de personas inocentes en ambos bandos es absolutamente insoportable.

Tropas israelíes se reúnen en un punto no revelado a lo largo de la frontera con Gaza, el 14 de octubre.
Tropas israelíes se reúnen en un punto no revelado a lo largo de la frontera con Gaza, el 14 de octubre. ATEF SAFADI (EFE)

Las imágenes de los devastadores atentados terroristas de Hamás nos rompen el corazón. Nuestra reacción lo demuestra claramente: la voluntad de empatizar, la disposición a empatizar con la situación de los demás es esencial. Por supuesto, y especialmente ahora, también hay que dar cabida a los miedos, la desesperación y la ira, pero en el momento en que esto nos lleve a negar la humanidad de los demás, estaremos perdidos. Cada persona puede cambiar las cosas y marcar la diferencia. Así es como cambiamos a pequeña escala. A gran escala, depende de la política.

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Debemos ofrecer otras perspectivas a quienes se sienten atraídos por el extremismo. Al fin y al cabo, en su mayoría son personas completamente carentes de perspectiva y desesperadas que se entregan a ideologías asesinas o extremistas y encuentran allí un hogar. La educación y la información son igualmente esenciales, porque hay muchas posturas basadas en una desinformación absoluta.

Para reiterarlo con toda claridad: el conflicto palestino-israelí no es un conflicto político entre dos Estados por las fronteras, el agua, el petróleo u otros recursos. Es un conflicto profundamente humano entre dos pueblos que han conocido el sufrimiento y la persecución. La persecución del pueblo judío durante 20 siglos culminó en la ideología nazi que asesinó a seis millones de judíos. El pueblo judío acariciaba un sueño: una tierra propia, una patria para todos los judíos en lo que hoy es Palestina. Pero de este sueño se derivaba un supuesto profundamente problemático, fundamentalmente falso: una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra. En realidad, sin embargo, la población judía de Palestina durante la Primera Guerra Mundial era solo del 9%. Por tanto, el 91% de la población no era judía, sino palestina, cultivada durante siglos. El país difícilmente podía calificarse de “tierra sin pueblo” y la población palestina no veía razón alguna para renunciar a su propia tierra. El conflicto era, pues, inevitable, y desde su inicio los frentes no han hecho sino endurecerse aún más a lo largo de generaciones. Estoy convencido: los israelíes tendrán seguridad cuando los palestinos puedan sentir esperanza, es decir, justicia. Ambas partes deben reconocer a sus enemigos como seres humanos e intentar empatizar con su punto de vista, su dolor y su angustia. Los israelíes también deben aceptar que la ocupación de Palestina es incompatible con esto.

Daniel Barenboim sube al escenario con la orquesta West-Eastern Divan, el 19 de agosto, en Berlín.
Daniel Barenboim sube al escenario con la orquesta West-Eastern Divan, el 19 de agosto, en Berlín.Gerald Matzka (dpa / picture alliance / Getty)

La experiencia clave: mi amistad con Edward Said

Para mi comprensión de este conflicto de más de 70 años, mi amistad con Edward Said es la experiencia clave. Hemos encontrado el uno en el otro una contraparte que puede llevarnos más lejos y ayudarnos a ver al supuesto otro con más claridad y a comprenderlo mejor. Nos hemos reconocido y encontrado en nuestra humanidad común. Para mí, nuestro trabajo conjunto con el West-Eastern Divan, que encuentra su continuación lógica y quizá incluso su culminación en la Academia Barenboim-Said, es probablemente la actividad más importante de mi vida.

En la situación actual, nos preguntamos naturalmente por la importancia de nuestro trabajo conjunto en la orquesta y la academia. Puede parecer poca cosa, pero el mero hecho de que músicos árabes e israelíes compartan podio en cada concierto y hagan música juntos tiene un valor inmenso para nosotros. A lo largo de los años, gracias a esta forma común de hacer música, pero también a nuestras innumerables y a veces acaloradas discusiones, hemos aprendido a comprender mejor al supuesto otro, a acercarnos a él y a encontrar puntos en común en nuestra humanidad y en la música. Empezamos y terminamos todas las discusiones, por controvertidas que sean, con el entendimiento fundamental de que todos somos seres humanos iguales, que merecemos la paz, la libertad y la felicidad. Esto puede sonar ingenuo, pero no lo es: porque es esta comprensión la que parece estar completamente perdida en el conflicto de ambos bandos hoy en día.

Nuestra experiencia demuestra que este mensaje ha llegado a muchas personas de la región y de todo el mundo. Debemos, queremos y seguiremos creyendo que la música puede acercarnos en nuestra humanidad.

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