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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Investidura frustrada

El PP celebra a Feijóo como líder de la oposición tras perder la primera votación

Núñez Feijóo, este miércoles en la segunda jornada del debate de su investidura en el Congreso.
Núñez Feijóo, este miércoles en la segunda jornada del debate de su investidura en el Congreso.Sergo Pérez (EFE)
El País

La votación en el Congreso de la investidura de Alberto Núñez Feijóo como aspirante a la presidencia del Gobierno no deparó este miércoles sorpresas. Llegó al hemiciclo con el apoyo de Vox, UPN y CC y salió con ese mismo respaldo, lo que contabiliza 172 síes frente a la mayoría absoluta de 178 que votó no. El PP ha levantado un cordón sanitario ante el resto de la Cámara que lo deja encerrado con la ultraderecha después de meses de llamar o compartir fotos y gobiernos autonómicos con quienes llaman a sus señorías inmorales, golpistas o filoetarras.

La adhesión a Feijóo de los 33 diputados de Vox impide al líder popular cualquier aproximación a ninguna de las formaciones nacionalistas vascas o catalanas. Cuando los resultados del 23-J le obligaron a rectificar para cortejar tanto al PNV como a Junts ya era tarde. Resignado a quedarse a cuatro votos de La Moncloa y tratando de hacer de la incapacidad virtud, durante las dos jornadas del debate desplegó un brutal argumentario contra las fuerzas independentistas de izquierdas y de reproches a las conservadoras por estar dispuestas a apoyar a Pedro Sánchez.

Se trata de grupos parlamentarios que en ocasiones parecidas tuvieron en su mano la llave de la gobernabilidad en España. Hoy vuelven a tenerla en un panorama de mucha mayor fragmentación parlamentaria. En distintas etapas, los nacionalismos vasco y catalán facilitaron con sus votos distintos gobiernos del PP y del PSOE, que recompensaron ese apoyo con importantes cesiones de poder territorial o en relación con la política antiterrorista: tras ganar en precario las elecciones de 1996, José María Aznar recibió los votos de PNV y de CiU para ser presidente. Poco después, se excarceló a 180 etarras, 135 más fueron acercados a Euskadi y se invitó a volver a 304 prófugos. Esa realidad, que ha marcado la historia reciente, ha saltado hecha añicos. Cualquier posibilidad de acuerdo del PP con esas formaciones es hoy una quimera debido a la cohabitación de los populares con la formación de Santiago Abascal, que reniega incluso del Estado de las Autonomías, aunque no renuncie al poder autonómico.

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La principal novedad que deja la investidura es el aterrizaje del líder popular en la realidad en dos aspectos. Por un lado, los votos de Vox le son imprescindibles y ha puesto fin a sus esfuerzos anteriores al 23-J para no mencionarlos ni fotografiarse con Abascal. Por otro, Feijóo parece haber llegado a la conclusión de que no puede ser líder del partido contra su sector duro y su nutrido aparato mediático.

Semanas atrás, amagó con afrontar la búsqueda de un mejor “encaje territorial de Cataluña”, para desdecirse luego por presiones furibundas desde sus propias filas. Pese a sus apelaciones al corazón conservador de PNV y Junts, Feijóo terminó dibujando desde la tribuna del Congreso un modelo territorial que bebe del concepto de España que desplegó Aznar en su mayoría absoluta. Pero han pasado 20 años y el mundo y España responden a realidades muy diferentes. Es difícil construir mayorías en 2023 atrincherado en el pasado. “¿Es propio de un partido de Estado lanzar arengas contra la mitad del país?”, le espetó el peneuvista Aitor Esteban.

Este viernes se repite la votación de investidura en el Congreso de los Diputados. Entonces será precisa tan solo una mayoría simple. No se esperan sorpresas. El shock popular por el inesperado resultado del 23-J da sus últimos coletazos en el entusiasmo con el que la derecha celebra que su líder se haya consagrado como jefe de la oposición.


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