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Investidura
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aperitivo por la igualdad y brindis por Ayuso, la Eva Perón de Chamberí

“De ninguna manera”, repitió la presidenta madrileña, y así continuó, porque la gente reunida en el centro de la capital quería más de ella

Ángeles Caballero

La España de 2023 no quiere estadistas. Perdón, esta España reunida en esta mañana de domingo. No fibriló demasiado cuando, tras horas de espera en la plaza de Salvador Dalí de Madrid, salió José María Aznar al escenario y se puso a hablar como si soltara una lección magistral de Derecho Constitucional. Tampoco se licuó, que diría Federico Jiménez Losantos, cuando Mariano Rajoy explicó que lo mejor que se pudo hacer en otoño de 2017 fue cumplir con la ley y aplicar el artículo 155.

Porque la España reunida en los alrededores del Wizink Center, siempre conocido como Palacio de los Deportes, rugía por ver a la Eva Perón de Chamberí, la de Sotillo de la Adrada. Esa que habla de una España viva, jaranera, que se esfuerza, esta España en la que los pueblos se vacían, el campo se seca, los niños escasean, la gente se cabrea y el público se mea. Ella, una vez más, se los ha merendado a todos a la hora del aperitivo.

“De ninguna manera”, repitió Isabel Díaz Ayuso en el primero de los párrafos escritos en su discurso. Y así continuó uno tras otro. Y la gente quería más de ella, con la fuerza de los mares y el ímpetu del viento. Si les hubiera leído el horóscopo, al cielo (de los astros) con ella. “Antes de volver al autobús a las dos y media, una foto con la Isabel”, decían militantes del PP valenciano. Unos de Burriana, otros de Villarreal, todos de y dicen que con España. Compran banderas a un euro, aunque lo que necesitan es crema solar.

“Se trata de convencer a los socialistas que se han equivocado, que entiendan que esto no es más que una ruina. En vez de buscar inversiones, buscan impuestos y paguitas que damos a todo el mundo”, decía uno. Que venga Felipe, pedía otro. No sabemos si González o de Borbón.

El público respondía con abucheos las imágenes de Sánchez ―una pancarta lo llamaba “sicópatar”, en claro homenaje a don Gregorio Sánchez Fernández [Chiquito de la Calzada]―, y respondió con escuetos “olé”, “claro que sí”, “eso es”, “sí señor” cada intervención. Faltó “vamos, Rafa”, pero ese era el espíritu. “Qué tranquilines somos los del PP, que solo decimos presidente tres veces”, decía una señora que utilizó una pancarta con el lema “Feijo, fijo” (sic) como visera. Otra (pancarta, no señora) llamaba a Yolanda Díaz “comonista, no pises Galicia” (sic). Conviene repasar los textos antes de enviarlos a imprimir.

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La cosa tenía su trampa, claro, porque quién demonios va a estar en contra de la igualdad de los españoles, del diálogo, del cumplimiento de la Constitución. Y también la cosa tuvo su banda sonora. Miami me lo confirmó, cantaba Gente de Zona con Marc Anthony; Dani Martín, la canción de Física o química, Barbie Girl de Aqua. Todo un homenaje a los que estudiaron la EGB.

Alberto Núñez Feijóo tenía muchas más ganas de coger un Alsa dirección Santiago de Compostela que de salir a hablar, así que imaginen las que tiene de acudir en 48 horas al Congreso de los Diputados. Con un claro guiño a los socialistas buenos. Mientras, los otros, “ni son progresistas, ni son socialistas, ni son mayoría”. Dijo que el PP, al contrario de otros, respeta a sus mayores. Lo dice el presidente del partido que en Madrid activó un protocolo que rechazaba el traslado de los ancianos de las residencias al hospital durante la primera ola de coronavirus.

Cerca de la cervecería Calvin, mientras termina de hablar Feijóo, un niño de apenas dos años corre con el pañal puesto, empuña una bandera y grita: “¡España!”. Su abuela lo coge en brazos, le enseña la ingente masa de gente que tiene delante y le dice: “Cariño, eso que ves ahí es España”. El día que despierten de la ensoñación, como lo hicieron los de la DUI [Declaración Unilateral de Independencia], van a flipar en colores.

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