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COLUMNA
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El microbioma y otros cuentos

Padecemos una inflación de chamanes, farsantes y pelmazos que se apoyan en unos descubrimientos científicos que ni entienden para montarse un potaje paranormal y hacer negocio con la ignorancia

Microbios
Imagen del microbioma intestinal.Oleksandra Troian (Getty Images/iStockphoto)
Javier Sampedro

Padecemos una inflación de chamanes, farsantes y pelmazos que se apoyan en unos descubrimientos científicos que ni entienden para montarse un potaje paranormal y hacer negocio con la ignorancia del vulgo, esa gente que se informa por X, el artista antes llamado Twitter. Aquí llega un listillo, se lee por encima el artículo de Wikipedia sobre Niels Bohr y se inventa no sé qué psicología cuántica —psicología cuéntica, la llama una amiga mía— que no serviría para nada ni aun cuando se entendiera lo que dice. Aquí hay peluquerías que anuncian en su escaparate tratamientos con células madre para novias. Aquí hay universidades que han ofrecido cursos oficiales de homeopatía, ese cuento francés que ha estafado a millones de personas supuestamente cultas, y que encima aduce una similitud con las vacunas que debería estar tipificada en el Código Penal. El analfabetismo científico de la población, que empieza a alcanzar niveles intolerables, es el sustrato perfecto para que las fuerzas de la oscuridad vendan sus pócimas repugnantes a precio de petróleo. Hoy nos toca el microbioma.

Sí, el microbioma existe. Es el conjunto de bacterias que viven en nuestro cuerpo, sobre todo en el intestino. Y sí, las últimas dos décadas han presenciado un incremento del interés científico en estos microorganismos, sobre todo porque la genómica ha permitido una investigación detallada de su naturaleza. La ciencia es oportunista por definición, pues se ocupa en cada época de las cosas que pueden hacerse y financiarse. Cada año se publican miles de papers (artículos profesionales revisados por pares) sobre el microbioma y sus posibles aplicaciones a la medicina, como futuros tratamientos para la enfermedad inflamatoria intestinal y la prevención de las crisis cardiovasculares. Hay ciencia genuina y dinero público bien invertido detrás de estas investigaciones.

Pero entonces llegan los mitos urbanos, las exageraciones y los sainetes de Arniches. “Muchos alegatos sin base, o con poca base, se han convertido en ‘hechos’ mediante la repetición constante”, escriben en Nature Microbiology los especialistas Alan Walker y Lesley Hoyles. Seguro que les suena esa técnica. Es la misma que utilizan los intoxicadores políticos y mediáticos para moldear la realidad a sus intereses. El microbioma es importante, pero más importante aún es refutar el alud de mentiras y estupideces que nos aplasta.

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Para empezar, el microbioma se lleva investigando desde el siglo XIX, aunque entonces no se llamara así. La principal bacteria del intestino humano, Escherichia coli, con la que tanto trabajé en mis años de rata de laboratorio, se identificó en 1885, y los ahora famosos bífidos de los yogures se conocen desde 1899. También puedes haber oído, o incluso leído en cierta literatura científica, que el microbioma de una persona pesa dos kilos, y que comprende un billón de bacterias por gramo de heces. Falso de nuevo. Pesa medio kilo y tiene entre 10 y 100 veces menos esa cifra de bacterias. Otra: hay 10 células bacterianas por cada célula humana. Tampoco. Están igualadas una a una. Las pretensiones pseudomédicas (todas las enfermedades tienen su patobioma, la obesidad se debe a las variaciones de ciertas bacterias) tampoco se sujetan. Si no cortáis todo ese rollo, la gente acabará tirando al bebé con el agua sucia del baño.

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