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LA BRÚJULA EUROPEA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Zelenski se pasó (y tuvo que dar marcha atrás)

El presidente de Ucrania calificó de “absurdo” el pacto que alcanzaron los aliados de la OTAN. Sentó mal. Un recordatorio de la importancia de medir palabras

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante una conferencia de prensa en la cumbre de la OTAN en Vilnius el pasado día 12.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante una conferencia de prensa en la cumbre de la OTAN en Vilnius el pasado día 12.Pavel Golovkin (AP)
Andrea Rizzi

A mediodía del 11 de julio, de repente, Volodímir Zelenski se pasó. Es nutrida la legión de aquellos a los que se les va alguna vez la mano en Twitter, basta darse un paseo por ahí para darse cuenta, pero esta no fue una pasada cualquiera, sino una que tuvo que cabrear bastante al presidente de los Estados Unidos —mayor potencia mundial— y a los líderes de varias de las principales fuerzas militares del planeta, todos ellos reunidos en plena cumbre de la OTAN, todos ellos grandes y esenciales valedores de Ucrania en su resistencia contra la agresión rusa.

Zelenski calificó de nada menos que “absurdo” —en medio de varios reproches— el compromiso alcanzado por los aliados en Vilnius con respecto a las perspectivas de adhesión de Ucrania a la OTAN. Manifestaba su frustración porque la OTAN alejaba hacia un futuro indefinido no ya la integración de Kiev, sino incluso la invitación a integrarse, afirmando que esta llegará cuando se den las condiciones y haya consenso entre los aliados.

Los argumentos de Zelenski son legítimos. Pero descalificar como absurdo el acuerdo alcanzado por 31 gobiernos democráticos fue un error de primero de curso. Un recordatorio a escala mundial de la importancia de medir bien palabras, considerar a fondo la posición de los demás, evitar la tentación de la hipérbole. En redes se nota mucha caída en la tentación. No hacen falta palabras gruesas ni estocadas supuestamente ingeniosas para defender principios o intereses. Basta con ideas y datos.

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Probablemente, Zelenski pensaba que todavía fuera posible mejorar el comunicado final con presión pública. Puede que algunos desde dentro de la alianza —¿Polonia?— le alentaran en ese sentido. El caso es que eso no ocurrió. Quien carga con el mayor peso, EE UU, no quiso, y tampoco quisieron la gran mayoría de los demás. Tienen sus motivos para ello y son legítimos porque incorporar Ucrania a la OTAN es una cuestión realmente compleja. Hay que respetar los motivos de los demás cuando son legítimos. Más aún si son de amigos.

La Administración de Joe Biden ha hecho muchísimo por Ucrania y la Europa que aborrece el régimen de Putin. Es una bendición que esta crisis haya ocurrido bajo su mandato y no bajo el de Trump. Según datos del Instituto Kiel, Washington ha comprometido unos 43.000 millones en ayuda militar a Ucrania. El primero de la UE es Alemania, con 7.500; sigue Polonia, con 3.000; Francia, Italia y España no llegan a los 1.000. Al margen de la cantidad, la calidad, y el soporte de inteligencia, asesoramiento, entrenamiento es invaluable. Todos, los europeos los primeros, deben recordar que sin este EE UU la crisis de Ucrania habría tomado un rumbo muy diferente. Esto no excluye que EE UU tenga un gran historial de errores y abusos, e incluso que la propia Administración Biden haya cometido errores. Pero en la crisis ucrania, eso es lo que hay, así de crudo.

Zelenski es una figura con rasgos titánicos, su valentía en quedarse en Kiev en los primeros dramáticos días de la invasión ha sido fundamental, galvanizando la resistencia. Ha hecho una encomiable labor política internacional; su persona, su voz grave, su gestualidad han contribuido mucho a la admirable lucha ucrania. Pero debe estar atento a medir sus palabras, como le sugirió en público el ministro de Defensa británico.

Finalmente, dio marcha atrás. En un tuit posterior afirmó: “Volvemos a casa con buenos resultados”. Entre absurdo y bueno hay un buen trecho. Cabe sospechar que, además de los consejos públicos, en privado hubo otros por parte de figuras de peso que transmitieron conceptos parecidos de forma más seca, en alguna sala de las instalaciones en las que se celebró la cumbre.

No se rompió nada, pero el episodio recuerda la importancia de medir bien qué palabras pronunciar, cuánto fiarse del consejo de cierto tipo de amigos o enorgullecerse por el aplauso de otros, pensar una vez más para entender el punto de vista de los demás, calibrar sus razones, sus méritos. En lo público, y en lo privado.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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