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Columna
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Elige tu propia extinción

El evento ‘P(doom)’ asume la certeza del apocalipsis, pero te deja elegir su sabor

Sam Altman Microsoft
El cofundador de OpenAI, Sam Altman, antes de su declaración ante el Senado de EE UU en mayo.Nathan Posner (Anadolu Agency via Getty Images)
Marta Peirano

La moda de esta temporada en las tertulias tecnológicas es preguntar cuál es tu P(doom). Es la clase de expresión que encanta a los consultores del Valle porque les hace parecer insiders. Consiste en trasplantar sin preámbulo ni azucenas una notación o expresión recurrente al lenguaje coloquial. En matemáticas y estadística, la letra P suele representar la probabilidad de un evento o condición, con el evento y/o condición sujeto entre paréntesis. En este caso, P(doom) es la probabilidad de extinción de la raza humana por culpa de la inteligencia artificial.

La pregunta es determinista en todas sus variaciones. El factor P(doom) implica la existencia de una escala reconocida, un DEFCON AI. El evento P(doom) asume la certeza del apocalipsis, pero te deja elegir el sabor. El uso de fórmulas matemáticas en conversación casual ofrece siempre una cierta ilusión de precisión que nos gusta malinterpretar como certeza. Por ejemplo, para calcular qué probabilidad hay de que salga cara al tirar una moneda, P(cara), conocemos todas las variables posibles. Si la moneda no ha sido manipulada con pesas o imanes para alterar el resultado, cualquiera puede afirmar sin temor a equivocarse que las dos variables (cara y cruz) tienen un 50% de posibilidad de salir. Por lo tanto, P(cara) es igual a 50%. Nos deja como estábamos, pero con mucha más precisión.

La ilusión es problemática. Si, antes de poner la lavadora, consultamos a los principales servicios meteorológicos del mundo sobre la probabilidad de lluvia, P(lluvia), sus sofisticados algoritmos amasarán datos atmosféricos, observaciones satelitales, mediciones en tierra y otro centenar de fuentes de información para decirnos que hay un 10% de probabilidad. Pero, cuando tu ropa se moja, dirás que la Organización Meteorológica Mundial ha fallado porque muy poca gente entiende cómo funciona la estadística, aunque todos pensamos que sí.

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Parafraseando al profesor Aaron Levenstein, las estadísticas son como bikinis: lo que muestran es sugerente, lo que tapan es crucial y lo que piensas que realmente dicen es una mezcla de la primera película que viste sobre el tema y los últimos titulares de tu timeline. Si tu generación es la mía, tu P(doom) es una mezcla de Terminator, Matrix y las declaraciones de Geoffrey Hinton, “el padrino arrepentido de la IA”. Y no te ha hecho falta leer lo que ha hecho o dicho para saber de qué se arrepiente porque un relámpago neuronal en tu cabeza lo ha transformado en el negro arrepentido de Cyberdyne Systems Corporation que sacrifica su vida para destruir Skynet. Sabes todo lo que tienes que saber.

Nuestro cerebro es un órgano predictivo que trabaja por asociaciones y ha sido entrenado durante años en la inminencia de un apocalipsis tecnológico a través de la cultura popular. Por eso preguntar a alguien por su factor P(doom) es activar una lista de escenarios catastróficos que la mente interpreta como datos, especialmente cuando los verdaderos datos no están a tu disposición. Debemos desconfiar de aquellos profetas que anuncian vagos peligros existenciales sin facilitar al mismo tiempo la información necesaria para hacer el verdadero cálculo de probabilidad. Que todos hayamos visto las mismas películas no significa que sean ciertas. Que el profeta sea el único que tiene los datos no significa que sea de fiar.

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