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anatomía de twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

@bot_el_enamorado II

Todos estamos fragmentados y rotos y heridos. Algunas mañanas más y algunas noches menos

Roland Barthes, en la biblioteca de un sanatorio, en 1943.
Roland Barthes, en la biblioteca de un sanatorio, en 1943.

En la biografía —o definición— del @bot_del_amor de Twitter, en honor a los Fragmentos de un discurso amoroso (1977) de Roland Barthes, leemos: “esto es muy obvio: son fragmentos de los fragmentos, más o menos como estar enamorado”. En el amor, como en internet, estamos fragmentados, rotos. Quizás, por este motivo, barthes el enamorado supera en poética y coherencia cualquier otro bot literario y/o filosófico. Por forma y contenido, recrea el espíritu —no solo el discurso— de un libro que simuló esa fragmentación, esa rotura, esa herida: la fragmentación y la rotura y la herida de quien ama. Y, ¿quién no ama? Todos estamos fragmentados y rotos y heridos. Algunas mañanas más y algunas noches menos. A estas alturas o a estas bajadas de la posmodernidad, la fragmentación del sujeto no nos debería sorprender. Tampoco, ya, excesivamente, obsesionarnos. Pero sí podemos sorprendernos, aún, de cómo sobrevive el Amor como un Gran Relato a diferencia del resto, también grandes, que, teóricamente, se han terminado y se han acabado según las concepciones posmodernas.

Por ello, porque el Amor es el principal eje de la Cultura Popular, es decir, de la historia de la Humanidad, me parece de justicia recuperar otras dos concepciones, quizás más antiguas, quizás más modernas, para sentirlo y pensarlo: la concepción ideal y la concepción técnica. Cuando, seguramente, lo peor y lo mejor de la posposmodernidad o de la metaposmodernidad o de la súpermegaultrahipertopemodernidad me abisma a acudir a un bot para sentirme identificada, que quiere decir lo mismo, en este caso, que saciar la necesidad de ser escuchada y comprendida en cuestiones amorosas, se hace patente una cierta idealización y una cierta tecnología. Una particular idealización que sentencia que el amor es un bot, pa’ lo bueno y pa’ lo malo. Una idealización, ciertamente, muy generacional, muy contemporánea, muy de mi siglo. Muy romántica. La idealización, en su aspecto más benévolo, siempre se vehicula a través de la metáfora. El amor, un bot. El amor, fragmentado y que fragmenta; que automatiza el sentimiento amoroso a través de la sistematización del querer, del desear, del recordar. Un bot literario y/o filosófico sistematiza el recuerdo de textos y/o autores, automatiza y sistematiza los quereres y los deseos que siempre habitan en cualquier texto. Y los fragmenta. Eso sí, solo el amor tiene el poder de automatizar y sistematizar sin renunciar al sentimiento. La tecnología amorosa, la automatización y la sistematización del vivir del enamorado, es la única que resiste, todavía, a su burocratización. ¿Cómo? A través de la intertextualidad, la hipertextualidad, la metatextualidad y la transtextualidad. He aquí, esa concepción técnica que sin la ideal no existiría. Una nos lleva a la otra, bajo el amparo, siempre, de la concepción sentimental.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
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El Drama es una de las figuras intrínsecas al amor de todas aquellas que Barthes presenta de forma sistémica y consecutiva, ordenadas alfabéticamente, en su discurso amoroso. En ella, leemos: “el amor es una historia que se cumple, en el sentido sagrado: es un programa que debe ser recorrido. [...] El enamoramiento es un drama, si devolvemos a esta palabra el sentido arcaico que le dio Nietzsche: «El drama antiguo tenía grandes escenas declamatorias, lo que excluía la acción (ésta se producía antes o tras la escena) [...] el “acontecimiento” amoroso es de orden hierático: es mi propia leyenda local, mi pequeña historia sagrada lo que yo me declamo a mí mismo, y esta declamación de un hecho consumado (coagulado, embalsamado, retirado del hacer pleno) es el discurso amoroso»”. El amor, un programa y un drama.

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