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tribuna
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El fascinante fenómeno de la Mujer Única

El arquetipo femenino debe contentar a todas y representarnos a todas, y nosotras debemos responder por él, sentirnos representadas, como el baile de un banco de peces que funcionan al unísono

La cantante Shakira, en el vídeo de la canción dedicada a su expareja, Gerard Piqué.
La cantante Shakira, en el vídeo de la canción dedicada a su expareja, Gerard Piqué.YOUTUBE / DALE AL PLAY RECORDS
Lucía Lijtmaer

A lo largo de las décadas se ha estudiado sin cesar la variedad de arquetipos en los que se categoriza a las mujeres en la ficción, especialmente en los estudios culturales feministas. Se ha explorado, entre ellos, la proliferación de la sirena fatal que lleva a los hombres a la perdición, la figura maternal asociada a la domesticidad y a los cuidados, o el arquetipo de la virgen, que posee los dones de la belleza y pureza que emanan inocencia y continuidad en el linaje. Todos estos arquetipos refieren a una suerte de inconsciente colectivo que remite a años y años de discursos y patrones de conducta, en los que se refuerza o se pone en entredicho su existencia o validez.

Pero hay un arquetipo dentro y fuera de la ficción que plaga nuestros medios de comunicación y, podríamos añadir, la opinión pública en general del que se habla mucho menos, y no es otro que el de la Mujer Única. Lo habrán visto o leído por todas partes, aunque no es siempre fácil percatarse de él. Consiste en la idea de que una mujer es intercambiable por cualquier otra y, por tanto, en esencia, una mujer responde y debe responder a la existencia de cualquier otra, ya que su unicidad es, simplemente y de por sí, un arquetipo femenino.

La Mujer Única como arquetipo exige que cualquier acción cometida por una mujer deba ser entendida como una representación de la totalidad de las mujeres. Es lo que hace que, por ejemplo, cualquier ficción escrita por una mujer sea entendida como “literatura de mujeres o literatura femenina” o que proliferen las mesas de debate en las que las mujeres hacen cosas: mujeres y astrofísica, mujeres y humor, mujeres y medios de comunicación. Esta parte del fenómeno ya lo conocíamos, y podíamos englobarlo en lo que algún político de izquierdas interpretó como “el colectivo de las mujeres”, entendiendo a la mitad de la población como una existencia problematizadora a solucionar. Esta parte del arquetipo se perpetúa desde el inicio de los tiempos y condena a cualquier profesional que, por pura coincidencia, sea mujer, a debatir hasta el infinito con otras mujeres sin que, por lo general, haya ningún hombre entre el público.

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Pero en la actualidad nos encontramos con una versión refinada de la Mujer Única, en la que una mujer dice o hace algo en la esfera pública y todas las demás deben responder por ella. Ya sea la teta de Rigoberta Bandini, la existencia de una serie llamada Autodefensa o la última canción de Shakira, el debate se enciende para generar una respuesta a las siguientes preguntas: ¿es este el feminismo que queremos? ¿Responde esto —la cosa en sí, el acto realizado o protagonizado por la Mujer Única— a un ejemplo feminista? Si es una mujer en un medio de masas, debe responder a la idea de la Mujer Única, y por tanto, debe contentar a todas y representarnos a todas, y nosotras debemos responder por ella, sentirnos representadas por ella como el baile de un banco de peces que funcionan al unísono.

La existencia de la Mujer Única tiene varias implicaciones. La más evidente es la identificación de ese ser único como un modelo de conducta al que una debe adherirse y por tanto aspirar. Un tanto más perverso es el resultado de negarse a funcionar como ese banco de peces, como ese enjambre de abejas: la inmediata denuncia de falta de sororidad. Es la vuelta de tuerca al chiste que hacían las humoristas argentinas de Persona, cuando Charo López en un gag desopilante emulaba a una antifeminista negando la necesidad de empatizar con las mujeres que marchaban en las calles con la cómica frase: “Yo no soy así, no me representan, yo soy diferente”. El chiste se nos volvió en contra cuando ahora se nos pide sororidad inmediata con todas y cada una de las mujeres, ya que todas son Mujeres Únicas, y por tanto, todas debemos ser la misma. Es lo que permite a políticas conservadoras definirse como feministas, e intentar evitar así la crítica política apelando a la sororidad mientras que, a su vez, buscan dulcificar la imagen de partidos que basan su ideología en la dominación de la masculinidad.

El mero hecho de escribir este artículo dentro del fenómeno de la Mujer Única implica que su lectura podrá ser vista como un apoyo o una crítica a cualquiera de las mujeres mencionadas anteriormente. Esa es la trampa de la Mujer Única: su arquetipo es insaciable, y busca devorar cualquier alternativa o disidencia. Rebatámoslo, pues, desde el disenso, mujeres del mundo y cómplices universales —si los hay—, unámonos hasta derribarlo, ya no como una sola, sino como muchas, muchísimas, infinitas todas, hasta lograr, oh sí, la ansiada victoria final.

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Sobre la firma

Lucía Lijtmaer
Escritora y crítica cultural. Es autora de la crónica híbrida 'Casi nada que ponerte'; el ensayo 'Ofendiditos. Sobre la criminalización de la protesta' y la novela 'Cauterio', traducida al inglés, francés, alemán e italiano. Codirige junto con Isa Calderón el podcast cultural 'Deforme Semanal', merecedor de dos Premios Ondas.

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