_
_
_
_
_
ANATOMÍA DE TWITTER
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cartas para evitar la soledad en una residencia de mayores: “Habéis dejado de querernos”

El director de un centro escribe una misiva criticando el abandono familiar que sufren sus residentes en Navidades y logra el apoyo de ciudadanos de toda España

Una mujer contesta una carta en una residencia de mayores.
Una mujer contesta una carta en una residencia de mayores.
Manuel Viejo

Juan José López dice que vivió la peor Nochebuena de su vida el pasado año. Dirige desde hace 20 meses la única residencia de mayores pública que existe en Pontevedra, donde conviven 101 personas, aquellas que sufrieron la guerra, que todavía comparten sus pensiones con sus hijos y nietos, que acaban de superar una pandemia: el último reducto vivo de la generación que cambió España. Del centenar de residentes, solo ocho recibieron la visita de sus hijos, nietos o sobrinos el pasado 24 de diciembre para cenar unos langostinos en familia. El resto almorzó junto a López y algunos trabajadores en un amplio salón de esta residencia de hormigón gris de cinco plantas con ocho chimeneas rojizas que sobresalen del tejado a modo de periscopio, como si fueran las del viejo Titanic.

La residencia Campolongo de Pontevedra.
La residencia Campolongo de Pontevedra.

“Aquí nos sobra mucha soledad”, cuenta López, de 61 años, por teléfono. “No se trata de hacer juicios de valor; cada uno sabrá”. Si un fin de semana llaman a la puerta seis familiares es un milagro. Lo normal, entre diario, son uno o dos. Vítores si llegan a tres. Hay tardes que observa estampas dolorosísimas. Dice que una residente se acicala de punta en blanco desde hace meses justo después de la siesta, esperando por la ventana la añorada visita de su nieta y de su hijo, pero que nada, ni rastro. Que al llegar la noche y no verles, repite una frase como mantra: “Vendrán mañana. Estarán muy liados”.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Hay otro señor que está harto de que sus hijos no pregunten por él. Tanto, que hubo un día en que se puso enfermo y tuvieron que derivarle al hospital de Santiago. Antes de subirse a la ambulancia, ordenó a López que no avisara a ninguno. “Esto no se puede”, respondió el director. “Pues te lo firmo en un papel”, dijo el hombre. Así fue: “Si no me llaman cuando estoy bien, tampoco me llamarán cuando estoy mal”. Quizá por eso, y ante el temor de repetir unas Navidades grises, plomizas y de contadísimas visitas, López se encerró en el despacho de su casa la tarde del pasado 1 de diciembre. La soledad tenía los días contados.

Escribió una carta en Word. No muy extensa, pero repleta de frases contundentes como golpes de martillo: “No nos falta vida, os lo aseguro [...] Si acaso nos duele lo que nos sobra: Soledad. […] Y nos sobra porque no estáis aquí, habéis dejado de querernos. […] Pronto será Navidad, el tiempo más triste en nuestra casa. […] Quiero cariño en forma de cartas, felicitaciones, fotos en las que les hagáis saber que cuentan con vosotros”. Al terminar, envió esta misiva a todos sus contactos de WhatsApp, desde el hombre que le vendió los muebles de su casa hasta los amigos de sus dos hijos.

A los pocos días, la carta llegó a muros de Facebook de Pontevedra, Madrid, Zamora, Jaén, Salamanca... Gente a la que ni conoce compartía el pantallazo de su folio y medio sin parar por Twitter e Instagram. El cartero del barrio de Pontevedra ya ha dejado en la residencia un saco con 400 cartas, recogidas en cinco días. Llegan de Valencia, Almería, Santander, Madrid, Burgos, Salamanca... A la puerta de estos mayores han llamado unos moteros que han rugido sus máquinas para deleitarles. Un grupo de flamenco de Utrera les ha mandado un vídeo. Hasta presos de tres cárceles han enviado misivas. “Se ha ido un poco de madre”, comenta López. “Solo quería que mis amigos me echaran un cable”. Advierte, eso sí, de que esto que sucede en un rincón de Galicia pasa en casi toda España. “La soledad es algo que se ve en la mirada. Cuando la tienen perdida, pues esa, esa es la que duele”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_