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El hombre blandengue en “la Intimidad”

No solo necesitamos varones corresponsables de la escoba, sino de la injusticia, ese peso invisible que padecemos todas las mujeres por serlo y del que ningún hombre quiere hacerse responsable

Serie Intimidad
La actriz Itziar Ituño, en la serie 'Intimidad'.Netflix
Nuria Labari

“Siempre he detestado al hombre blandengue. Ese hombre de la bolsa de la compra y el carrito del niño con el coche. Por eso digo que el hombre debe de estar en su sitio y la mujer en el suyo (…) El hombre nunca debe de blandear”. Esto lo decía El Fary en una entrevista en RTVE en 1984 y ahora lo repite desde el altavoz que le concede la lamentable campaña con la que el Ministerio de Igualdad busca subrayar la gran evolución que ha experimentado la sociedad española a lo largo de los últimos 40 años. La idea es que hemos mejorado porque los hombres hoy han superado el discurso del Fary, ese cantante admirado por Torrente, cuyo machismo se convirtió en un chiste —del que él mismo se rio— cuando en los noventa se puso a cantar Apatrullando la ciudad. El problema es que la campaña de Igualdad aparece en 2022, va en serio y anima a los hombres a “seguir sintiendo” y superándose.

El vídeo del ministerio combina imágenes de diferentes varones llevando a cabo tareas que tradicionalmente se han atribuido a las mujeres —como cuidar a los niños, a los mayores o hacer la compra— mientras la voz en off del Fary asegura de fondo que el hombre “nunca debe blandear”. Así, en la campaña se construyen escenas “rompedoras y modernas” de hombres cantando nanas a bebés e incluso planchando camisas. Hasta se puede ver a un adolescente (chico) llorar. Porque, no se lo van a creer, pero en 2022 resulta que los duros también lloran. Y, por si alguien no lo hubiera pillado, en el cierre nos lo explican: “Cada día, más ‘hombres blandengues’ construyendo una masculinidad más sana. Más fuerte”. En primer lugar, hay que decir que lo de poner el foco (y la cámara) en actividades domésticas cotidianas para convertirlas en algo excepcional cuando las realiza un varón no sirve ya para construir igualdad, sino para revelar una mirada profundamente machista. Pero lo peor, lo más violento, es el claim con el que cierra el vídeo, invitando a construir “una masculinidad más sana… más fuerte”. ¿En serio hay que decir a los hombres que existen nuevas maneras de ser… fuertes? Creo que si El Fary levantara la cabeza estaría encantado de locutar esta pieza con su voz juguetona. Claro que al ver el guion pensaría haber superado el casting de Torrente 6.

Siento mucha vergüenza cada vez que me encuentro con el dichoso “hombre blandengue” en la tele, la radio o la prensa, pero también mucha rabia. La de observar cómo el discurso profundamente riguroso y feminista del Ministerio de Igualdad, se vuelve condescendiente y anacrónico cuando se dirige a los hombres. Vamos, chicos, seguid así, vosotros también podéis ir a la compra. Lo estáis haciendo genial. ¿En serio? El desfase de este mensaje es intolerable en un momento en que sabemos que la desigualdad que padecemos las mujeres pone en riesgo nuestra vida cada día. Me refiero a nuestra vida profesional, material, sexual, reproductiva, íntima y en ocasiones también física. Que ningún varón piense ni por un segundo que la igualdad consiste en coger una plancha o ser un padre responsable.

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Por fortuna, en la vida real, el “hombre blandengue” nada tiene que ver con una versión mejorada del Fary. El último que conocí se llamaba Alfredo y lo interpretaba el actor Marc Martínez en la serie española Intimidad (Netflix), que ha sido una de las más vistas del mundo (entre las de habla no inglesa) de la plataforma y ha estado en el top cinco global. ¿Y qué tiene “Alfredo el blando” que pueda servir de ejemplo a todos los demás? Básicamente, la capacidad de demostrar que un hombre puede desaprender toda la educación machista que muchos han recibido y que para eso hace falta mucho valor. Una valentía que poco o nada tiene que ver con blandir la escoba (o la espada). La serie arranca con un vídeo donde la mujer de Alfredo (Malen, candidata a la alcaldía de Bilbao, interpretada por Itziar Ituño) aparece teniendo relaciones sexuales con otro hombre. Un vídeo que se hace viral y que todo el mundo (y todo el entorno de Alfredo, incluida su hija) verá y comentará. Y justo ahí, ante ese vídeo, es donde “Alfredo el blando” tendrá que quitarse la caspa machista que lleva encima para reaccionar y entender lo que está pasando en su vida y ante sus ojos. En YouTube su mujer jadea de placer entre las piernas de otro tío: el momento es difícil de ver pero la situación es fácil de entender. Su mujer ha sido víctima de un delito de violencia digital machista. Alfredo debe aceptar que su pareja no es culpable de nada, sino víctima de todo. De hecho, “Alfredo el blando” tendrá que interiorizar que han sido muchos los agresores de su mujer: el que vendió el vídeo a la prensa, el que lo grabó, quienes pagaron para que así fuera, el público que lo hizo viral, los medios de comunicación que lo utilizaron, las personas que lo compartieron, todos los que la insultaron, quienes se liaron a hacer memes y, por supuesto, aquellos que se apiadaron de él por estar casado con una mujer a la que pillan acostándose con otro. Conviene añadir que la pareja de la ficción mantiene una relación abierta donde Alfredo sabía que su mujer tenía otros amantes. Sin embargo, los pactos sexuales formaban parte de su blanda intimidad. Alfredo tendrá que enfrentarse ahora a una vida pública que sigue siendo durísima para los “hombres blandos”. Una cosa es llevar a los niños al cole y otra “consentir” a tu mujer según qué clase de comportamientos. ¿En qué lugar le deja a él apoyar públicamente a su pareja en semejante situación? Alfredo entenderá que toda la cultura que lo atraviesa ha sido diseñada (igual que él) para ser cómplice de la violencia machista que padece la persona que más quiere. Él nos recuerda que ya no necesitamos hombres corresponsables de la escoba, sino de la injusticia, ese peso invisible que padecemos todas las mujeres por el hecho de serlo y del que ningún hombre quiere hacerse responsable, ni siquiera los que más nos quieren. Alfredo nos recuerda que ser un hombre blandengue es casi tan duro como ser una mujer. Ojalá le hubieran encargado a él la campaña en vez de al Fary.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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