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Columna
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‘Supernova’

Pienso en lo complejo de aprender a dejar ir a la persona que amas. En lo duro que debe ser no poder ayudarla a que acabe con su vida de la manera más serena posible ni poder acompañarla hasta el final

Mathew Cerletty. (The Bath, 2002)
Mathew Cerletty (The Bath, 2002).

Mi propósito es no realizar ninguna acción que le recuerde al cuerpo que está en un lugar demasiado pequeño, demasiado lleno de gente, demasiado oscuro. No quiero pasar páginas, ni iluminar el espacio reducido de manera ingeniosa para no molestar a mi compañera de vuelo, ni tener el bolígrafo a mano en un lugar en el que sostener un café y sacar las gafas de su funda siempre acaba siendo una acción peligrosa. No quiero escribir este texto, ni tomar apuntes, ni redactar emails que enviaré cuando aterrice. Mi intención es pegarme un atracón de películas y que las 12 horas de vuelo me alejen de mí, he llegado decidida a dejarme ir, a caminar entre las vidas de unos y de otros, a olvidarme un rato de la mía.

Busco, para empezar, una historia que me dé algo que no tenga nada que ver conmigo. Elijo un cielo negro lleno de estrellas, una historia tranquila que pienso que me va a permitir acurrucarme en un sillón duro como si el sillón fuera el sofá mullido de casa de mi abuela. Como si apenas hubiera vivido y cualquier cuento fuera a darme una visión del mundo amplia y compleja. Ajusto mi almohada y me acomodo tapándome las piernas con la manta. Empieza Supernova y no sé que Harry Macqueen va a arrastrarme con él de un modo tan convincente en una road movie por el noroeste de Inglaterra, ni que la metáfora manida con la que ha decidido titular su obra va a verse ensombrecida por lo interesante del relato y la magnitud interpretativa de Colin Firth y Stanley Tucci.

La historia de amor de dos hombres adultos está a punto de llegar a su fin a causa de una dolencia que ha empezado a afectar a la memoria de uno de ellos. El enfermo pierde poco a poco la capacidad de recordar y sabe que llegará un momento en que olvidará quién está olvidando, “y entonces no tendré ninguna preocupación en el mundo”, dice. Es también la historia de los afectos que ambos han construido junto a las personas con las que decidieron compartir su vida, la historia de una mirada que se posa dulce sobre un mundo poblado por cuerpos hechos de trozos de estrellas. “Cuando una muere, explosiona y se convierte en un cuerpo muy muy brillante”, le dice el personaje enfermo a una niña mientras observan el cielo nocturno.

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Supernova son dos historias desarrollándose con urgencia de manera paralela. “Mientras respire, cuidaré de ti, me preocuparé de ti, te sostendré, te lavaré, te limpiaré el culo, haré lo imposible para recordarte quién soy y qué éramos antes de todo esto”. Lo más hermoso de todo son los silencios de ambos, sus pieles al juntarse, las manos buscándose, los afectos que el paso del tiempo convierte en tesoros que no pueden destruirse. Los afectos como puntos luminosos que coinciden y hacen de las dos historias una historia única. “Querido Sam, Querido Sam, Querido Sam, Querido Sam”, escribe Tuker cuando ya no puede escribir, y los manchurrones de tinta compiten en belleza con los hermosos paisajes. Me pregunto si Harry Macqueen también es pintor.

“Me estoy convirtiendo en un parásito. Y no soy un parásito”. Mi cuerpo se recoloca en el sillón duro. Sam y Tuker se tumban en la cama. Doy un trago a la botella de agua. Discuten. ¿Cómo debe vivir uno al saber que cada abrazo que da puede ser el último? Pienso en lo complejo de aprender a dejar ir a la persona que amas. En lo duro que debe ser no poder ayudarla a que acabe con su vida de la manera más serena posible ni poder acompañarla hasta el final.

Vuelve el cielo estrellado y me pregunto si seré capaz de saltar a otra vida. Deslizo el dedo por la pantalla y veo pasar nuevas historias. Aparecen Sam y Tuker de nuevo y decido quedarme con ellos, subirme a su autocaravana y mirar hacia arriba en la oscuridad de la noche. Pulso el triangulito blanco y ahí está de nuevo la Supernova. Los acompaño en sus silencios. Siento sus abrazos. Quizás pueda guardar conmigo un poco de su amor.

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