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ANATOMÍA DE TWITTER
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cuidado con estas secuelas navideñas

Vivimos en una contradicción permanente. Lo positivo estos días es ser negativo. Y lo negativo es que es muy difícil encontrar el aparato que nos diga si uno es positivo, más aún cuando nos gustaría ser negativo para ser positivo

Las luces navideñas de Barcelona, el 26 de noviembre.
Las luces navideñas de Barcelona, el 26 de noviembre.Enric Fontcuberta (EFE)
Manuel Viejo

Vivimos en una contradicción permanente. Lo positivo estos días es ser negativo. Y lo negativo es que es muy difícil encontrar el aparato que nos diga si uno es positivo, más aún cuando nos gustaría ser negativo para ser positivo. Luego que si estamos hartos. Normal que nos ordenen sacar la mascarilla a pasear, aunque lo suyo sería mandar a paseo a los que nos ordenan sacar la mascarilla. Que llegue ya 2022 con su nueva variante, por favor.

Mientras tanto, y en estas fechas tan señaladas, continúan los grandes mensajes en la red del pajarito. Hay que hablar de todo porque los españoles sabemos de todo. España es así. Las redes están al rojo vivo, con opiniones cortitas, pequeños párrafos que detenidamente alcanzan los 59 segundos, pero diciendo las cosas claras. Más vale tarde… que 120 minutos esperando a que salgan los tertulianos del horizonte como si fueran el espejo público de todos en El programa de Ana Rosa.

Dos días después de Nochebuena, que para lo único que ha quedado ya es para celebrar que somos unos negativos y que no estamos contagiados ―ojo, que no es poco― muchos tuiteros han hecho balance de cómo fue la noche previa de actos, la que compartieron langostinos junto a sus cuñados. Uno soltó: “Mi madre es simpatizante de Vox, mi padre del PSOE, mi hermano del PP, mi hermana y mi cuñado de Podemos y mi tío de Ciudadanos. Hoy cenamos todos juntos. A ver quién supera eso”. La foto del perfil era de un zombi. Tela, telita, tela. Vamos, que te lo coge Jordi Évole y te hace tres temporadas.

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Las respuestas fueron numerosísimas. “¡Usad solo cucharas!”. “No hay test que pueda con eso”. “Mucho ánimo para el año nuevo al de Ciudadanos”. “Te falta un obispo en la mesa. Felices fiestas”. A esto se sumaron cientos y cientos de tuits citados, el medidor no oficial para saber si un mensaje está cogiendo relevancia. “Creo que falta el abuelo de la Falange y la prima de PACMA”, escribió uno. “¿Y para qué os juntáis?”, dijo otro. ¿Y por qué no te callas?, que diría el que no se ha juntado otra vez este año.

Al día siguiente, el sociólogo de la Universidad Autónoma de Madrid Jesús Rogero planteó una tesis al pueblo social tuitero que también tiene su miga. Rogero contó que el 25 de diciembre había 23 hombres y ninguna mujer en la cola de la churrería. “He meditado sobre las causas de tan consistente pauta social y sobre la posibilidad de inaugurar un nuevo ámbito disciplinar: la Sociología del churro”. La tesis duró unos segundos: “Hay cosas que solo hacen los hombres porque las mujeres mientras están en otras”, observó inmediatamente una tuitera. “Saca al niño al parque mientras limpia la casa. Baja la basura mientras baña al nene y lo acuesta. Hace paella dominguera mientras ella cocina a diario…”. Misterio resuelto.

El día de Navidad da para mucho. También tuvo su aquel una que preparó la madre de la usuaria Alejandra Sánchez. Resulta que la mujer quería hacer un mensaje felicitando las fiestas navideñas por WhatsApp, de estos que llaman difundidos: envías uno y llegan a unos cuantos. Bien. La señora, en vez de esto, creó un grupo de 121 personas, pero cada una de su padre y de su madre. Ella, al darse cuenta, se asustó. Se salió del grupo, vaya. Allí hay ahora mismo 121 desconocidos que pertenecen a la agenda de la madre sin saberlo. “Simplemente, épico”, contó la hija. Y adjuntó un pantallazo de lo que sucedió hasta que se marchó la madre. “Hola, ¿quién eres?”, preguntó un tal Carlos. A lo que una Magda contestó: “¿Quién eres?”. Carlos, lógicamente, dijo: “Carlos”. Y Magda añadió: “¿Qué Carlos?”. Hay que ponerse ahí. No es fácil. Y Carlos respondió: “Pues Carlos”. Vaya preguntita también… Una Gloria, al ver lo que había, se sumó a la fiesta: “¿El del colegio?”. Ojalá una cena de todos. Qué grandes son las secuelas navideñas: ya falta menos para que sean como antes.

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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