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Columna
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La verdad

La guerra silencia los hechos y tiene máscaras a través de las cuales apenas estamos asomándonos

Diana Calderón
Rodrigo Longoño, 'Timochenko', en una imagen de archivo.
Rodrigo Longoño, 'Timochenko', en una imagen de archivo.LUISA GONZALEZ (Reuters)

La guerra silencia la verdad. Sí, pero especialmente porque de impunidad se alimenta la guerra y cuando la verdad aparece, entonces dudamos de ella y entramos en el peor de los mundos posibles. Me refiero a una verdad que nos han planteado las FARC y que nos obliga a revaluar lo que habíamos creído en un caso que involucra parte de la historia de los últimos 25 años de Colombia, una historia de mafia, de corrupción presidencial, de militares y ahora guerrilleros arrepentidos.

La primera aproximación es entender el ahora de la revelación de los exguerrilleros del ya partido político de las FARC anunciando que asumen la responsabilidad del asesinato del quizá más grande líder conservador de todos los tiempos, del constituyente, del hijo de Laureano Gómez, del pensador del acuerdo sobre lo fundamental, del hombre que rechazaba el régimen del Gobierno de Ernesto Samper elegido con los dineros de la mafia: Álvaro Gómez Hurtado, el 2 de noviembre de 1995, sobre las 10 de la mañana, en Bogotá, acribillado por sicarios.

Lo segundo y quizá más importante, es mirar por qué la justicia en 25 años no ha logrado comprobar ninguna hipótesis sobre el magnicidio que hoy sirva para confrontar la verdad de unos y las creencias de otros.

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Y lo tercero, es el desafío para toda la institucionalidad y para nosotros como sociedad en busca de reconciliación.

Por ahora dejaré de lado, otros temas como si el anuncio fue minuciosamente pensado por un cercano del expresidente Ernesto Samper, el exministro Juan Fernando Cristo o por o con la ex senadora Piedad Córdoba, debido a presuntos intereses y temores de que Alex Saab le muestre la cara de la cárcel por los infames negocios que habrían cuadrado en Venezuela y porque necesite ser recibida en la Justicia Especial Para la Paz.

La respuesta por demás es sí. Pero lo explicaré más adelante. Lo que importa es la verdad y el desafío que tiene la Justicia Especial para la Paz (JEP), el tribunal transicional, creado para juzgar de acuerdo con la confesión de la verdad y el compromiso de no repetición de los victimarios, guerrilleros, agentes del Estado, terceros, ante semejante confesión que no solo involucra el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado sino el de un académico y hombre ejemplar como Chucho Bejarano, de un exmilitar y de un excongresista.

En el caso de Gómez Hurtado, las FARC deberán presentar las pruebas pertinentes. Por ahora está claro que fueron Carlos Antonio Lozada, Pablo Catatumbo y Pastor Alape quienes se atrevieron a adjudicarse el magnicidio a nombre de la entonces guerrilla. ¿Por qué? Aquí viene el primer punto. Por qué contar ahora que Manuel Marulanda le ordenó a alias Mono Jojoy que a través de los comandas urbanos mataran a Gómez. Y. ¿tuvo que ver Lozada, quien a decir manejaba las milicias de Bogotá con el homicidio? Y si es así, ¿debe suspenderse su curul hasta que sea juzgado por la JEP? ¿Por qué un golpe de esa magnitud se calla tantos años?

Para muchos y según algunas informaciones que se han conocido, para dejar profundizar las contradicciones propias de la opinión, de los medios, del llamado establecimiento, que en el escenario de un conflicto sirve obviamente a las guerrillas. Como quien dice más coloquialmente, para dejar que por allá se maten y se traicionen entre ellos. Y para visibilizar, también en su favor, la posibilidad de un crimen de Estado, como de los que ha habido tantos, también en la impunidad. Y porque además está demostrado que se matan entre los de su misma clase y porque la guerrilla siempre consideró que quienes estábamos en las ciudades teníamos las almas más podridas que ellos. Y ahora vemos que cuando se trata de podrirse no hay que estar muerto. Solo estar en la guerra.

Segundo, la impunidad. En casi 25 años, medios, opinión, investigadores repetimos las mismas hipótesis sobre el crimen de Álvaro Gómez: una, que la alianza entre los mafiosos del cartel del norte del valle, y miembros del Gobierno de entonces, ordenaron el asesinato. Es la hipótesis que ha luchado por demostrar la familia, su hijo Mauricio Gómez, un periodista integro; su hija María Mercedes, su sobrino Enrique, Gómez, quienes equivocados o no, no lo han hecho por dinero como infamemente los acusó Ernesto Samper, que, de infamias y cinismo, sí que sabe él. Y otra, la investigada y planteada por el exembajador Myles Frechette, de que habría sido un plan orquestado por militares en retiro y activos ante la negativa de Gómez Hurtado de aceptar dar un golpe de Estado a Ernesto Samper.

Y tercero y no menos fundamental. Mientras los opinadores nos arrebatamos la palabra y los trinos crecen de tono, el tema de fondo está en lo que las herramientas de la institucionalidad hagan con esta nueva verdad para que cumpla con su propósito mayor. ¿Cómo la justicia transicional lo hará? Con un macro caso donde confronte con la justicia ordinaria la información sin entrar en un choque de competencias indeseado. ¿Pero con qué información la va a contrastar si en los tribunales ordinarios no se investigó? Ojalá traigan las pruebas las FARC porque la verdad no resiste en Colombia un manto de duda más.

Y si no demuestran y no tienen pruebas de lo dicho, que los manden a la cárcel. Porque entonces ahí más importante que la verdad es el instrumento para conseguirla y poder creer que un proceso de paz como el que vivimos es la vía para darle a las víctimas la justicia que merecen.

¿En caso de que las FARC estén diciendo la verdad, pedirá Samper resarcimiento como víctima acusada injustamente? No. Espero que lo evite la Comisión de la Verdad o la JEP y entre a hacerle justicia a quien, lejos de ser una víctima, no ha hecho otra cosa que deshonrar el ejercicio de la política, cobijado por los de su clase con enorme cinismo.

Por Cristo, Piedad. Que el exministro Juan Fernando Cristo estuvo involucrado en que las FARC confesarán. ¡Que lo cuadraron en su casa en una famosa reunión con el expresidente Juan Manuel Santos, autor del proceso de paz con las FARC, y Rodrigo Londoño, Timochenko? pues si lo que organizaron fue para que las FARC empezaran a decir la verdad, en buena hora.

En el caso de Piedad Córdoba, creo que así de grande y fuerte su representación de la libertad y la diversidad hecha mujer, como los fondos fangosos donde caminó por rutas equivocadas que ojalá no la lleven de Venezuela, a Cabo Verde y a la justicia ordinaria. A menos que sí sea Teodora Bolívar y deba estar en la JEP. Es que la guerra silencia la verdad y tiene máscaras a través de las cuales apenas estamos asomándonos.

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