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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una ministra feminista en la pandemia hace la diferencia

Brasil y Argentina son dos casos tan cerca en la geografía y tan lejos en la defensa de derechos de las mujeres

Cientos de mujeres levantan sus pañuelos verdes a favor del aborto, en Buenos Aires.
Cientos de mujeres levantan sus pañuelos verdes a favor del aborto, en Buenos Aires.RONALDO SCHEMIDT (AFP)

El país puede estar mal, la economía puede estar en crisis y la pandemia aterrorizarnos, pero una ministra feminista en el Ministerio de mujeres puede hacer una gran diferencia. Al menos para las mujeres, niñas y personas trans. Es solo comparar Argentina y Brasil.

Empezamos por los títulos de los Ministerios. En Argentina, está el “Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad”. Exactamente así en plural: géneros. Además de no ser una palabra maldita, es aplicada para ser entendida en el plural de la diversidad de los cuerpos y vivencias de los géneros y sexualidades. En Brasil, el Ministerio es el de la “Familia, de la Mujer y de los Derechos Humanos”. Mujer exactamente así en el singular de la esencia divina. Si hay mujer es fundamentalmente para crear familia, y solo una: la reproductora heterosexual. Por eso, no puede haber ni género ni sexualidades en un Ministerio que teme género como si fuera la perdición de la carne. Por fin, derechos humanos es el contrasentido de quien ignora la diversidad: es la estrategia fascista de apropiarse de categorías para vaciarlas.

Los Ministerios corporizaron con sus respectivas ministras que, por ironía de la casualidad, hasta parecen un espejo invertido en sus posturas y causas. Elizabeth Gómez Alcorta es la ministra feminista en Argentina. Es abogada con experiencia en defensa de derechos indígenas. La Ministra Alcorta tiene una agenda feminista para el gabinete: combate a la violencia de género y defiende los derechos reproductivos. Comprometida con la ola verde que llevó miles de mujeres y niñas a las calles de Buenos Aires y el resto del país, la ministra espera -y lucha para- que la descriminalización del aborto sea aprobada este año en Argentina.

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En Brasil, la ministra Damares Alves es también abogada, pero su actuación como funcionaria publica es primero que nada religiosa como pastora de la Iglesia del Evangelio Cuadrangular mas que como una representante del orden constitucional. También tiene interés en la causa indígena, pero su entrada es en el estilo colonial de las señoras que “tomaban niñas para criar”. Es madre de una niña indígena Kamayurá que, según relatos, fue adoptada irregularmente de la aldea donde nació en el Xingu. Damares se autodenomina como “defensora de niñas y niños indígenas”, y cree defenderles con el uso del derecho penal, criminalizando y estigmatizando culturas indígenas. Su principal bandera en el gobierno Bolsonaro es difamar feministas y ampliar la criminalización del aborto en Brasil. Es una de las voces que creen que hay ideología de género travistiendo niñes en el mundo.

El paralelismo podría ser un ejercicio de contraste ideológico entre dos ministras tan cerca en la geografía y tan lejos en la defensa de derechos de las mujeres. Se vuelve, sin embargo, un abismo cuando sus diferencias generan las respuestas a los efectos de la pandemia de covid-19 para las mujeres. La Ministra Alcorta tomó para sí el cuidado de las mujeres en riesgo a la violencia doméstica: el crecimiento de la violencia doméstica es descrito como “situación de fuerza mayor”, exigiendo prioridad en la atención, investigación y resolución. Hubo un aumento de 39% en las denuncias de violencia de género en Argentina durante la pandemia, pero la ministra sabe que hay barreras para que las mujeres lleguen a los servicios y denuncien a sus perpetradores. Por eso, amplió canales de contacto con uso de WhatsApp, aplicaciones de celular, cuentas de correo electrónico, y geolocalizadores para acogimiento y protección. Hizo asociación con farmacias, uno de los espacios que las mujeres, asimismo en situación de confinamiento doméstico, continúan visitando. Expandió casas de acogida de emergencia para mujeres por medio de una alianza con alojamientos de universidades y sindicatos.

Ya en Brasil, la ministra Damares cree que “la violencia doméstica no tiene género”. Bajo el pretexto de proteger niñas y niños, creó un concurso nacional de “tapabocas bonitos y creativos”. Las niñas y niños vencedores ganarán como premio una tarde con la propia ministra y con la primera dama, Michelle Bolsonaro. Solo no sabemos si la tarde festiva será durante la pandemia que ya mató más de 25.000 personas en Brasil. Sobre las mujeres, la ministra Damares tiene poco por decir, pues su preocupación es más en entrenar vecinos para “meter la cuchara” si hay pelea en casa ajena, que en proteger derechos.

No hay dudas de que una ministra feminista hace la diferencia en una pandemia. La comparación entre Argentina y Brasil hasta parece parodia política, si no fuera por el desamparo de las mujeres. Aún bajo el liderazgo de la ministra Alcorta, son las mujeres las principales afectadas por una emergencia de salud pública que altera reglas de vida y suspende derechos. Tanto en Argentina como en Brasil, como en cualquier otro lugar por donde el virus de covid-19 enfermó gente y vació las calles, hay mujeres sobrecargadas por garantizar la sobrevivencia material y el cuidado de las personas a su cargo. Cuanto más distante el Estado se mantiene de una perspectiva de género en la respuesta a la pandemia, más difícil será para las mujeres la sobrevivencia.

Debora Diniz es brasileña, antropóloga, investigadora de la Universidad de Brown.

Giselle Carino es argentina, politóloga, directora de la IPPF/WHR.

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