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ESTAR SIN ESTAR
Columna
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La última esfera

Deseo una noche buena para todos los que sufren en clínicas y hospitales, tanto para los arcángeles que los intentan aliviar o atender con algo más que villancicos y buenos deseos

Jorge F Hernández
Un dibujo de un árbol de Navidad con solo una esfera.Jorge F. Hernández

Quien va llenando al paso de los meses de todo el año el árbol de la vida con esferas de sus afectos y descalabros, amores y desencantos o ilusiones y silencios llega a la víspera de lo que puede ser una noche buena con un pino más o menos iluminado por los reflejos de todos los colores posibles. Se le enredan a las ramas los hilos plateados de una cinta brillosa y diversas figuritas policromadas que parecen dijes personalizados de los afectos ausentes. Luego, la escarcha como nieve simulada…o la pura realidad o resaca de todas las esferas que habitamos.

Conforme pasan las horas y las ansias en cada árbol de vida se van rompiendo esferas y esferitas por azar o por accidente. En algunas almas la noche buena transpira al filo de una rama insólita y abandonada donde solo queda una sola esfera que, por lo general, es morada. Demorada por años o enamorada necia, pero morada como hogar de silencio donde cada niño de cualquier edad contempla el reflejo distorsionado de su propia soledad y en el desasosiego ante la incertidumbre de un amanecer sin regalos o turrones, en la ansiedad o la culpa por los errores inmediatos. La esfera morada es cóncavo espejo de una cara convexa o bien consternada donde ahora intentar hilar los siguientes deseos.

Deseo una noche más o menos buena para la pareja palestina que espera el parto de un niña hermosa que no tiene garantizada la vida y deseo una buena noche para la niña ucrania que dejó un corazón como vela ilusionada entre los libreros de una librería donde trabajaba su madre… antes de que ambas tuviesen que volver al territorio de una guerra ajena.

Deseo una noche buena para la mujer que llora a solas bajo el edredón inmaculado donde se le han vuelto pesadillas los fantasmas de sus propios dolores y que sea buena noche para la niña que apenas ayer desdibujó una ilusión que parecía irrompible. Deseo una noche buena para todos los que sufren en clínicas y hospitales, tanto para los arcángeles que los intentan aliviar o atender con algo más que villancicos y buenos deseos.

Deseo que sea una noche buena para el piloto solitario de una nave que sobrevuela desde la víspera la larga noche de la Natividad con calendarios trastocados y leyendas improbables, convencido de que palpa con sus alas la estrella luminosa de un aviso feliz para toda la humanidad y que observa a la distancia el lánguido paso de una caravana de magos y reyes que llevan regalos inconcebibles a un pesebre apestoso donde rumiantes generan calor de divinidad y esperanza para una niña recién nacida o un niño que parece inmortal.

Deseo una buena noche a todas las abuelas vivas y ausentes que logran hacer brillar los ojos a la mesa de sus familias y a los abuelos de mi recuerdo y de mi generación que dependemos casi enteramente de la contemplación remota de una belleza aleatoria o una sonrisa infantil para justificar otro amanecer. Deseo una noche buena para todos los libros publicados e inéditos, los millones de lectores de todas las generaciones y todos los idiomas que hoy parecen esfumarse entre la neblina generosa de una tinta compartida aunque invisible.

Deseo una noche buena para quienes ayudan al prójimo y consideran imprudente provocar un dolor inesperado con palabras o decisiones categóricas y deseo una buena noche a las legiones de adolescentes o recién cumplidos como adultos que ya se sienten dueños de un mundo inasible y a las mujeres que sostienen con inteligencia la defensa de toda su majestad ante todo resto de la necedad machista y deseo una buena noche para la callada mujer que viaja a solas en el último autobús de la noche y el vagabundo que intenta serenar una noche de paz en el vacío de un vagón de metro.

Deseo una noche buena para los trenes que sobreviven y para aviones de hélices, para llaveros entrañables y uñas largas pintadas de rojo sangre; deseo una buena noche para los coros celestiales y las túnicas de seda, la voz sonámbula de quien ronca levemente y el pequeño Santa Claus que se mece en una silla de juguete. Deseo que a la noche tengan a bien volar los renos que puedan con su peso y que se graben en una cinta interminable las risas a los gritos de todas las niñas del mundo, las carcajadas de todos los niños menores de 74 años de edad y que se congele la generación de todos los adultos mayores a esa edad para preservarlos en vida ya para siempre. Deseo una buena noche a todos y tantos que incluyo a quienes en realidad no deseo mencionar o recordar por nombre, giro o condena.

Deseo que se mantenga intacta la esfera morada y solitaria que le queda al árbol de la vida de un año donde pensé que se acabaría, donde soñé inexplicablemente que se multiplicaba y donde bailé ya sin fin la música maravillosa de mis hijos. La esfera lleva tatuados los párrafos y pensamientos, los propósitos y pasos ascendentes de mis hijos y toda su panda de arcángeles que ponen el ejemplo indescriptible de su incondicionalidad. La esfera morada se pule con gratitud y mi sincera aceptación de la posible culpa e indudables fallas con las que me gané ánimos adversos, reclamos inmerecidos y un desasosiego como de nieve simulada que enredaría mi greña con hilos plateados y que me marea como para sacudir todas las ramitas de un pino escuálido y pelón, como para tambalear al pinito como muñeco de nieve amarillenta y romperle todas las rojas esferas del corazón, todas las azules esferas de la mirada más entrañable, todas las esferas verdes de pasadas o caducas esperanzas y las amarillas puntas de una estrella descalabrada. Quizá por eso, solo queda la misma esfera morada que viene brillando en cada árbol de mi vida de cada año desde ya tantas décadas que garantizan el afecto y sinceridad con el que intento estos párrafos para desear a todo mundo una feliz Nochebuena.

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