El mito de Simón Bolívar en la historia política de López Obrador
El presidente de México se une a la decena de líderes que han glorificado la compleja historia del caudillo militar bolivariano
Este sábado, Andrés Manuel López Obrador presidirá un evento para conmemorar el natalicio de un caraqueño histórico que suele asociarse, políticamente, con Hugo Chávez: Simón Bolívar. Pero lo hace no realmente para apoyar el proyecto bolivariano en Venezuela, sino para izar una bandera de compromiso con una Sudamérica que ha visto a México más aliado a Estados Unidos que al sur de la frontera. “¿Por qué en el bicentenario de México se celebra a alguien que no es mexicano?” dijo el canciller Marcelo Ebrard en un corto discurso días antes. “Por la muy importante aportación de una idea esencial que nos convoca: la conciencia de que somos una nación latinoamericana y caribeña”.
Bolívar, el libertador de lo que hoy son Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Panamá y Bolivia, será celebrado en uno de 15 eventos especiales que organizó presidencia este año para conmemorar 200 años desde la independencia de México y 500 desde la caída de Tenochtitlan ante los españoles. En cada evento se invita a alguna figura internacional para dar un discurso, como los presidentes de Argentina, de Bolivia o de Guatemala. Invitar a Nicolás Maduro, sin embargo, era quizás arriesgado. La invitada especial será la escritora chilena Isabel Allende, según contó la Presidencia de México a EL PAÍS, exiliada en Venezuela durante la dictadura de Pinochet y cuyo tío, Salvador Allende, también representa un símbolo latinoamericano de la izquierda. Asistirán también 25 ministros de todo el continente.
El evento es algo extraño por varias razones. La primera, porque López Obrador no ha citado a Bolívar más de un par de veces en su vida política, a diferencia de las figuras a las que les hace culto en decenas de discursos como Benito Juárez o Francisco Madero. La segunda, porque no hay este año una fecha redonda para conmemorar el natalicio de Bolívar: nació hace 238 años, en 1783. Y tercero, porque Simón Bolívar –si bien luchó por la independencia de la Nueva Granada al mismo tiempo que se libraba la independencia de la Nueva España– poco tuvo que ver con el proceso independentista de México. Pero al unirse al culto de Bolívar, el presidente de México abre un nuevo capítulo en las formas políticas en las que se ha utilizado la figura del libertador.
El Bolívar de México
“De América del Sur llegaban noticias, pero ese proceso de independencia nunca tuvo demasiado peso en la independencia mexicana”, dice a EL PAÍS Alfredo Ávila, profesor de historia de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y experto en el proceso independentista. “Si buscas cuál es la mayor influencia para la guerra de independencia de México pues fue la guerra de independencia de España, la guerra contra Francia cuando Napoleón la invadió”. También tuvo gran influencia, cuenta Ávila, la guerra de independencia de Estados Unidos en 1776. Pero la influencia de Sudamérica, en cambio, fue muy sutil.
Ávila explica que Bolívar no tuvo mayor contacto con los grandes héroes de la independencia mexicana como Miguel Hidalgo o José María Morelos. Después de que ambos fueran asesinados y el autoritario Agustín de Iturbide lograse llegar al poder en 1821, los contactos entre el líder venezolano y el mexicano se mantuvieron escasos. “Eran proyectos políticos muy distintos”, dice Ávila. “El Bolívar de 1821 era muy republicano y no le gustaba el proyecto imperial de Iturbide”. El México de entonces llegaba casi hasta lo que es hoy Costa Rica, y el territorio de Bolívar hasta Panamá. Como vecinos, más que aliados, Bolívar temía que el proyecto imperialista de Iturbide amenazara su territorio.
Ávila considera que hubo un tipo de influencia, muy indirecta, por el tratado de Armisticio de Trujillo de 1820, que reconoció a Colombia como país en guerra contra España. Este fue una base para lo que luego fue el Tratado de Córdoba, que reconoció el imperio mexicano en 1821. Bolívar e Iturbide, con estos acuerdos, no eran ya rebeldes sino líderes de Estados. Pero aparte de esos tratados, y muy pocas amistades de bolivarianos con mexicanos, no hubo un apoyo militar durante las dos guerras.
El proyecto unificador de Bolívar, además, no incluía a México. El libertador no consideraba que su territorio conocido como la Gran Colombia debía expandirse más al norte de los territorios que ya comprendía: Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. Su imagen como líder que quiere unificar a toda América Latina en un solo estado, en ese sentido, es más mito que realidad. Sí intentó organizar una alianza militar con otras naciones frente a la amenaza de una reconquista española, pero en los dos esfuerzos fracasó. Cada estado siguió defendiendo su territorio por su lado.
“La verdad es que yo creo que es caer en un cliché, lo que hace el presidente,” opina Ávila sobre el evento de López Obrador. “Efectivamente Bolívar tenía un proyecto de alianza militar para enfrentarse a las potencias europeas, pero no un proyecto de unidad latinoamericana. Eso en realidad es una cosa que se le empezó a atribuir después a Bolívar, se empezó a forjar esta idea de la unidad latinoamericana fundamentalmente desde Venezuela donde, desde siempre, ha habido un culto a Bolívar tremendo”.
El gran culto a Bolívar
Con el evento del sábado, López Obrador está a punto de subirse a un tren en el que han pasado ya muchos políticos y escritores que leen a Bolívar en la forma que mejor encaje en su proyecto. Hugo Chávez, por ejemplo, exaltó especialmente la versión del líder como un caudillista y un militar revolucionario. Karl Marx lo describió en 1858 como un déspota más parecido a Napoleón. Dos caras muy distintas del mismo hombre desde la izquierda. Pero el culto a la figura de Bolívar, que precede a Chávez y a Marx, es sobre todo una producción cultural venezolana que se viene regando con éxito por América Latina desde el siglo XIX.
“El bolivarianismo es casi que endémico de la historia política venezolana”, dice Sócrates Ramírez, investigador de los usos políticos de Bolívar en la historia de Venezuela y estudiante de doctorado de Historia en la UNAM. Después de la muerte de Bolívar, el general José Antonio Paéz –que se opuso al libertador cuando éste estaba vivo– repatrió sus restos a Caracas y fue el primero en convertirlo en símbolo de unidad para subsanar un momento de crisis política. Se construyó luego un panteón y un número de instituciones para glorificar al libertador. Años después, el Gobierno autoritario de Juan Vicente Gómez de principios del siglo XX transformaría la versión de Bolívar en algo más a la derecha, como un Bolívar ultraconservador y “una fuente de inspiración para conservar determinados órdenes políticos”, cuenta Ramírez.
Paralelamente apareció una vertiente, quizás la más conocida entre líderes de izquierda, que leyó al libertador como lo opuesto: un antiimperialista, antiyankee y antieuropeo, que quería subvertir el orden. “De esa tradición va a beber [el partido venezolano] Acción Democrática desde sus orígenes, también el Partido de la Revolución Mexicana de México –convertido luego en el PRI–, ciertas tradiciones de la izquierda cubana antes de la revolución, y ciertas tradiciones de izquierda en América Latina”, explica Ramírez. “No hay un Bolívar sino un multi-Bolívar, en la política venezolana, y en la política latinoamericana”.
El multi-Bolívar existe porque Simón Bolívar podía ser, dependiendo del momento histórico que se le mire, todas esas personas a la vez: revolucionario y tradicional; libertador y déspota; antiespañol y proeuropeo. Fue admirador de los conceptos cívicos de Jean-Jaques Rousseau, pero también fue el que ordenó masacrar a miles de indígenas que se le opusieron en 1822 en el sur de Colombia; fue el aristócrata caraqueño en una familia de esclavistas pero también el que le prometió al presidente de Haití abolir la esclavitud; fue el que defendió ideas republicanas en sus escritos pero estaba dispuesto a masacrar a los líderes políticos que se le opusieron.
“En cada tradición nacional en las Américas, incluido Estados Unidos, la forma en la que Bolívar es recordado es diferente y depende de las figuras a las cuales se le compara”, dice a EL PAÍS el profesor de Historia Robert T. Conn de la Universidad de Wesleyan y autor de un libro reciente sobre los distintos usos políticos que se han hecho con la figura del libertador, Bolívar’s Afterlife in the Americas (Palgrave Macmillan, 2020).
En Colombia, por ejemplo, Bolívar fue visto como un conservador cuando fue comparado al general Santander, conocido como un liberal y hombre de las leyes (en la segunda mitad del siglo XX, pasó a ser también ícono de las guerrillas FARC o del M-19). En Venezuela fue un símbolo unificador cuando se le comparó al General Páez, crítico de las alianzas de la Gran Colombia. En Estados Unidos, en un discurso de 1921, el presidente de Estados Unidos Warren Harding lo comparó con George Washington para promover una alianza panamericana (que años después se transformaría en la OEA). También para defender, implícitamente, la doctrina Monroe que consolidó el poder norteamericano en el continente. “Si pudiéramos consultar a Washington y a Bolívar”, dijo entonces el presidente de Estados Unidos, “nos dirían que siguiéramos adelante con la firme confianza de que el nuestro es el camino correcto”.
“Bolívar siempre va a circular como una figura cultural, y no vale tanto la pena ver quien tiene la razón y quién no sobre él, porque lo que hay que ver es el contexto del momento”, dice Conn. En el mundo literario ocurrió algo similar a los líderes políticos, explica, cuando las plumas más importantes del continente le dedicaron sus letras al Bolívar que preferían.
“Hubo un interés renovado en México con la figura de Bolívar con José Vasconcelos”, dice sobre el autor de La Raza Cósmica que escribió un texto en 1939 sobre la vida del libertador. “Vasconcelos quiso producir su propia versión de Bolívar, y lo que construye es una versión fascista, como una figura autoritaria, como un hispano contra los británicos, y representando una esencia cultural racial latinoamericana que es hispana”. Aliado con nacionalsocialismo alemán y crítico del eje inglés y americano anti-nazi, Vasconcelos hizo de Bolívar un antibritánico cuando en realidad el libertador luchó junto a ingleses e irlandeses durante la independencia.
Pablo Neruda, el poeta chileno, compensa esa visión fascista de Vasconcelos poco después con Un Canto para Bolívar, una oda escrita en 1941 cuando Neruda ayudaba en México a exiliados españoles escapando de la dictadura de Franco. “Neruda presenta a Bolívar como un guerrero que pelea contra los fascistas”, explica Conn. “De los muertos de España llega esta mano roja que es hija de la tuya”, le dice Neruda a Bolívar en el poema.
“Hay muchas formas en las que López Obrador puede utilizar el sábado la figura de Bolívar”, opina Conn sobre el evento. “Podría ser la versión de Bolívar como antiimperialista, o la de Bolívar criticando a las élites, o la de Bolívar como unificador. Pero en todo caso será un discurso fácil, porque el hecho real es que la mayoría de personas de México realmente no saben quién fue Bolívar. Así que el presidente, honestamente, podrá decir lo que le venga en gana sobre Simón Bolívar”.
“Ya tenemos la independencia, general, ahora díganos qué hacemos con ella”, le pregunta un ciudadano a Bolívar en la famosa novela de Gabriel García Márquez, El General en su Laberinto, quizás la más famosa sobre el libertador. Reescribirla mil veces, respondería la historia, que no ha dejado de intentar descubrir quién fue, realmente, el libertador. En una Colombia que ahora protesta contra el Gobierno de Iván Duque, por ejemplo, los manifestantes se reúnen casi diariamente en un monumento donde fue retirada la estatua de Bolívar por seguridad. Debajo de su apellido fue dibujado ahora un adjetivo menos glorioso que lo acompaña: Opresor.
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