Biotecnología contra la crisis climática: cómo hacer que el tomate sobreviva casi sin agua
Científicos españoles desarrollan una hormona para que las plantas resistan 20 días sin riego a la espera de que la UE flexibilice las normas de edición genética
Científicos españoles han encontrado un antídoto para combatir los efectos de la sequía en las plantas, pero su remedio choca con las leyes de la UE. Un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha patentado en Reino Unido un aerosol que, mediante la edición genética, permite a las plantas retener el agua en su interior y garantizar su supervivencia, incluso si no reciben una gota de riego en 20 días. Bruselas, que prohíbe la ingeniería genética y los transgénicos en la producción de alimentos, estudia una propuesta para usar la biotecnología como arma contra la crisis climática.
El secreto del aerosol es que revierte el proceso de transpiración y fuerza a las plantas a conservar el agua del riego en su interior, como haría un cactus, en lugar de expulsarla. Las plantas cuentan con una hormona, llamada ácido abscísico (ABA), que controla su respuesta al estrés por la falta de agua, como ocurre durante la sequía. Cuando se utiliza el aerosol, que emula esta hormona, se modifica el ciclo de transpiración, permitiendo que retengan el oxígeno y el agua en su interior, lo que evita la necesidad de que vuelvan a ser regadas. Con esta tecnología se podría reducir el consumo del agua en los cultivos de regadío, que ha aumentado en un 65% en los últimos 25 años, a pesar de la sequía, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
El principal obstáculo para su aplicación son las barreras legales de la Unión Europea, que prohíbe el uso de transgénicos desde que en 2001 pusiera en marcha una férrea legislación en materia de modificación genética. Sin embargo, la Comisión Europea estudia desde el pasado 5 de julio una propuesta para modificar el marco legal.
El hito científico, liderado por los investigadores Armando Albert de la Cruz, en Madrid, y Pedro Luis Rodríguez Egea, en Valencia, es el fruto de 25 años de investigación. El sistema de protección sirve para todo tipo de plantas, sean tomateros, campos de trigo o incluso perales, afirman, pero la modificación genética es indispensable para garantizar los resultados. Sin la edición genética, los efectos del aerosol serían mínimos, asegura el profesor. Por eso espera con optimismo los posibles cambios legales que estudia Bruselas: “Es un poco frustrante tener que patentar en Europa, pero fuera de la UE. Antes o después, van a acabar permitiéndolo.”
La empresa británica de biotecnología que ha comprado la patente del fármaco es PBL Technology, pero los expertos del CSIC avisan de que la rentabilidad económica no es la prioridad de la comunidad científica en estos casos. “Cuando estás tratando de garantizar la alimentación de la humanidad en el futuro, ganar dinero con este producto es secundario”, advierte Rodríguez Egea.
Aunque el avance puede ser útil a los agricultores españoles ante el contexto actual de sequía, su potencial uso en España dependerá de una reforma de la política europea sobre los organismos modificados genéticamente. Bruselas ha mantenido una normativa estricta contra el cultivo de plantas modificadas genéticamente en suelo europeo desde la aprobación de la Directiva 2001/18/EC en 2001.
Sin embargo, una nueva propuesta pide que los cultivos que fueron cambiados genéticamente, como es el caso de estas plantas resistentes a la sequía, queden fuera de las restricciones actuales. El proyecto del CSIC utiliza un tipo de edición genética sencilla, que no introduce al ADN de la planta ningún gen externo. Eso evita riesgos a la estabilidad de los genes de las plantas y amenazas a la diversidad, como ha dicho la Organización Mundial de la Salud. Por eso, la UE está abierta a flexibilizar la norma para permitir que la edición genética se use en ciertos proyectos.
Esta técnica de modificación genética consiste en entrar en el ADN de la planta directamente, sin introducir un gen foráneo. El uso de genes y sustancias químicas extrañas puede dañar la estabilidad de los ya existentes e implica en muchos casos, riesgos a la diversidad, según destaca la Organización Mundial de la Salud.
Célia Dejond, portavoz de Salud Pública y Seguridad Alimentaria en la Comisión Europea, afirma que la nueva normativa no supondrá una reducción en el riguroso control comunitario sobre la industria agroalimentaria: “Es importante que contemos con normas sólidas que garanticen el máximo nivel de protección de la salud en toda la UE”. La legalización de la edición genética en la Unión Europea puede tardar alrededor de dos años, según confirma Christian Wigand, otro portavoz de la Comisión Europea.
Oposición a la edición genética
No todos están de acuerdo con la incorporación de este tipo de prácticas a la industria alimentaria. Desde la filtración inicial del proyecto a finales de junio, el cambio de postura de la UE ha recibido críticas de asociaciones ecologistas como Greenpeace. Esta organización denuncia que abrir la puerta a este tipo de modificaciones genéticas es un peligro para la salud de los consumidores. Esgrimen que las grandes multinacionales, como Bayer y Corteva, que controlan el 40% del mercado global, tendrán carta blanca para intervenir en el sistema alimentario y abusar de los químicos. Del centenar de transgénicos que están aprobados para la importación en la UE, 10 provienen de Bayer y 7, de Corteva.
El rechazo a la modificación de cultivos, ya sea con químicos o mediante la edición genética, les ha granjeado a los alimentos ya alterados el apodo peyorativo de “frankencomidas” en la comunidad ecologista. Eva Corral, delegada de Greenpeace especializada en pesticidas, remitió una carta a la Comisión Europea el pasado 5 de julio en contestación a la propuesta de modificación normativa: “Todos los productos en el mercado necesitan superar controles de calidad. ¿Por qué íbamos a hacer una excepción con las plantas de nuestros campos y la comida de nuestros platos?”.
Científicos como De la Cruz mantienen la postura de que este tipo de modificación genética es mínima y ética, mientras que las ventajas son amplias al garantizar una opción barata y segura para producir comida ante el futuro adverso dibujado por la crisis climática: “Con el panorama actual, la Unión Europea no podrá mantener la seguridad alimentaria durante mucho tiempo. Hay que cambiar la percepción negativa que pesa sobre la biotecnología”, concluye.
Este trabajo forma parte de un especial sobre la sequía realizado por los alumnos de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Consulta aquí más información sobre el máster.
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