Cómo afrontar que tu hijo adolescente quiera dejar los estudios: escucha activa y coordinación con el instituto
La tasa de abandono escolar en España ronda el 13% y suele ocurrir entre 14 y 18 años. Entre las causas más comunes están la desmotivación, la falta de expectativas o la baja autoestima
El pasado mes de enero se hicieron públicos los datos de 2023 respecto al abandono escolar en España. La buena noticia es que ha bajado respecto al año 2022, aunque sean solo tres décimas. Las malas (sí, en plural) son que el porcentaje sigue siendo muy alto (13,6%) y que España sigue siendo uno de los países con peor tasa de abandono escolar de Europa, donde la media se sitúa cuatro puntos por debajo (9,6%). Estos datos evidencian que, a menudo, los padres tengan miedo de enfrentarse a esa frase fatídica por parte de sus hijos adolescentes: “Quiero dejar de estudiar”.
La primera vez que Carolina Benedet (49 años) la oyó de boca de su hijo Alejo (17 años) fue hace dos años y supuso todo un mazazo para ella. “Después de darle vueltas y buscar el origen de lo que pasó, me he dado cuenta de que el problema realmente venía de antes”, explica Benedet. “Ya en la ESO coincidió en clase con bastantes malos estudiantes, con quienes no conectaba”, añade. Para ella, lo peor llegó tras la pandemia: “Después de casi dos cursos con mayoría de clases a distancia, perdió mucho nivel y ganó muchas ganas de pertenencia al grupo”. En ese momento, según sostiene Benedet, se juntó la falta de nivel con la falta de hábito de estudio, que había perdido durante todos esos meses de confinamiento. Y al joven le pasó factura: “Empezó a sacar muy malas notas, sobre todo en Matemáticas y Física. Esos resultados le superaron y empezó a sentirse el tonto de la clase. Fue ahí cuando se empezó a plantear dejar los estudios”.
Este relato encaja con la opinión de la pedagoga Ana Couto, creadora de Estudiar con sentido, un programa integral de ayuda al alumno que se basa en la idea de que no hay malos estudiantes, sino personas que no saben estudiar. “Los motivos por los que quieren dejar los estudios suelen ser desánimo, desmotivación, falta de expectativas y de interés, baja autoestima, malos ejemplos en su entorno (familia o amistades)”, enumera Couto. “Y las causas pueden ser variadas, pero lo que tienen en común estos jóvenes es que no les va bien. Quien saca sobresaliente es raro que quiera abandonar”, explica. La edad a la que habitualmente plantean esta intención oscila entre los 14 y los 18 años, según asegura Couto, y suele coincidir con la adolescencia: “Es un momento de rebeldía en el que necesitan oponerse a la familia, al sistema. Si este momento les pilla con más intensidad quieren dejarlo todo. Los estudios no son una excepción”.
“Uno de los últimos aspectos que maduran durante la adolescencia es la capacidad de retrasar la sensación de recompensa por las acciones que se realizan, es decir, hacer una actividad ahora sin esperar una recompensa inmediata”, añade David Bueno en su libro El cerebro adolescente (Grijalbo, 2022). Esta es la razón de que, como afirma Ana Cobos, orientadora y presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE), a menudo entienden que estudiar es una inversión a muy largo plazo y no están dispuestos a hacerla: “Más aún en un mundo en el que los valores están apuntando más a la inmediatez y el cortoplacismo”.
Reacciones de los progenitores
Couto explica que, a pesar del disgusto inicial, es importante que los padres afronten la petición de dejar los estudios desde la calma y sin entrar en pánico: “Hay que tomarles en serio y no dramatizar. Comprobar si es una decisión tomada o solo algo que están barajando. Escuchar los motivos que les llevan a esa decisión. Para eso debemos preguntar, no con ánimo de cuestionarles, sino de entenderles”. “Y si vemos que nos encendemos mucho y no podemos hablar tranquilamente, mejor dejar la conversación para otro momento”, añade experta.
Pero la educación académica, más aún durante la adolescencia, no es solo cosa de padres y alumnos. “Debemos acudir a los centros escolares, estar en coordinación con los tutores, con los orientadores, con el profesorado, para que los niños perciban que hay un trabajo común, que ellos son el objetivo de familias y centros educativos para sacarles adelante”, asegura Cobos. De hecho, esa buena relación a veces marca la diferencia, según la orientadora: “Tiene que haber una confianza de la familia en el sistema educativo, cosa que se produce menos en los contextos socioeconómicos menos favorecidos, precisamente esos en los que el abandono es más frecuente”.
Benedet ha comprobado que la implicación del centro educativo es esencial. “Este año mi hijo está cursando 4º de la ESO por segunda vez. Casi desde el principio me pareció que ser repetidor le había condenado al menosprecio de algunos profesores, a pesar de que el chaval se esfuerza mucho más que en cursos anteriores”, relata. “Por eso, aunque me pidió que no lo hiciera, acudí a hablar con el director del instituto”, prosigue. Desde entonces, Benedet tiene la sensación de que el trato hacia su hijo ha mejorado mucho: “Y esto a él le está resultando muy motivador. Creo que hemos conseguido un cambio de chip muy beneficioso, ya no duda de que puede sacar el curso”.
Explorar otras opciones
En cualquier caso, si es una decisión tomada sin vuelta atrás, no hay que obligarles a continuar estudiando cueste lo que cueste. “No pasa nada por explorar otras opciones. Debemos tener una mirada más amplia a medio plazo, escuchar cuál es su plan de vida, preguntarles a qué se quieren dedicar, y cómo se plantean hacerlo”, asegura Couto. Para esta última experta, hay que hacerles partícipes de su formación y de las decisiones que se toman: “Hay un sustento de motivación que tiene que existir por parte de la familia, que es el acompañamiento. Les debemos orientar y acompañar, decidan lo que decidan”. Y recordar, según añade Cobos, que se aprende a ser autónomo y a ser independiente cuando te dejan la oportunidad de serlo.
Por otro lado, Couto recalca que el hecho de que dejen los estudios no significa que no puedan retomarlos nunca más: “No es una puerta de una única dirección de salida, pueden entrar cuando quieran de nuevo, y así lo harán con más ganas y con verdadera motivación”.
Puedes seguir Mamas & Papas en Facebook, X o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter quincenal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.