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David Bueno, biólogo: “Los adolescentes son quienes más estrés crónico y ansiedad sufren, su cerebro está más agotado que el de niños y adultos”

El especialista en genética y neurociencia señala en su nuevo libro dedicado a los jóvenes y educadores ‘Emociones a raudales. ¡Qué aventura!’ que aprender a conocer las emociones hace que uno se sienta mejor consigo mismo y con el entorno

El biólogo David Bueno es autor de 'Emociones a raudales. ¡Qué aventura!', escrito junto a la maestra y bióloga Maria Tricas.
El biólogo David Bueno es autor de 'Emociones a raudales. ¡Qué aventura!', escrito junto a la maestra y bióloga Maria Tricas.

Disfrutar la adolescencia es una de las recomendaciones que David Bueno i Torrens (Barcelona, 58 años), profesor, biólogo especialista en genética y neurociencia de la Universidad de Barcelona y director de la primera cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st desde 2019, envía a docentes, padres e hijos preadolescentes y adolescentes.

El autor de Emociones a raudales. ¡Qué aventura! (Octaedro Editorial, 2022), escrito junto a la maestra y también bióloga Maria Tricas, resulta una atractiva guía dedicada a los jóvenes y educadores con actividades que, sumadas a las explicativas ilustraciones de Kim Amate, describen cada emoción y su asociación con el cerebro del ser humano.

PREGUNTA. En su libro dice que hay que sentir y vivir las emociones, pero ¿qué ocurre cuando el joven rehúye de ellas?

RESPUESTA. Sintiendo y viviendo las emociones para poder gestionarlas uno estará bien con uno mismo y se relacionará correctamente con el entorno. Si el adolescente las rehúye, se genera una contradicción dentro del cerebro que se vive con un incremento de estrés, esto es, disminuye la capacidad de reflexión y aumenta la impulsividad, quedando más desbocadas las emociones, que ya de por sí lo están en esta etapa de la vida.

P. ¿Cómo habría que actuar cuando llega una emoción desconocida o que no se entiende?

R. El mejor modo de proceder es tomarse un tiempo de calma para analizar qué ha producido esa emoción, qué sensaciones internas está produciendo y qué respuestas impulsivas podrían salir y, a partir de ahí, ver si es necesario encauzarla o no. Por ejemplo, frente a la tristeza por una pérdida no es preciso reconducirla porque nos permite curar mejor el estado emocional que puede conllevar, es la tirita para que la herida cicatrice antes.

P. En su libro afirma que “las emociones son la brújula interna”, ¿puede uno sentirse perdido y tener miedo a continuar?

R. Las emociones nos dirigen según sea nuestro propio estado interno y el entorno en el que nos movemos. Sentirse perdido y tener miedo a continuar es algo que sucede a menudo durante la adolescencia, básicamente porque las emociones están más a flor de piel y es más difícil gestionarlas. Por lo tanto, no ha de resultar extraño comprobar que se generen en breves periodos de tiempo alegría, amor por todos y, repentinamente, hastío.

P. Existen emociones menos agradables, como tener miedo a algo, la inseguridad o la decepción. ¿Cómo hay que proceder en esos momentos? ¿Es normal sentirse culpable por sentirlas?

R. Hay muchas emociones que generan sensaciones desagradables como la envidia, que te hace sentir mal por dentro. Es normal sentir culpa al sentirlas, pero no somos conscientes cuando se generan así que uno no tiene que sentirse así. Lo importante es no recrearse en esas emociones y procurar analizar por qué se sienten y las consecuencias que pueden tener para el entorno y para uno mismo e intentar reconducirlas para alcanzar mayor estabilidad.

P. ¿Estar triste hace sentir a uno más vulnerable o le hace realmente vulnerable frente al resto de personas?

R. Estar triste no nos hace más vulnerables y no deberíamos sentirnos así. Es habitual que al ver a una persona triste se la trate con más prudencia y tacto, y en el caso de no ser así quien no lo hace es quien verdaderamente tiene un problema emocional. Deberíamos actuar a nivel educativo y social para observar qué le sucede al individuo que no es capaz de respetar la pena de los demás.

P. Asegura que la envidia y los celos están patentes en la época adolescente, ¿repercuten en quien uno es y en cómo uno se siente?

R. Sí, están presentes especialmente en la época adolescente, pero también en todas las etapas de la vida. Los jóvenes están constantemente comparándose unos con otros para descubrir quiénes son. Sabiendo trabajar esas emociones, la envidia y los celos pueden ser motores de crecimiento. Si envidio algo y lo quiero tener, pongo todos los recursos de los que dispongo para lograr el objetivo y eso me permite seguir avanzando. Si, por el contrario, la envidia y celos son destructivos para los demás porque yo no tengo lo que ellos, conviene que alguien intervenga y ayude.

P. ¿De qué modo influyen los pensamientos en el estado emocional y cómo pueden modificarse?

R. Las emociones influyen en nuestros pensamientos y estos en los estados emocionales. Modificarlos no es fácil, pero sí posible. Cuando detectamos un pensamiento que nos genera un estado emocional incómodo, desagradable, que nos hace sentir temor, ira... Hemos de procurar que los adolescentes busquen un pensamiento que les haga sentir un poco más a gusto. No se trata de cambiar una sensación totalmente desagradable por una que sea muy agradable porque, aparte de difícil, es poco productivo. Si uno está triste, lo está; si alguien tiene miedo, lo tiene. Pero, sí se puede buscar un pensamiento, un objetivo futuro que logre que el estado emocional mejore ligeramente y transformarlo.

P. En la obra se indica que el estrés crónico y la ansiedad dañan mucho a los jóvenes, ¿qué podrían hacer para no vivirlo como algo que les incapacite en sus actividades diarias?

R. Uno de los grandes problemas sociales son el estrés crónico y la ansiedad, no solo en los adolescentes, sino a cualquier edad. Sin embargo, quienes más los sufren son los adolescentes y los jóvenes, porque su cerebro está más agotado que el de los niños y los adultos al enfrentarse a situaciones desconocidas y activando ese estrés todo el metabolismo. Con fuentes de agobio como las prisas, el querer hacer demasiadas cosas o la presión del entorno hay que permitirse a diario momentos para no hacer nada, relajarse y dejar que la mente vague perdida. Asimismo, resulta óptimo hacer deporte y el ocio que más guste a cada uno.

P. Cuando la adolescencia se aproxima, ¿qué recomendación daría a padres e hijos?

R. Que la disfruten y no la esperen como una incomodidad, un riesgo o peligro, porque, aunque sí habrá problemas, si uno lo afronta con una mirada positiva también entenderá lo maravillosa que es. Será una etapa donde cambiarán las relaciones, pero hay que saber adaptarse, respetar a los hijos y cómo evolucionan los hijos y complacerse con cómo se hacen mayores.

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