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Cómo ayudar a tu hijo a pasar el duelo por su mascota

Decir la verdad, acompañar y validar las emociones de los niños y hacer rituales de despedida son algunos consejos para superar el fallecimiento de un animal de compañía. Eso sí, la edad del menor también influye en cómo se le debe hablar de la muerte

Duelo Mascota
El vínculo que se establece entre un niño y su mascota es muy intenso, acompañarles tras su pérdida es lo mejor que pueden hacer los padres.Ryan McVay (Getty Images)

La relación que se establece entre un niño y su mascota es muy intensa. Para los más pequeños es un miembro más de la familia. Más aún si han pasado gran parte de su vida juntos o incluso si la mascota llegó a casa antes que ellos nacieran. Se convierten así en compañeros de juegos, y a veces en sus guardas de seguridad. Algo así es lo que cuenta Carolina González sobre cómo Simba cuidaba de sus hijos, Leo y Alejo, cuando estos eran pequeños: “Yo sentía que la perra me ayudaba en la crianza de mis hijos y que podía dejarlos un rato solos en la habitación en su compañía, porque ella los cuidaba”. Y no solo eso. La ciencia ha descrito numerosos beneficios de tener una mascota para los niños, como un menor nivel de estrés y ansiedad por la liberación de oxitocina, relacionado con el sentimiento de ser amados incondicionalmente.

De este modo, perros o gatos pasan a ser, según Adela Martínez Gómez, terapeuta en acompañamiento de duelos y pérdidas y coach motivacional, referentes de seguridad, superación de miedos y desahogo emocional para los más pequeños: “Además de ayudarles a fomentar su responsabilidad como cuidadores, desarrollar la empatía y la comprensión, virtudes muy importantes en la edad temprana, y que en muchas ocasiones quedan olvidadas”.

Lo peor de tener mascota es que cuando hay que afrontar su fallecimiento. Y si pasar un duelo para los adultos es complicado, más aún lo puede ser para los niños. En primer lugar, porque, a menudo, es la primera muerte a la que se enfrentan y, por lo tanto, el primer duelo. Esto supone un reto relevante, como afirma la psicóloga sanitaria perinatal Diana Sánchez: “Si se hace de forma correcta, aprenderán muchísimo sobre el duelo y la vida”. Es decir, se trata de un momento crucial para ellos, en el que se sentirán profundamente tristes. El caso de Simba fue ejemplarizante porque a los dos meses de fallecer la perra lo hizo la querida abuela materna. “Aunque solo habían pasado dos meses de lo de la mascota, nos sirvió para sobrellevar mejor lo de la abuela, porque, a pesar de tener solo 5 y 8 años ya les habíamos hablado de la muerte”, asegura Carolina González.

En ambos casos tuvieron que pasar por el proceso de duelo. Esto supone aceptar la realidad de la muerte. “Es decir, saber que ya no veremos a nuestra mascota nunca más, no vamos a jugar con ella, no va a buscar su pelota”, subraya Patricia Díaz Seoane, psicóloga especializada en duelo en la Fundación Mario Losantos del Campo —cuyo objetivo es trabajar en el desarrollo integral del ser humano mediante acciones en el ámbito de la salud y la educación— y en Betania Psicología —centro de terapia psicológica en Madrid—. “También implica que va a haber unas emociones asociadas a la pérdida, como tristeza, añoranza e ira, pero también alegría por los momentos vividos”.

Aunque la manera de afrontarlo dependerá de la edad del niño, hay determinados consejos que le ayudarán a superar el duelo. Para empezar, es recomendable decir la verdad con palabras adaptadas a su edad. “Si mentimos a los niños y nos descubren se genera mucha desconfianza en situaciones importantes que con el tiempo pasan factura”, asegura Díaz. Por eso es relevante hablarles con franqueza y naturalidad, validando lo que sienten. “Conviene acompañarles en sus emociones explicándoles que son normales, y que es algo que con el tiempo irá mejorando”, puntualiza Sánchez. “Además, es bueno exponerles también nuestra propia tristeza dejando espacio para esas emociones, validándolas y diciéndoles, por ejemplo, que el perro era muy valioso para él y para toda la familia”.

Para evolucionar en el proceso de duelo, las expertas consultadas recomiendan los ritos de despedida, en los que los niños, sea cual sea su edad, deben participar. Escribirle cartas, recopilar fotos o hacerle dibujos son buenas ideas. Eva Soto, por ejemplo, despidió a Roy junto a sus hijos, Guille y Carla, de 6 y 3 años respectivamente, enterrando su collar en el campo, en una zona a la que les encantaba acudir a pasear. Díaz apunta también que puede ser una buena idea donar las pertenencias del animal a una protectora: “Su bebedero, su cama o sus juguetes”.

Finalmente, llega otra pregunta inevitable: “¿Cuándo es adecuado que llegue a casa otra mascota? ”Está bien tener otra, pero hay que dejar el tiempo suficiente para pasar el duelo en todas sus fases, pasar por todas las emociones”, relata Sánchez. Lo que no es buena idea, según explica esta experta, es comprar o adoptar una para sustituir la anterior o tapar la pérdida: “Pero habiendo resuelto bien el proceso del duelo, aceptando la pérdida de forma sana, cuando ya vemos que están mejor y preparados, tener otra mascota es adecuado”.

La psicóloga Adela Martínez Gómez da algunas pautas para que madres y padres puedan ayudar a su hijo a afrontar el duelo de una mascota, algo en lo que influye la edad que tenga el menor:

• De 0 a 3 años el menor no tiene sentido de permanencia, por lo que no es necesario hablarle de la muerte, aunque sí conviene mantener algunas de las rutinas que el niño tenía con la mascota”, asegura Martínez Gómez.

• De 3 a 6 años los niños viven envueltos en la imaginación y la fantasía. Por eso, la psicóloga aconseja no “fomentar aún más esta fantasía a la hora de explicarles la muerte”. Nada de “se ha convertido en una estrella”. Hay que explicarles que lo que les ha pasado es un proceso natural.

• De 6 a 12 es la etapa en la que el menor planteará más preguntas sobre la muerte. “Él mismo tendrá miedo a morir y por eso debemos decírselo con mucha naturalidad. Es la etapa del desarrollo de la gestión emocional”, afirma la terapeuta.

• La adolescencia. Es un momento complicado porque, como dice Martínez Gómez, “nos enfrentamos a un individuo que ya no es un niño, pero tampoco un adulto. La comunicación con los adultos es difícil y la gestión emocional se suele ver reprimida. Debemos estar presentes para ellos y abrir diálogo”.

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