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Paula Vázquez, escritora: “Una maternidad feminista es aquella en la que el cuidado del hijo no recae solo sobre la madre”

La librera publica ‘La librería y la diosa’, un ‘mémoire’ en el que cuenta cómo la muerte de su madre, junto al encuentro con su pareja actual, le hicieron replantearse la vida de arriba a abajo

La escritora Paula Vázquez cree que aún existe una voluntad de silenciar las demandas o las discusiones sobre la maternidad.
La escritora Paula Vázquez cree que aún existe una voluntad de silenciar las demandas o las discusiones sobre la maternidad.

Cuenta la escritora Paula Vázquez (40 años, Buenos Aires), cofundadora de la librería Lata peinada, en Barcelona, que nunca sintió el mandato de la maternidad ejerciendo poder alguno sobre ella. Tenía una carrera como abogada, disfrutaba de tener independencia económica y sentía que se había convertido en una clase mejor de mujer que su propia madre. “Estuve durante muchos años sumida en el discurso de la independencia, asimilada a la realización como una mujer-sin-hijos”, escribe en La librería y la diosa (Lumen), un mémoire en el que relata cómo la muerte de su madre, junto al encuentro con su pareja actual, le hicieron replantearse su vida de arriba a abajo. Cambió de profesión, abrió una librería al otro lado del océano —que está dedicada exclusivamente a la literatura latinoamericana— y abrazó la urgente necesidad de ser madre.

El libro muestra las espinas y aristas de ese camino, marcado por el dolor de varias pérdidas gestacionales, pero también regala una crítica honesta y contundente al lugar que ocupa hoy la maternidad, tanto en la sociedad como dentro de los feminismos. “Se reduce la maternidad a una cuestión negativa frente a la productividad necesaria en una mujer trabajadora en edad fértil, sin preguntarse por otros costados de la experiencia”.

PREGUNTA. Si en Las estrellas (Tránsito, 2019) estaba muy presente su condición de hija desde el duelo, La librería y la diosa habla de la necesidad de transformación desde la pérdida. ¿Diría que la muerte es también un impulso para la vida?

RESPUESTA. No creo en el mandato de buscar efecto práctico en el dolor o la muerte o el sufrimiento, que prolifera en el mundo, y rechazo las visiones utilitaristas que traducen toda experiencia al lenguaje de la superación en pos de la productividad. Pero creo que sí hay siempre otras capas. Prefiero ampliar la mirada hacia la complejidad de lo que nos une con los otros, en la vida y en la muerte, a lo poliédrico de las transformaciones silenciosas y subterráneas que ocurren en nuestras vidas, la mayoría de las veces venciendo nuestra ilusión de control. Después de la muerte de mi madre cambió algo profundo en mi mirada sobre la maternidad, sobre mi forma de ser hija, y ahí creo que se abrió por primera vez en mí de un modo intenso la pregunta sobre mi propia maternidad. Pero esa pregunta pudo convertirse en deseo solo a partir del encuentro con Luciano, con mi marido.

P. ¿Ha sentido que luchaba contra ese deseo por momentos a lo largo de su vida?

R. Nunca sentí que hubiese una lucha contra el deseo, sencillamente no aparecía habilitado dentro de mí. Mi lucha fue contra la imagen de maternidad que tenía más cerca, la de mi madre y, en oposición, para construirme una vida que por entonces suponía mejor: como una mujer profesional, que ganaba su propio dinero y no tenía la carga inhabilitante de los hijos. Tuve que desarmar esas ideas para entender que podía sentir el deseo de ser madre y, pese a ello, intentar hacerle lugar en una vida feminista.

P. Escribe: “Poner el ejercicio de la maternidad en el centro del mensaje es un modo de ampliar la libertad de las mujeres”.

R. Es cierto que la agresión es un poco moneda corriente en las redes, pero me sorprendió lo que generó la insinuación de un vínculo posible entre libertad y maternidad. Creo que la tarea del feminismo siempre ha sido ampliar las posibilidades de las mujeres, y que por eso debe dirigirse a todas las vías en las que sea posible ensanchar nuestra libertad. Dentro de eso, me parece que la maternidad es un tema sobre el que debemos trabajar, para que una maternidad deseada, y luego vivida desde el disfrute y no desde el sufrimiento, desde la libertad y no desde la sumisión, no se convierta en un privilegio.

P. ¿Por qué esta relación conflictiva del feminismo con la maternidad?

R. Creo que una de las tareas principales para el feminismo gira en torno a la emancipación de nuestros cuerpos. El mandato de la maternidad, en gran medida, tiene que ver con esa captura de nuestros cuerpos, por eso entiendo que una de las primeras tareas y logros del feminismo se haya dirigido a poder deshacerse de ese mandato y a la lucha por el derecho al aborto legal seguro y gratuito, que, aunque haya sido consagrado en muchas legislaciones, en muchos países aún es una deuda pendiente. Creo que, de algún modo, esa ha sido la urgencia, desarmar esos modos de captura, por eso el discurso que habilita la maternidad y que explora y reivindica modos de ejercerla no ha tenido, aún, tanto lugar en los feminismos.

P. Dice en el libro que le gustaría escribir sobre una maternidad feminista. ¿Cómo sería para usted una maternidad feminista?

R. Una maternidad feminista es para mí aquella en la que las tareas de cuidado no recaen exclusivamente sobre la madre, sino que los vínculos cercanos a ese hijo también se reparten los cuidados. Y en los casos en los que eso no sea posible o deseable, creo que el Estado debe garantizar esas asistencias, para que la vida de la madre no esté absolutamente subsumida en el cuidado del hijo. Una maternidad feminista es aquella en la que la mujer, si lo desea, puede conciliar otros aspectos de su identidad, su sexualidad, su trabajo o su vocación o su carrera, o lo que sea, con ser madre.

P. En su caso, pasó por dos pérdidas perinatales y después llegó su hijo, Valentín. ¿Cómo siente que se afrontan socialmente estas pérdidas?

R. Siento que es un tema silenciado con relación a la frecuencia con la que sucede —cuando yo misma empecé a hablar de lo que me pasaba, empecé a saber de otros muchos casos muy cercanos— y a los imaginarios que se ponen en juego: la falla, la culpa, que se juega aún sobre el mandato. Creo que la fertilidad es un tema que va a ser cada vez más difícil en el futuro, por el avance de la precariedad sobre las vidas de los jóvenes o por la decisión de postergar de forma consciente la llegada de los hijos.

P. La maternidad hoy presenta otros retos distintos a nuestras madres o abuelas. Ha mencionado la precariedad, pero muchas mujeres hablan también de soledad, culpa, agotamiento, ausencia de referentes… ¿Se visibiliza todo eso lo suficiente?

R. No, aún hay una voluntad de silenciar las demandas o las discusiones sobre la maternidad. Sucede incluso con los libros que tocan el tema de la maternidad, si bien ha habido una irrupción interesante, hay una tendencia a sacarlos de la conversación más amplia, a convertirlos en un nicho intenso, lectura de mujeres, y ni siquiera, lectura para algunas mujeres. De nuevo pesa sobre nosotras esa suerte de silenciamiento, la estrategia de empujarnos al rincón, al hogar. Como en muchos otros temas, creo que ha habido una reacción de retroceso respecto de la voluntad de poner lo personal en el centro de la escena, de reivindicar la esencia política de la maternidad.

P. Todos los discursos actuales sobre la maternidad ponen el foco en la conciliación. ¿Es este el gran problema de las madres?

R. Hablar de conciliación es poner una carga más sobre las mujeres y dispara la culpa en quienes sienten que no lo logran, que no llegan, que no pueden. Creo que, por el contrario, deberíamos poner el foco en la tarea de crianza como algo necesario en colectivo, y por ende en la creación de redes y de contención desde el Estado, para las madres y para los hijos. La distribución de las tareas de cuidado, la medición y exigencia de pago de las cuotas alimentarias —algunos estudios establecen que 7 de cada 10 hombres no paga cuota alimentaria sobre los hijos no convivientes—, los derechos de las madres trabajadoras, esos son los asuntos en los que deberíamos enfocarnos.

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