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La dimisión del Gobierno palestino abre el camino al regreso de la ANP a Gaza

El anuncio prepara el terreno a la formación de un Ejecutivo de tecnócratas, en la línea de reformas que pretende Estados Unidos para la posguerra en la Franja. El plan choca con las intenciones de Netanyahu

Antony Blinken y Mahmud Abbas en la sede de la Autoridad Nacional Palestina en Ramala, el pasado 7 de febrero.Foto: ALAA BADARNEH / POOL (EFE) | Vídeo: EPV / REUTERS
Antonio Pita

Desde que comenzó la guerra en Gaza, el pasado octubre, el primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que ha dimitido este lunes, Mohamed Shtayeh, responde con una metáfora cuando le preguntan por la posibilidad de que la ANP retome el control de la Franja una vez que Israel acabe con Hamás, que la gobierna en solitario desde 2007: “No volveremos a Gaza a bordo de un F-16 o de un tanque militar israelí”. No hay ese riesgo, porque el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha dejado claro que no quiere a la ANP gestionando los escombros de Gaza. Pero la renuncia de Shtaye es el paso más significativo en los cuatro meses y medio de guerra a que lo haga de mano de Estados Unidos.

La decisión ―aceptada por el presidente, Mahmud Abbas, que le ha pedido que siga ejerciendo en funciones― abre la puerta al “día después” que desea y por el que presiona Washington: que una ANP reformada y con caras nuevas recobre la legitimidad internacional necesaria para encargarse del día a día. “Revitalizada”, como ha dicho el presidente de EE UU, Joe Biden.

El anuncio prepara el terreno a la formación de un Gobierno de tecnócratas que sustituya al actual: esclerotizado, desprestigiado y vertebrado por Fatah, la facción que lidera Abbas. “Es el acto más sustancial de la puesta en operación del día después de Gaza y cuenta con el consentimiento tácito de Hamás”, señala por teléfono Tahani Mustafa, analista de Palestina del think tank International Crisis Group. Mustafa recuerda que Hamás “lleva años tratando de librarse de gobernar Gaza”, algo que lo ha desgastado internamente y no ha revertido “su estatus de paria internacional”, por lo que ha subido ahora su “apuesta” por la unidad, aun al precio de no tener representación en el Ejecutivo, algo que frenaría Occidente.

Para nuevo primer ministro suena con fuerza desde hace semanas Mohammed Mustafa. Es, por un lado, el tipo de opción que gusta en Washington. Director del Fondo de Inversión de Palestina, es un economista formado en EE UU que ha ocupado puestos de importancia en el Banco Mundial y mantiene contacto con representantes oficiales del país. Por otro, es una figura aceptable para Hamás. Aunque se le considera cercano a Abbas, fue vice primer ministro y titular de Economía en el breve Gobierno de unidad formado en 2014 entre las dos facciones y encargado de la reconstrucción de Gaza tras la ofensiva israelí de aquel año, la más dura hasta la actual.

“Consenso intrapalestino”

El propio Shtaye ha dejado claro este lunes en su discurso el camino: “La próxima fase y sus retos requerirán nuevos acuerdos políticos y gubernamentales que tomen en consideración la realidad que emerge en Gaza, el diálogo de unidad nacional y la necesidad urgente de un consenso intrapalestino basado en una amplia participación, la unidad y la extensión de la soberanía de la Autoridad Nacional Palestina a todo el territorio de Palestina”.

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El horizonte choca con el plan para el día después presentado la pasada semana por Netanyahu. Este consiste en mantener “libertad de acción ilimitada” militar “en toda Gaza sin límite de tiempo” y dejar “lo máximo posible la gestión civil y la responsabilidad del orden público” en manos de “entidades locales que no estén afiliadas a Estados y organizaciones que apoyen el terrorismo ni reciban remuneración de ellas”. Es decir, en notables o gazatíes respetados que estén dispuestos a colaborar con las autoridades militares israelíes y carezcan de relación con Hamás o con la ANP. El canal 12 de la televisión israelí informó la pasada semana de un proyecto piloto del ejército en el barrio de Zeitún de Gaza capital para establecer una suerte de Gobierno local. Los mandos militares se reunieron con líderes comunales para intentar convencerlos de que gobiernen a los residentes que no han huido al sur. El plan de Netanyahu condiciona también la reconstrucción al inicio de “un proceso de desradicalización” de la población y rechaza la creación de un Estado palestino.

También choca con el estado de ánimo de la opinión pública israelí. Solo un 11% apoya el regreso de la ANP a Gaza, según un sondeo difundido el pasado diciembre por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Un 18% quiere la anexión; un 22%, el control militar; un 18%, el despliegue de una fuerza internacional en el territorio y un 23%, que lo haga una coalición de “Estados árabes moderados”.

Reforma de la OLP

La reforma de la ANP marcha paralela a otra, la de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), de la que se habla desde hace años, pero solo ahora parece tomarse en serio. Es la representación del pueblo palestino, pero no incluye al vencedor de las últimas elecciones, Hamás, ni otras facciones, como la Yihad Islámica, así que ha acabado convertida en irrelevante y obsoleta. Precisamente todas las facciones palestinas han sido invitadas a finales de mes a Moscú. Según el diario en árabe Asharq Al Awsat, dos temas estarán principalmente sobre la mesa: la formación de un Gobierno tecnocrático y la inclusión de Hamás y la Yihad Islámica en la OLP.

El desprestigio de la ANP, y concretamente de Abbas, es tal que la opción que impulsa Washington es profundamente impopular. Según un sondeo publicado en diciembre por el Centro Palestino de Investigación de Políticas y Encuestas, un 60% de los consultados querrían que Hamás siguiese al frente de Gaza tras la guerra; un 16%, un Gobierno de unidad nacional sin el presidente; un 7%, la ANP en su estado actual; y un 3% uno o más países árabes. Solo un 3% escogían la fórmula que va cobrando forma: un Ejecutivo de unidad con Abbas como presidente.

La analista Mustafa prevé dos pasos más: una reforma de la Ley Básica (el equivalente a una Constitución) y el nombramiento de un vicepresidente. Parte con muchas papeletas Husein al Sheij, mano derecha de Abbas. Ha ascendido meteóricamente desde la muerte por covid en 2020 del veterano jefe negociador Saeb Erekat. Es secretario general y jefe del departamento de negociaciones de la OLP. Pero solo un 3% de palestinos lo querría como próximo líder, según un sondeo de 2023. Al Sheij fue precisamente uno de los dos dirigentes de la ANP que viajó el domingo a Amán para preparar la reunión de Abbas con el rey Abdalá de Jordania, otro aliado de EE UU que presiona para reformar la ANP y que retome el control de Gaza.

El proceso recuerda en cierto modo al que vivió el histórico líder palestino Yasir Arafat durante la Segunda Intifada (2000-2005). Israel y el entonces presidente de EE UU, George W. Bush, lo acusaron de “apoyar el terrorismo” e intentaron forzar su salida. No lo lograron, pero sí que nombrase un primer ministro: el hoy presidente Abbas. La idea ahora es crear una vicepresidencia para repartir el poder que aglutina un Abbas cada vez más solo y autoritario, y preparar su sucesión. Tiene 88 años, problemas cardiacos y lleva 19 en el poder sin someterse a las urnas.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.
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