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El plan de Netanyahu para el futuro de Gaza prevé cerrar la UNRWA y descarta el Estado palestino

El proyecto del primer ministro para el día después de la guerra, diseñado en tres fases, pretende controlar todos los ámbitos en la vida de la Franja y designar a los países con capacidad para actuar

Guerra entre Israel y Gaza
Unos palestinos buscan supervivientes entre los escombros, tras un bombardeo en Deir al Balah, este viernes en la franja de Gaza.MOHAMMED SABER (EFE)
Luis de Vega (Enviado Especial)

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha detallado por vez primera qué tiene en mente para el futuro de Gaza a la sombra de la actual coyuntura bélica. Según un plan presentado el jueves por la noche, bautizado El día después de Hamás, el Gobierno israelí pretende dar una nueva vuelta de tuerca a la Franja y mantener, en adelante, el control absoluto. De paso, también estrechar la ocupación de Cisjordania y Jerusalén Este. En la práctica, se trata hasta de disponer de derecho de veto ante la posible aprobación en el futuro de un Estado palestino.

Netanyahu, para el que la reconstrucción de Gaza no figura como una prioridad, descarta que vaya a permitir que siga desarrollando su trabajo en la Franja la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), principal soporte de la mayoría de los 2,3 millones de palestinos que habitan ese territorio, más de la mitad desplazados por la guerra. El proyecto del primer ministro israelí ha recibido ya el rechazo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

El plan cuenta con tres fases —corto, medio y largo plazo— y fue entregado al gabinete de guerra. De él se desprende que el primer ministro quiere que el conflicto bélico abierto el pasado 7 de octubre le sirva como excusa para acabar teniendo todo atado: política, instituciones, armamento, fuerzas de seguridad, fronteras, reconstrucción, comercio y hasta qué países actuarán en la Franja.

En primer lugar, el documento de Netanyahu vislumbra la estrategia israelí en el plazo más inmediato. Se trata de lograr los objetivos planteados para ganar el actual conflicto armado, que son, básicamente, hacer desaparecer a Hamás y la Yihad Islámica a nivel político y militar, traer de vuelta a los rehenes y eliminar toda amenaza que pueda llegar desde la Franja.

El documento se extiende más en el medio plazo, cuando prevé abordar aspectos a nivel de la seguridad y de la vida civil. Por un lado, Netanyahu prevé que Israel mantenga “libertad de acción ilimitada en toda la franja de Gaza sin límite de tiempo”, con el objetivo de frenar el reflorecimiento del “terrorismo”. En ese contexto, también impondrá el cierre de la frontera sur con Egipto para controlar personas y mercancías, tanto en superficie como bajo tierra, donde hay excavados túneles desde hace años. Israel espera contar con la colaboración de Egipto y Estados Unidos.

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Zona desmilitarizada

El primer ministro desea mantener bajo control israelí toda la zona que se halla en la orilla oeste del río Jordán —incluida Gaza— por tierra, mar y aire; es decir, toda Palestina, dentro de esa estrategia que califica como lucha contra el terrorismo. Gaza quedará totalmente desmilitarizada, salvo lo necesario para mantener el orden público, y será Israel el encargado de llevar a cabo ese proceso y de supervisarlo.

También entre los aspectos que prevé en este medio plazo, el documento recoge que la administración civil y el orden interno recaerán en manos de personas con experiencia, pero que estén fuera de la órbita de los que Israel considera terrorismo tanto a nivel local como internacional. Tampoco podrán recibir salario de esas entidades o países, aunque no cita a ninguno. No hay en el documento una negativa expresa a que los funcionarios de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) formen parte de ese proceso, algo que Netanyahu había planteado al comienzo de la guerra.

De forma paralela, se va a promover en Gaza un plan de “desradicalización” a nivel religioso, educativo y del ámbito de la beneficencia. Israel también llevará a cabo las labores necesarias para “cerrar” la UNRWA, algunos de cuyos empleados participaron en la “masacre” del 7 de octubre y en cuyas escuelas se “enseña terrorismo”. La idea es reemplazar a la agencia de la ONU por otros organismos internacionales. Tanto el proceso de desradicalización como el de reconstrucción de Gaza será llevado a cabo por países a los que Israel deberá dar el visto bueno.

En el largo plazo, Israel “rechaza totalmente los dictados internacionales” sobre un acuerdo de estatus permanente con los palestinos. Una entente así, añade el texto, solo será posible mediante negociaciones directas entre las partes y sin condiciones previas. Por último, el plan deja claro que Israel seguirá oponiéndose al reconocimiento unilateral de un Estado palestino.

La ANP cree que la propuesta planteada por Netanyahu está abocada al “fracaso”, según un comunicado de Nabil Abu Rudeina, portavoz del presidente, Mahmud Abbas. “Si el mundo está verdaderamente interesado en tener seguridad y estabilidad en la región, debe poner fin a la ocupación israelí de tierras palestinas y reconocer un Estado palestino independiente con Jerusalén como su capital”, señaló Abu Rudeina.

Desde los primeros compases de la guerra, cuando se comprobó que Israel había decidido arrasar Gaza, se puso sobre la mesa el interrogante del futuro del enclave palestino a orillas del Mediterráneo. El plan de tres fases se ha estado manejando entre bambalinas desde entonces, con una primera etapa de guerra total, un periodo de transición y, por último, lo que Israel quiere pensar que será la Gaza post-Hamás. Pero el documento presentado el jueves recoge por vez primera detalles directamente diseñados por el primer ministro.

Netanyahu ha puesto sobre la mesa esa estrategia para el día después de la guerra en un momento en el que su papel está muy en entredicho. Este sábado Tel Aviv será de nuevo escenario de manifestaciones en las que el primer ministro tendrá que escuchar, como cada semana, reproches —y palabras más subidas de tono— por parte de las familias de los 134 rehenes que quedan en Gaza, de los que presionan para que adelante elecciones y de los pacifistas que defienden que acabe la guerra y se reconozca el Estado palestino. Por otro lado, la presión interna dentro del Gobierno llega, sobre todo, desde el ala más radical, representada por ministros ultranacionalistas que critican, incluso, que Israel negocie con los islamistas palestinos un acuerdo para devolver a casa a los secuestrados.

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Sobre la firma

Luis de Vega (Enviado Especial)
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear año y medio por Madrid y sus alrededores. Antes trabajó durante 22 años en el diario Abc, de los que ocho fue corresponsal en el norte de África. Ha sido dos veces finalista del Premio Cirilo Rodríguez.
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