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Jeffrey Epstein: la historia de abusos, verdades, mentiras y bulos que internet arropó

La desclasificación de centenares de documentos sobre la red de pederastia del magnate ha generado noticias falsas con listas de nombres como los de Oprah Winfrey o Tom Hanks, que no aparecen en los mismos

Jeffrey Epstein
Jeffrey Epstein, en una comparecencia judicial en West Palm Beach (Florida), el 30 de julio de 2008.Uma Sanghvi (AP)
María Porcel

“Lista de vuelo a la Isla Epstein (Oficial)”. No hace falta navegar en la Internet profunda ni a través de complejos documentos para encontrar, estos días, una ristra de nombres bajo ese título. Basta con echar un vistazo a redes sociales (sobre todo X, la antigua Twitter) para encontrarse con una de esas listas encabezadas así, o de forma similar, que de oficial tienen poco y cuyos nombres son, en su mayoría, completamente inventados. No, ni Oprah Winfrey, ni el papa Juan Pablo II, ni tampoco Tom Hanks, Jimmy Kimmel, Matthew Perry o Mikel Arteta fueron clientes de la red de abusos sexuales a menores de Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell, ni volaron en sus aviones ni bebieron champán en sus mansiones. Y no, no todos los que aparecen citados (ya sea en profundidad o de pasada) en sus cientos de documentos, como Bill Clinton, Donald Trump, Michael Jackson, David Copperfield o Stephen Hawking, hicieron nada ilegal o inmoral. Algunos ni siquiera le conocieron. Pero eso, en unos días donde los bulos han corrido con plena libertad, no ha importado a los eternos mentirosos que pueblan la red.

La historia del millonario pederasta Epstein, que junto a su amante-amiga-novia-madame Maxwell (no está claro qué fueron, ni ella misma lo sabe, como ha confesado) dirigió toda una organización de abusos sexuales a menores, es jugosa para la prensa, da para una serie, si no fuera por la historia de pesadilla que cuenta. Él, un chaval de Brooklyn hecho a sí mismo, brillante, que empezó dos carreras que abandonó, entró en la banca de inversión y gestionó fortunas con valor de más de 15.000 millones de dólares y amasó más de 500 hasta ahorcarse en la cárcel; ella, la niña bien hija de un magnate de la prensa británico (Robert Maxwell, considerado el ciudadano Kane de su época y fallecido en accidente de barco en Canarias en 1991) y condenada a 20 años de cárcel; los dos guapos, simpáticos, discretos y bien conectados. Islas privadas, viajes en helicóptero o en un avión llamado Lolita, fiestas en mansiones... Un escenario que podría parecer de película de amor y lujo, si no fuera por la red de abusos que lleva casi dos décadas siendo investigada, y que estos días está más en boga que nunca gracias a la desclasificación, el pasado 3 de enero, de 40 documentos legales, y el 4 y el 5, de otros 160 más.

Miles de páginas que pocos han leído, pero que tantos se han lanzado a comentar y de las que han surgido unos nombres que no están en ellas, o que si lo están no siempre implican una sospecha contra el citado. Especialmente en Estados Unidos, cuna que mece a los difusores de bulos y a los muchos creyentes que quieren desatar su odio contra casi cualquier personaje público, rápidamente empezaron a revolotear nombres e historias alrededor de los documentos. Pronto se vieron unas imágenes del actor Tom Hanks bailando con una kipá en la cabeza y un talit sobre los hombros con un supuesto rótulo de la CNN donde se afirmaba que se había convertido al judaísmo y había huido a Israel “tras el lanzamiento de la lista de clientes de Epstein”. No hay ninguna lista, para empezar, pero en los documentos, Hanks ni siquiera aparece mencionado. El rótulo es falso, como ha confirmado CNN. Las imágenes son de la boda de un mánager de artistas, Scooter Braun, en 2014. Ahora en Facebook sigue encontrándose el vídeo, pero con un letrero sobreimpreso: “Vídeo alterado. Verificadores de información independientes han indicado que esta información podría resultar engañosa para las personas”.

Ni Oprah Winfrey aparece en los documentos ni ha tomado medidas por aparecer en ellos, como dejan caer en titulares algunos medios dispuestos a lograr clics con esas mentiras. Sí es cierto que la presentadora y productora, en plena campaña de promoción de su película El color púrpura (un remake de la dirigida por Spielberg —que tampoco aparece en los papeles— en 1985), ha cerrado los comentarios de su cuenta de Instagram, con 23 millones de seguidores, parece que para mantenerse ajena a bulos y acusaciones. Tampoco hay ninguna conexión entre ella y Michael Jackson, al que una víctima de la red de Epstein simplemente recuerda en Palm Beach, en la mansión del pederasta, pero con quien no mantuvo relaciones. Tampoco el entrenador de fútbol Mikel Arteta ni el recientemente fallecido actor Matthew Perry aparecen en ninguno de los documentos, ni como pasajeros en los vuelos. Son solo bulos y más bulos.

De Epstein se sabe todo, o casi, desde hace años. Sus abusos, conexiones, fortuna, sus tejemanejes, su cercanía con el poder. También se conocía su vieja amistad con Donald Trump, en los noventa, donde se les veía juntos riendo en fiestas. El propio expresidente dijo hace años que era “un tipo magnífico”. “Te diviertes mucho con él. Incluso se dice que le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, muchas de ellas jóvenes”, dijo. Eran otros tiempos. Hace cinco años, cuando Trump ya era presidente y el magnate fue detenido y entró en prisión (en la que se suicidaría poco después, en agosto de 2019), comentó que se conocían de Palm Beach (Florida), donde ambos tenían residencias y frecuentaban los mismos círculos, aunque estaban lejos de ser amigos: “No soy fan”.

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Pero que ahora Trump esté en los papeles (una víctima, Johanna Sjoberg, cuenta en el documento 12 cómo una vez que no podían aterrizar en Nueva York y se desviaron a la cercana Atlantic City, Epstein dijo: “Genial, llamaremos a Trump e iremos al casino”) no significa que pertenezca al círculo de Epstein ni a su red de abusos. Ocurre igual con Bill Clinton. El expresidente estadounidense aparece en la documentación porque la misma Sjoberg es preguntada por él: ¿Sabe si Bill Clinton era amigo de Jeffrey Epstein?, le preguntan. “Sé que tenía trato con Bill Clinton. No sabía que eran amigos hasta que leí un artículo de Vanity Fair sobre un viaje de ambos a África”, argumenta ella, sin haber tenido relación con el expresidente. “Una vez dijo que a Clinton le gustaban jóvenes, en referencia a las chicas”, es lo más cerca que queda. En 2019, Clinton ya reconoció haber volado entre 2002 y 2003 en el avión privado de Epstein. Ambos exmandatarios ya llevan años mostrando pública distancia de la figura del pederasta.

El difunto científico Stephen Hawking se ha visto expuesto por un correo en el que, entre otras cosas, se escribe mal su nombre. Es el 14º documento de los 40 originales, un mail de Epstein —escrito rápido y cargado de erratas— a Ghislaine Maxwell con unas pocas líneas que dicen: “Se puede ofrecer una recompensa a cualquiera de los amigos, conocidos y familiares de Virginia [Giuffre] para que den un paso adelante y la ayuden a probar que sus acusaciones son falsas. La más fuerte es la cena con Clinton, y la nueva versión de las islas Vírgenes de que stven hawking [sic, por Stephen Hawking] participó en una orgía de menores de edad”. Se han distribuido imágenes por Internet con supuestos fragmentos de los documentos que hablan sobre Hawking, pero están manipulados. No hay más que esa frase, además de imágenes antiguas ya conocidas de 2006 en las que se ve a Hawking en una conferencia en el Caribe, financiada por Epstein, junto a otros científicos.

Johanna Sjoberg y Virginia Giuffre son dos de las principales víctimas de la red, quienes realizan declaraciones más largas y potentes y aportan más nombres. Es Giuffre quien acusa al príncipe Andrés de Inglaterra, el tercer hijo de Isabel II, de abusar de ella cuando era menor; le llevó a juicio, pero llegaron a un acuerdo extrajudicial hace dos años. Su nombre sí está claramente en los documentos, con datos y hechos. Giuffre llega a hablar en su declaración de que hay “otro príncipe”, y también de un “presidente español” cuyo nombre no recuerda, pero del que da datos: “Es español, alto, pelo moreno, tenía acento extranjero. Hombre. Diría que alrededor de 40 años”. El encuentro, cree recordar, tuvo lugar a principios de los 2000 en Nuevo México, en el sur de EE UU, donde Epstein tenía un rancho. Sin embargo, ella habla de Spanish, y ese término en EE UU no significa siempre de España, sino que puede ser hispano o latino.

En las declaraciones hay nombres, direcciones y hasta números de teléfono, a menudo públicos, aunque también hay palabras, frases y hasta páginas completas tachadas en negro, con datos y nombres de personas que permanecen ocultos. Los documentos desclasificados por la jueza Loretta A. Preska darán respuestas, pero no un listado de nombres famosos en situaciones comprometedoras, de abusadores, de amigos de Epstein ni una red clientelar. En 2019 se conocieron 2.000 páginas, y en estos años se han ido lanzando más y más documentos, peticiones judiciales, aburrida documentación legal que, más que filtrar nada jugoso, dan cuenta del largo, pesado y repetitivo proceso por el que han pasado las víctimas hasta tener voz en una lucha que, de momento y con un par de culpables, parece lejos de haber acabado.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.
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