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Nueva York se aprieta el cinturón para enjugar un déficit presupuestario de 7.000 millones de dólares

La atención a los migrantes, con 66.000 alojados en la red de albergues de la ciudad, y servicios públicos como bibliotecas, guarderías y jardines serán los más perjudicados por los recortes

María Antonia Sánchez-Vallejo
Protesta contra los recortes presupuestarios, el 17 de noviembre, frente a la sede del Ayuntamiento de Nueva York
Protesta contra los recortes presupuestarios, el 17 de noviembre, frente a la sede del Ayuntamiento de Nueva York.SARAH YENESEL (EFE)

Mientras el Departamento de Policía de Nueva York, el mayor de EE UU, se gasta 390 millones de dólares en un nuevo sistema de radio codificado, con frecuencias blindadas, el alcalde, Eric Adams, ha anunciado un nuevo recorte presupuestario por la presión financiera derivada de la gestión de la crisis migratoria: la llegada a la ciudad de más de 200.000 extranjeros desde la primavera de 2022, expedidos desde la frontera por gobernadores republicanos para presionar a Washington. El presupuesto más perjudicado, con un recorte del 20%, será precisamente el de inmigración. Pero el ajuste llueve sobre mojado: hace apenas una semana, Adams desveló medidas de ahorro que afectarán a numerosos servicios públicos, como bibliotecas, escuelas y compostaje. Todo ello, tras una primera andanada de recortes anunciada en septiembre, cuando Adams advirtió que la falta de ayuda federal en la crisis migratoria no le dejaba otra opción que blandir la tijera. En total, tres ajustes en poco más de dos meses en la ciudad que, dicen, tiene más multimillonarios domiciliados del mundo.

Sólo tres departamentos (policía, bomberos y saneamiento) se salvan del ajuste. Los demás, desde la dotación de la estupenda red de bibliotecas públicas a un programa de inserción laboral para sin techo y migrantes, se verán cercenados. También Educación, que ha retrasado la ampliación del programa de guardería y preescolar. En su boletín informativo, las tres ramas que componen la Biblioteca Pública de Nueva York, una fabulosa red de locales y servicios -más allá de los préstamos, alberga presentaciones, conferencias y clases de idiomas gratuitas-, anunciaban con pesar la reducción de actividades. “Lamentamos anunciar que, como consecuencia de los recortes presupuestarios, debemos eliminar el servicio de siete días en toda la ciudad, incluido el fin del servicio dominical en la gran mayoría de los lugares que actualmente lo ofrecen”.

La Biblioteca, una de las voces más beligerantes contra la ofensiva ultraconservadora de los libros prohibidos, ya se salvó in extremis en rondas anteriores, incluso en la repesca de septiembre, pero ahora ha tenido que claudicar: “Estos cambios en los servicios son el resultado del recientemente anunciado Plan Financiero anual de noviembre de la ciudad de Nueva York, que incluye recortes en los presupuestos de las bibliotecas públicas, así como en otros organismos municipales”.

Peor suerte aún que las bibliotecas -además de lectores, son refugio de transeúntes y desamparados durante el invierno, con conexión gratuita de wifi y baños públicos- ha corrido el denominado Programa de Oportunidades de Parques, que desde 1994 ha formado y colocado a miles de neoyorquinos en situación vulnerable. El plan de inserción profesional, dependiente del Departamento de Parques y Jardines, ha proporcionado capacitación y empleo a sectores especialmente sensibles, como mujeres víctimas de violencia machista, incluidas muchas migrantes; la plantilla se compone de entre 1.300 y 2.000 personas, según la época del año. El más que aceptable estado en que se encuentran parques y jardines, incluso su oferta de baños públicos, se debe precisamente a estos trabajadores.

Único oasis en la jungla de asfalto que es Nueva York, el departamento de parques de la ciudad, que ha sido objeto de presiones comunitarias y vecinales para que se le destine al menos el 1% de los más de 110.000 millones de dólares de presupuesto municipal, se ve también contra las cuerdas.

Pero los más perjudicados serán miles de migrantes, a los que los recortes empujan prácticamente a dormir al raso. Cuando hace unas semanas el consistorio anunció que alrededor de 1.500 familias migrantes alojadas en hoteles y albergues tendrán 60 días de plazo antes de volver a la calle (podrán volver a solicitar alojamiento, pero reinscribiéndose como si acabaran de llegar), muchos se maliciaron de ulteriores ajustes, confirmados en la carta que la Administración del demócrata Adams dirigió este lunes a las agencias municipales. Reducir los costes diarios de alojamiento y manutención y el número de días que los solicitantes de asilo pasan en los centros de acogida de la ciudad es una prioridad para el consistorio. “La ciudad no puede mantener los gastos de atención a los solicitantes de asilo en los niveles actuales y, al mismo tiempo, prestar servicios a la ciudad y mantenerla segura y limpia”, reza la carta firmada por el responsable de presupuestos, a la que tuvo acceso el portal informativo Gothamist.

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Casi 66.000 inmigrantes viven actualmente en el sistema de albergues de la ciudad, según las últimas cifras del Ayuntamiento. Aunque una ley de los años ochenta obliga teóricamente a la ciudad a proporcionar una cama a quien la necesite, Adams pretende que los migrantes se busquen la vida (ya lo intentó reenviando a centenares a la frontera de Canadá, o a otras localidades del Estado pese a las protestas de estas). Si las familias están sujetas a un límite de 60 días, la estancia de los inmigrantes solos se ha reducido a 30, tras los cuales deberán abandonar el albergue o solicitar una nueva cama, sin garantías. Los intentos de la Administración municipal de revocar la ley de refugio seguro han sido objeto de furibundas críticas de ONG y asociaciones de derechos civiles. “Los recortes presupuestarios acaban costando más dinero”, ha dicho Joshua Goldfein, de la Sociedad de Ayuda Legal, subrayando los retrasos acumulados por la propia Administración a la hora de prestar servicios jurídicos a los migrantes para regularizar su situación. “La ciudad debe prestar un nivel mínimo de atención para cumplir con la ley”.

Los recortes se aplicarían tanto al presupuesto del actual ejercicio fiscal 2024, que expira en septiembre próximo, como al del año siguiente. La administración tiene previsto gastar más de 6.000 millones de dólares en inmigrantes en los próximos dos años.

La ciudad que representa el epítome de la desigualdad se ajusta el cinturón, pero sobre todo por abajo. Llueve sobre mojado: aunque el turismo se ha recuperado hasta niveles récord, y la oficina recaudadora funciona a pleno rendimiento -cualquier compra carga el 4,5% de IVA, que se añade al 4% del Estado; o la tasa fija del 14,75% en una habitación de hotel-, la crisis migratoria se añade a los agujeros financieros que causó la pandemia: de las oficinas que siguen vacías de Manhattan al estado calamitoso del transporte municipal. Un déficit presupuestario sin precedentes, de 7.100 millones de dólares obligará a las distintas agencias a reducir sus gastos en 2025 en otro 5%, pero nadie descarta más austeridad.

Antes del anuncio de los recortes, Adams, muy aficionado a los golpes de efecto, asistía a la presentación de Knightscope K5, el robot autónomo de seguridad de la policía de Nueva York que, con sus 190 kilos de peso, se pasea por la estación de metro de Times Square, el kilómetro cero de la ciudad. El artefacto, con forma de pingüino, no puede subir ni bajar escaleras pero lleva una cámara 360º en la cabeza, que transmite en tiempo real a la central. De momento le acompañan dos colegas humanos en el turno que va de la medianoche a las seis de la mañana, pero en algún momento le dejarán solo. Un par de ojos más rentables -y sobre todo más baratos- que los de un policía de carne y hueso. Ya lo dijo en la presentación del humanoide Adams, en tono de chanza: “Está por debajo del salario mínimo. No hace pausas para ir al baño, ni para comer. Es una buena inversión”.

PD: Adams lo decía completamente en serio. La ciudad alquila el robot a la empresa de seguridad y robótica Knightscope por 9 dólares la hora, lo que, según el alcalde, resulta más rentable que pagar a policías humanos.

Adams, en el ojo del huracán por sus amistades peligrosas

Eric Adams llegó a la alcaldía enarbolando la bandera de la ley y el orden, pero no se imaginaba que pronto debería librar una guerra contra los titulares. La polémica no ha dejado de acompañarle desde que tomó posesión, en enero de 2022. Además de sus polémicos planes para limpiar el metro de Nueva York o ingresar a la fuerza en hospitales a los vagabundos con problemas mentales graves, el expolicía se ha visto, y se ve, en el ojo del huracán por una serie de amistades peligrosas. Su relación con el obispo ostentoso, y rey del bling bling, Lamor Whitehead, detenido por presunta estafa y extorsión, y con dos hermanos italoamericanos dueños de uno de sus restaurantes favoritos, presuntos defraudadores, se suma su papel en un presunto caso de financiación irregular de su campaña, que está siendo investigado por el FBI. Los agentes registraron el domicilio de la jefa de la campaña de Adams, el hilo que enredó el ovillo: donativos de ciudadanos de origen turco, permiso expedito para la apertura del consulado de Turquía en Nueva York pese a la constatación de riesgos estructurales en el edificio… Aunque la investigación no ha terminado, la posibilidad de que Adams recibiera indirectamente dinero de Turquía le pondría en una tesitura muy difícil de cara a la reelección, ya que podría ser acusado de ser un agente extranjero.

Además, los medios locales informaban esta semana del permiso exprés concedido para la apertura de un restaurante de lujo, ubicado en uno de los más señeros rascacielos de la ciudad, el One Vanderbilt, y, qué casualidad, propiedad de generosos donantes de su campaña. Todo presuntamente, claro, menos la contribución económica, constatada, de los empresarios al proyecto político de Adams.

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