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El terremoto agita los cimientos del reinado de Mohamed VI

La concentración de poder en manos del monarca retarda la respuesta oficial para auxiliar a las víctimas del seísmo. Marruecos despliega toda la maquinaria del Estado en el Atlas una semana después de una catástrofe que ha causado casi 3.000 muertos.

El Rey Mohamed VI de Marruecos durante la reunión del gabinete de crisis por el terremoto en Marruecos del sábado en Rabat, en una imagen oficial marroquí.
El Rey Mohamed VI durante la reunión del gabinete de crisis por el terremoto en Marruecos, el 9 de septiembre.
Juan Carlos Sanz

El violento terremoto que devastó el pasado día 8 la región del Alto Atlas, al sur de Marruecos, pasará a los anales de la historia del país magrebí como el más intenso registrado y el segundo más mortífero, con cerca de 3.000 fallecidos, tras el seísmo que se cobró 12.000 vidas en Agadir (costa meridional) en 1960. Su rastro de destrucción se ha cebado con decenas de miles de habitantes de poblaciones y aldeas de la cadena montañosa, que se contaban entre los más desfavorecidos del país y ahora no tienen nada. Pero la sacudida telúrica también ha hecho tambalearse en cierto modo los cimientos del Estado en el vigesimoquinto año de reinado de Mohamed VI.

La ausencia del rey, que se encontraba en viaje privado en su palacete de París, frenó en un primer momento la respuesta de la Administración para auxiliar a las víctimas. La alta concentración de poder en sus manos que le otorga la vigente Constitución de 2011 —aunque delegado en sus consejeros del gabinete real y en ministros de soberanía, que el monarca directamente designa— pudo generar un embudo inicial en la toma de decisiones hasta el retorno del soberano a Rabat, que se produjo en la tarde del día 9.

Menos de 24 horas después del temblor de tierra, EL PAÍS comprobó en las estribaciones del Atlas cómo los vecinos de las poblaciones afectadas se disponían a pasar su segunda noche al raso mientras las caravanas de vehículos privados, en una reacción fulminante de la sociedad civil, acudían a auxiliarles en sus campamentos improvisados con lonas y plásticos. Los bomberos de Marraquech buscaban entre los escombros con escasa esperanza, en unas estructuras de construcciones colapsadas que apenas dejan huecos para sobrevivir. El Ejército, que se movilizó sin aguardar a que el Gobierno se reuniera, despejaba las carreteras cegadas por los derrumbes. En las aldeas más remotas y aisladas nadie acudió a ayudar.

Las instrucciones de la reunión presidida por el rey empezaron a surtir efecto al día siguiente, cuando la ayuda oficial comenzó a fluir, aunque con lentitud, hacia Amizmiz, Mulai Brahim y las principales localidades afectadas. Los escasos equipos de rescate extranjeros autorizados por Rabat a actuar en la zona próxima al epicentro, como el de la Unidad Militar de Emergencia española, ya solo pudieron recuperar cadáveres entre las ruinas.

Cuando Mohamed VI visitó a algunos de los heridos en el terremoto el martes, el cuarto día tras el cataclismo, el despliegue de la maquinaria del Estado marroquí ya había cobrado impulso y las tiendas de campaña familiares sustituían a los precarios entoldados de palos y cuerdas. El empuje de miles de ciudadanos, que con su propio tiempo y dinero ayudaron directamente a los damnificados, impidió que decenas de miles pasaran hambre a pesar de haberlo perdido todo.

Amarga realidad de la reconstrucción

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Marruecos afronta una semana después del seísmo una amarga realidad. La reconstrucción puede conllevar un coste de hasta 9.000 millones de euros, un 8% del Producto Interior Bruto (PIB), según una estimación del portal digital Le Desk sobre datos del Servicio Geológico de Estados Unidos. El coste correrá casi exclusivamente a cargo de las arcas del Estado a través de un fondo extraordinario. El terremoto que sacudió Turquía el pasado febrero y dejó un reguero de 50.000 muertos causó daños estimados en unos 32.000 millones de euros, aunque con una equivalencia del 4% del PIB, según el Banco Mundial.

El jueves, en la segunda sesión de trabajo tras el terremoto presidida por el rey Mohamed VI en Rabat, Marruecos aprobó un programa de ayudas para 50.000 viviendas afectadas en cinco provincias. Oscilarán entre los 80.000 dirhams (7.300 euros) y los 140.000 dirhams (12.800 euros) en función de que los daños hayan sido parciales o totales. Frente a la limitación que se fijó al envío de equipos de rescate extranjeros, en el comunicado del gabinete real Mohamed VI ha dejado claro que su país está abierto a las aportaciones de “países hermanos o amigos” para la reconstrucción.

El otoño acecha en las montañas del Alto Atlas. El Gobierno ha dispuesto además ayudas de 30.000 dirhams (2.700 euros) por familia para el realojamiento de urgencia de la población sin hogar en viviendas provisionales, como casas prefabricadas o barracones para que pueda protegerse del frío y la lluvia.

Marruecos ha ordenado también censar a los niños que han quedado huérfanos tras perder a toda su familia para incluirles en los programas de adopción. Además, se les ofrecerá la protección directa del Estado mediante un estatuto especial. En un esbozo de retorno a la normalidad, está previsto que algunas clases escolares puedan reanudarse provisionalmente el lunes en tiendas de campaña o en internados en la ciudad de Marraquech, según informa la agencia Efe. El Gobierno aseguraba este sábado que, salvo en la provincia de Chichaua, al oeste de Marraquech, la gran mayoría de los afectados se encuentran ya cobijados bajo tiendas de campaña.

Ayuda en clave geopolítica.

Mientras Francia y otros países aguardaban autorización para desplegar equipos de rescate en la zona del terremoto, España envió al área del epicentro del cataclismo un contingente de 56 miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME), de los que 35 formaban parte de Grupo de Búsqueda y Rescate Urbano (USAR, por sus siglas en inglés). Este grupo participó activamente en operaciones de salvamento en aldeas remotas del Atlas a las que aún no habían sido visitadas por los socorristas. Decenas de bomberos y especialistas enviados también por las comunidades autónomas se sumaron al despliegue español.

Rabat también permitió el paso a las unidades de Reino Unido, un estrecho aliado que despachó un equipo de rescatistas en tres helicópteros Chinook procedentes de Gibraltar. La proximidad al lugar de la catástrofe y la especialización fueron criterios esgrimidos por Rabat para justificar la selección de españoles y británicos, que solo han estado oficialmente acompañados en Marruecos por equipos de Emiratos Árabes Unidos y Qatar, más lejanos y menos experimentados que, por ejemplo, los franceses,

Al igual que Francia, Argelia, que rompió relaciones diplomáticas con Marruecos hace dos años, había preparado un dispositivo de emergencia dispuesto para viajar a Marruecos en la noche del martes. Tres grandes aviones de transporte permanecieron estacionados en la base militar de Bufarik, 40 kilómetros al suroeste de Argel, con equipos de rescate de bomberos y sanitarios argelinos, así como toneladas de ayuda humanitaria, a la espera de recibir autorización. La luz verde de Rabat nunca llegó.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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