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El medio minuto que ha hecho temblar a la gerontocracia en Estados Unidos

El lapsus del líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, aviva el debate sobre la edad de Biden y Trump, que los ciudadanos ven como un problema grave

El líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, atendido por sus asistentes tras quedarse en blanco en un acto en Covington (Kentucky) este miércoles.
El líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, atendido por sus asistentes tras quedarse en blanco en un acto en Covington (Kentucky) este miércoles.ABC AFFILIATE WCPO (via REUTERS)
Miguel Jiménez

Mick Jagger tiene 80 años y sigue al frente de los Rolling Stones. Harrison Ford rodó con esa edad la quinta entrega de Indiana Jones; ahora ha cumplido 81. Joe Biden, primer presidente octogenario de Estados Unidos, pretende ser reelegido y prorrogar su mandato hasta que tenga 86. “La vida empieza a los 80″, escribió el año pasado en su red social Donald Trump, que tiene 77 y aspira a superar a Biden como el presidente estadounidense de mayor edad. En la gerontocrática política estadounidense, Biden y Trump no están solos. Podrían ser los hermanos menores de una veintena de senadores y congresistas. Muchos tratan de aguantar mientras el cuerpo aguante… E incluso más allá, como ha puesto de manifiesto esta semana el líder del grupo republicano en el Senado, Mitch McConnell.

McConnell, de 81 años, se quedó en blanco el miércoles en una rueda de prensa en Covington, en el Estado de Kentucky, al que representa, justo cuando le preguntaron si estaba listo para presentarse a la reelección en 2026, lo que extendería su mandato hasta los 90 años. El vídeo del momento es elocuente. Fue medio minuto de tensión que impresiona. McConnell estaba con la mirada perdida, como ido, pese al intento de su asistente de que reaccionara. Además, era la repetición de otro episodio similar del pasado 26 de julio en el Capitolio.

El senador sufrió en marzo una caída en el hotel Waldorf Astoria de Washington que le provocó una conmoción cerebral. Estuvo en torno a un mes de baja. Aunque en otras ocasiones se ha mostrado perfectamente lúcido, en el Partido Republicano ya no solo está en cuestión su reelección, sino si puede seguir siendo el líder de su grupo, por más que sus asistentes hayan atribuido lo ocurrido a un mareo y su médico haya dicho que ya está bien.

La senadora Dianne Feinstein, de 90 años, también tuvo un lapsus reciente en una votación del Senado. Antes, sus largas bajas médicas bloquearon durante semanas en la comisión judicial, a la que pertenece, nombramientos de jueces federales por parte de Biden. Ha anunciado que no se presentará a la reelección el año próximo.

Sin llegar a esos extremos, Biden también ha tenido sus tropiezos. El presidente de Estados Unidos se cuida, hace algo de ejercicio y, con tal de no ingerir alcohol, hasta brinda con Coca-Cola en las cenas de Estado. Sus últimos exámenes médicos detectaron un pequeño carcinoma que le fue extirpado y otros achaques menores, pero concluían que estaba apto para el cargo. En junio, por las marcas en la cara, trascendió que había empezado a usar un aparato para respirar mejor al dormir, una máquina de presión positiva continua en las vías respiratorias, o CPAP, con la que se trata una apnea del sueño que padece desde hace tiempo.

Trump trata en sus mítines de ridiculizar a su rival proyectando vídeos de sus caídas y de sus momentos de confusión y sostiene que tiene deterioro cognitivo. Ese mensaje de que “la vida empieza a los 80” no era en su defensa. “Hay muchas personas de 80 e incluso 90 años que son tan buenas y agudas como siempre. Biden no es una de ellas, pero eso tiene poco que ver con su edad”, decía.

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El magnate de Hollywood Jeffrey Katzenberg, fundador de Dreamworks y fichaje estrella de los demócratas para la campaña de la reelección de Biden, aconsejó al presidente poco antes de presentar su candidatura a la reelección que asumiese su edad como Harrison Ford y Mick Jagger, según reveló The Wall Street Journal.

Quizá eso explique que en las semanas siguientes, el presidente no parase de bromear al respecto. En abril, en un acto en la Casa Blanca, le preguntaron por qué quiso ser presidente: “Bueno, ya sabes, cuando era más joven, hace 120 años…”, dijo provocando risas de los asistentes, poco antes de que le traicionase la memoria y fuese incapaz de recordar a todos sus nietos. Al día siguiente, en un encuentro con militares, volvió a la carga: “Hace unos 65 años, durante el discurso a la primera promoción de la Academia de las Fuerzas Aéreas, el Presidente Eisenhower —yo no estaba allí, no importa lo que diga la prensa—”.

Biden continuó en la cena de corresponsales de la Casa Blanca. “Se podría pensar que no me gusta Rupert Murdoch. Eso no es cierto. ¿Cómo puede no gustarme un tipo que me hace parecer Harry Styles [el cantante británico de 29 años]?”. El magnate de los medios de comunicación tiene 92 años. “Creo en la Primera Enmienda. No solo porque la escribió mi buen amigo Jimmy Madison”, dijo también, en referencia a la enmienda constitucional que consagra la libertad de expresión, escrita en 1791 por James Madison, uno de los padres fundadores de Estados Unidos.

Rechazo ciudadano

Las bromas, sin embargo, no han servido para hacer cambiar de opinión a los ciudadanos. Según una encuesta publicada esta semana por Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research, tres de cada cuatro estadounidenses opinan que el presidente es demasiado mayor para cumplir otro mandato. Y cuando se les pregunta qué palabras les vienen a la mente si piensan en él, predominan “viejo”, “lento”, “torpe” o “somnoliento”, el mote que le puso su antecesor.

Trump no es tampoco ningún jovencito. A veces se le ve torpe al moverse y no se sabe nada de sus exámenes médicos. El 51% de los votantes considera que es demasiado anciano para volver a ser elegido, según esa misma encuesta. En su caso, lo que le viene a la cabeza a los votantes al pensar en él no es “viejo”, sino que predomina “corrupto”, “criminal” o “mentiroso”, pero esa es otra historia.

Marjorie Taylor Greene, congresista y fiel escudera de Trump, fue una de las voces que se alzó contra McConnell: “Debemos abordar los graves problemas de salud por envejecimiento y/o la incompetencia mental de los líderes de nuestra nación. Biden, McConnell, Feinstein, y Fetterman [senador por Pensilvania de 54 años, pero que sufrió un ictus] son ejemplos de personas que no son aptas para el cargo y es hora de ponerse serios al respecto”, tuiteó el mismo miércoles.

McConnell es enemigo declarado de Trump desde que reconoció abiertamente la victoria de Biden en las presidenciales de 2020. Tras su bloqueo del miércoles, fue el presidente el que le llamó para interesarse por su salud, no Trump. Mientras que el presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, es rehén del ala radical del partido, el líder republicano en el Senado ha mantenido unido a su grupo. Fue clave en la primera mitad del mandato de Biden para sacar adelante un buen número de iniciativas con apoyo bipartidista, incluidos los fondos para Ucrania y la ley de infraestructuras. Su caída sería celebrada por el expresidente.

“Los estadounidenses merecemos examinar legítimamente a nuestros candidatos para ver si están a la altura de los enormes retos y responsabilidades”, escribió la profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Utah, Teneille Brown, especialista en ética de la salud, en un ensayo de 2008 en que abría el debate sobre la conveniencia de realizar incluso pruebas genéticas a los candidatos.

La exembajadora en la ONU Nikki Haley, de 51 años, pidió en el acto de lanzamiento de su campaña a las primarias republicanas que se someta a pruebas de capacidad mental obligatorias a los políticos mayores de 75 años, lo que incluiría a Biden y a Trump. “Ahora mismo, el Senado es la residencia de ancianos más privilegiada del país”, ha dicho esta semana en la Fox.

La carta generacional es la que pretendía jugar el gobernador de Florida Ron DeSantis, de 44 años, al entrar en la carrera presidencial. En una entrevista reciente remarcó que cuando él nació, Biden ya era senador. “Antes se servía en plena forma y luego se pasaba el testigo a la siguiente generación, y creo que esta generación no ha estado tan dispuesta a hacerlo. Una de las razones por las que me presento en comparación con Biden, es que necesitamos energía en el Ejecutivo. Necesitamos vigor, vitalidad”, dijo, evitando cuidadosamente citar a Trump. Pero incluso en ese aspecto le ha eclipsado el multimillonario emprendedor Vivek Ramaswamy, de 38 años, la revelación de la campaña.

Los casos de McConnell, Feinstein, Biden y Trump no son tan excepcionales. Nancy Pelosi presidió la Cámara de Representantes hasta los 82 años y solo dio el relevo en su grupo cuando parecía claro que los demócratas iban a perder el mazo de speaker. Ruth Bader Ginsburg, jueza del Tribunal Supremo, donde el cargo es vitalicio, se mantuvo en su puesto 11 años desde ser intervenida de un cáncer de páncreas, hasta morir en 2020 a los 87 años.

Ocho presidentes de Estados Unidos han fallecido en el ejercicio de su cargo, la mitad asesinados y otros cuatro por causas naturales, aunque ninguno de más de 70 años. El mayor de ellos, William Henry Harrison, murió de una neumonía en 1841, solo un mes después de jurar el cargo. El Senado tiene una lista de los 301 senadores que han muerto con las botas puestas, algunos con más de 90 años y tras más de medio siglo en el Capitolio. Entre ellos no está Strom Thurmond, senador por Carolina del Sur, que aguantó en su silla de ruedas, casi sin poder hablar ni oír, hasta retirarse al cumplir los 100 años.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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