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Los líderes de la UE y Latinoamérica logran pactar una condena tibia de la guerra en Ucrania con la oposición de Nicaragua

El régimen de Ortega, cercano a Moscú y con una trayectoria autócrata, impide una declaración unánime sobre la invasión, pero se queda solo

El presidente del Consejo, Charles Michel; el mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, el de Chile, Gabriel Boric, y la ministra de Exteriores de El Salvador, Alexandra Hill Tinoco, en Bruselas, durante la cumbre UE-Celac, este lunes. Foto: JOHANNA GERON (REUTERS) | Vídeo: EPV

Las desavenencias sobre el grado de condena a Rusia por su guerra en Ucrania han visibilizado ciertas grietas entre la UE y los países de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Tras intensas negociaciones de los equipos durante semanas y después de dos días de cumbre para estrechar lazos tras ocho años de parón, los líderes no ha podido alcanzar una posición unánime de rechazo a la invasión a gran escala lanzada por el presidente ruso, Vladímir Putin. Nicaragua, con vínculos con el Kremlin y una trayectoria autócrata de graves ataques a los derechos humanos, bloqueó los intentos de incluir referencias a una condena total y trató de sabotear la declaración. Pero se quedó sola. El resto, un total de 59 países, suscribió este martes una comunicación algo aguada y sin mencionar a Rusia, pero sí la guerra contra Ucrania. “Salimos con sentimiento del deber cumplido”, ha dicho el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.

La guerra de Rusia contra Ucrania no era el tema principal de una cumbre pensada para revitalizar lazos políticos y comerciales entre los dos continentes, pero ha acabado convirtiéndose en un elemento clave. Ha hecho evidente que la UE y América Latina se encuentran en dos puntos distintos en cuanto a la invasión, su solución y sus efectos. También ha mostrado que Nicaragua está cada vez más aislada. Justo antes de la cita de Bruselas, víctimas del régimen de Daniel Ortega instaron a los líderes latinoamericanos y europeos a unirse para elevar la presión sobre Managua.

“Nos preocupa la guerra en Ucrania. Los países de Latinoamérica hemos resaltado que queremos colaborar a que se alcance la paz”, ha dicho el presidente de Argentina, Alberto Fernández, en una rueda de prensa de final de la cumbre junto a su homólogo de San Vicente y Granadinas, Ralph Gosalves, que ejerce la presidencia temporal de la Celac, Charles Michel y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, que ostenta la presidencia semestral del Consejo de la UE, se ausentó de la conferencia para asistir a un mitin electoral, a solo seis días para las elecciones generales.

Para la Celac, un grupo muy diverso de 33 países que no tiene estructura organizativa, rubricar una declaración final no era algo esencial. Pero para la UE, sí. Y así lo resaltaron durante el plenario este martes los líderes de las instituciones comunitarias y también el presidente español. Al final, se salvó la situación construyendo una declaración de consenso sin Nicaragua. Cuba y Venezuela, cercanas a Moscú, sí suscribieron el texto y, de hecho, la sorpresiva intervención de la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, que abogó por pactar un documento, fue importante, según una alta fuente comunitaria.

“Expresamos nuestra profunda preocupación por la guerra en curso contra Ucrania, que continúa causando un inmenso sufrimiento humano”, dice la declaración, “y está exacerbando las fragilidades existentes en la economía mundial, restringiendo el crecimiento, aumentando la inflación, interrumpiendo las cadenas de suministro, aumentando la inseguridad energética y alimentaria y elevando los riesgos para la estabilidad financiera”, sigue el texto, que remarca el apoyo a “la necesidad de una paz justa y sostenible”.

Los Veintisiete —que en parte habían querido acercar el continente americano al apoyo a Ucrania— rebajaron así su lenguaje habitual. Algo que tampoco satisface a todos los europeos. “No se dejen seducir por la propaganda de Rusia”, reclamó el presidente de Lituania, Gitanas Nauseda, en sus redes sociales tras intervenir en la reunión. “Rusia no es la víctima, sino el agresor. Ucrania está defendiendo su derecho a la libertad, pero también el orden internacional basado en reglas”, añadió. “Nuestros socios son lúcidos y realistas sobre la naturaleza de esta guerra y sobre sus consecuencias, agroalimentarias o más allá”, ha dicho el presidente francés, Emmanuel Macron, que ha reconocido que la declaración no llega tan lejos como de costumbre.

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La mayoría de los países de la Celac respaldó la resolución de la ONU que, en los primeros compases de la guerra, exigía el “cese de hostilidades” en Ucrania. Nicaragua votó entonces en contra, mientras Bolivia, Cuba y El Salvador se abstuvieron. Sin embargo, lograr el rechazo total a la invasión, que está teniendo repercusiones globales, y la mención a Rusia ha sido imposible. Además, la falta de estructura de la Celac ha lastrado y ralentizado las negociaciones, según fuentes comunitarias. Sí han hallado un lenguaje común en el que se destaca el “sufrimiento incalculable” que el comercio de esclavos en Europa infligió a millones de personas. Tras días de debates, la declaración apuntó también a la necesidad de reparaciones por ese “crimen contra la humanidad”.

Relaciones económicas y comerciales

Había otros puntos de fricción sobre la mesa. Sobre todo para Brasil, que quería más claridad y compromiso sobre la financiación de las medidas contra la crisis climática e incluir referencias contra el extractivismo de materias primas. Lula afirma que mantiene una posición neutral sobre Ucrania y el lunes, en el foro empresarial paralelo a la cumbre, criticó los efectos de la industria de defensa en la crisis climática. “La guerra en el corazón de Europa arroja un manto de incertidumbre sobre el mundo y canaliza recursos que eran esenciales para la economía y los programas sociales con fines bélicos”, dijo. “La carrera por las armas hace que abordar el cambio climático sea aún más difícil”, añadió.

También ha estado presente el acuerdo comercial entre la UE y Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay), un pacto que se alcanzó en 2019 y todavía no se ha ratificado. Desde hace meses, ambas partes están tratando de añadir detalles al texto alcanzado hace cuatro años y que afectaría a 780 millones de consumidores. El encuentro ha servido para que se clarifiquen posiciones, pero todavía faltan meses de negociación.

Los líderes han acordado mantener cumbres cada dos años —la próxima cita será previsiblemente en Colombia, en 2025, como adelantó EL PAÍS— y toda una hoja de ruta de actos y reuniones. La cumbre ha sido el centro de conversaciones sobre comercio, en las que líderes latinoamericanos como Fernández y Lula da Silva han advertido a la UE de que no aceptarán políticas extractivistas, sino justas y basadas en el valor añadido en un continente rico en materias primas en un momento en el que Europa busca nuevos socios fiables y no perder terreno frente a China.

La Comisión Europea ha prometido una inversión de 45.000 millones de euros en la región, a través de dinero europeo, de algunos Estados miembros, bancos de inversión y entidades privadas con su herramienta Global Gateway. Además, presentó todo un menú de 130 proyectos para invertir en la región e incentivar así la participación europea. “Ha sido una cumbre excelente que se ha sentido como un nuevo comienzo para viejos amigos. Nos necesitamos mutuamente. En tiempos de grandes cambios geopolíticos, necesitamos acercarnos”, ha asegurado Von der Leyen. “No se trata solo de cuánto invertimos, sino de cómo invertimos. Queremos que nuestra inversión llegue con los mayores estándares ambientales, con transparencia, con tecnología y conocimiento compartido y con formación para la fuerza de trabajo”.

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