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Los líderes de América Latina reclaman a la UE una relación comercial más justa

Nicaragua, que rechaza las menciones a una dura condena a Rusia por la guerra en Ucrania, amenaza con bloquear la declaración final de la cumbre

La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, el del Consejo, Charles Michel, el presidente español, Pedro Sánchez, el de Argentina, Alberto Fernández, el primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, el de Finlandia, Petteri Orpo, el canciller de Alemania, Olaf Scholz, y el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, este lunes en Bruselas. Foto: JOHANNA GERON (REUTERS) | Vídeo: EPV

América Latina no quiere ser solo una mina que produce materias primas para el resto del mundo o su reserva natural. Tampoco para la Unión Europea. Los líderes de la región han dejado muy clara su intención de estrechar lazos entre los dos continentes y destacado los “valores comunes” de ambas zonas en la cumbre de la UE y Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que ha comenzado este lunes en Bruselas. Pero también han reclamado una relación justa. “Necesitamos una asociación que ponga fin a la división internacional de trabajo que condena a América Latina y al Caribe a suministrar materias primas y mano de obra mal pagada y discriminada”, ha lanzado este lunes Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de Brasil, el país de mayores dimensiones presente en el encuentro y el mayor referente político en la zona.

La intención de estrechar lazos y revitalizar relaciones tras ocho años casi de parálisis ha centrado el primero de los dos días de cumbre, con una participación mayoritaria de líderes de la UE (25 de 27) y de la Celac (23 de 33). Sin embargo, ese movimiento se puede ver ralentizado debido a las divergencias sobre el grado de condena a Rusia por la invasión a gran escala de Ucrania, fundamentalmente por el bloqueo de Nicaragua a cualquier mención de la declaración de la ONU que condena con la mayor dureza a Rusia y exige su retirada total de Ucrania. También la diversidad y la falta de estructura de la Celac complican el consenso. El riesgo es que la cumbre termine sin declaración final. La guerra lanzada hace más de 500 días por Moscú no era un asunto propio de la reunión, pero la está sobrevolando.

La UE es la principal fuente de inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe, según datos de las instituciones comunitarias. Y supera lo que las empresas europeas han estado invirtiendo en China, la India, Japón y Rusia en su conjunto. Pero pierde espacio. Ahora, Europa vuelve sus ojos a la región después de años de casi indiferencia, con una guerra en el continente europeo con efectos globales que ha demostrado a muchos de los Veintisiete —no solo a España y Portugal, con vínculos tradicionales en la región— la importancia de América Latina y el Caribe.

Pero la Unión tiene que mostrar sus cartas y jugarlas bien. Principalmente, al explicar por qué sus inversiones y proyectos aportan valor añadido en un continente rico en recursos naturales —acoge el llamado triángulo de litio, Argentina, Bolivia y Chile, considerado por muchos el nuevo El Dorado— que tiene otros muchos Estados que aspiran a estrechar la relación. “Una asociación exige que todas las partes se beneficien; si eso no se cumple, no es una asociación”, ha advertido el presidente argentino, Alberto Fernández, en su intervención en el plenario de la cumbre, la séptima de este tipo desde 1999.

Se trata de una cumbre muy política. La ventana de oportunidad, con la presidencia española del Consejo de la UE y el compromiso personal del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, era ahora. “Llevamos más de un año trabajando en esta cumbre”, admitió Sánchez, que se ha ausentado de la cena de gala para asistir a un mitin en Huesca, aunque volverá rápidamente a Bruselas para las sesiones del martes. El comercio, las inversiones o el estrechamiento de las relaciones diplomáticas, con la propuesta de la UE de crear un órgano de representación con la región que haga más fáciles los contactos con una organización que apenas tiene estructuras, constituyen los principales objetivos. La idea es que la próxima cumbre sea en 2025 en Colombia.

Acuerdos bilaterales

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Durante esta primera sesión, la UE ha firmado acuerdos bilaterales con Argentina (cooperación energética), Honduras (para profundizar relaciones bilaterales) o Ecuador (diálogo político y cooperación). El presidente de Chile, Gabriel Boric, ha aprovechado la visita a Bruselas para reunirse bilateralmente con los mandatarios de Austria, Finlandia o Dinamarca. En sus declaraciones públicas, el dirigente chileno también ha mantenido la línea de Fernández y Lula al pedir que se impulse “un mayor nivel de acuerdo en todas las dimensiones, no solo comercial y económica, sino también política y social”.

Desde Europa, el tono era diferente. Son conscientes del vacío que han dejado en los últimos ocho años en la región y del ascenso de China. El alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, ha admitido explícitamente que la UE “no ha prestado suficiente atención a Latinoamérica”. Un poco más metafórica ha sido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Este es un nuevo comienzo de una vieja amistad”. Por su parte, Pedro Sánchez, ha buscado que esa “ausencia” no se repita al proponer que de esta cumbre se salga con “mecanismos de consulta”. “No tiene sentido lo que ha pasado en estos ocho años”, ha subrayado.

Pero si algo ha sobrevolado los discursos oficiales ha sido la falta de ratificación de Mercosur y las exigencias medioambientales europeas para cerrar definitivamente un acuerdo cuyo compromiso político se alcanzó ya en 2019. “Queremos una relación comercial justa”, ha advertido Lula. “La defensa de los valores ambientales no puede ser una disculpa para el proteccionismo”, ha continuado en clara referencia a Francia o Austria, dos de los países con más condiciones para suscribir el pacto. Lo mismo que ha apuntado Fernández: “Somos proveedores de oxígeno. Acreedores ambientales”.

“Hemos sido arrogantes como europeos”, admitió el primer ministro holandés, Mark Rutte, que remarcó que la UE reclamó ayuda para aislar a Rusia, pero que no respondió en la misma medida a las preocupaciones de sus socios de América Latina.

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