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La futura incorporación de Suecia refuerza la OTAN: submarinos sofisticados y un mayor control del Báltico y el Ártico

La isla de Gotland se convertirá en uno de los bastiones de la Alianza y la poderosa industria militar sueca reforzará el desarrollo de aviones, tanques o sistemas de defensa antiaérea

El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, este martes en la cumbre de la OTAN en Vilnius (Lituania). Foto: KACPER PEMPEL (REUTERS) | Vídeo: EPV
Carlos Torralba

Tras dos siglos de neutralidad militar, y más de un año plagado de inesperados obstáculos para formalizar su adhesión, Suecia está más cerca que nunca de convertirse en el miembro 32º de la OTAN. El compromiso del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, de levantar el bloqueo al ingreso del país escandinavo allana finalmente el camino para completar a corto plazo la transformación del marco de seguridad del norte de Europa derivada de la invasión rusa de Ucrania. La Alianza Atlántica ganará profundidad estratégica con la integración del nuevo socio, al reforzar notablemente sus capacidades en el Ártico y, sobre todo, en el mar Báltico, donde la isla de Gotland y la potente flota de submarinos de la Armada sueca —un activo estratégico de valor incalculable— suponen una garantía para la defensa de Polonia y los países bálticos.

Suecia no es una gran potencia militar. Estocolmo adoptó una política de neutralidad cuando finalizaron las guerras napoleónicas, en el siglo XIX. Tras la conclusión de la Guerra Fría, el país nórdico emprendió un proceso de desmilitarización en el que de manera progresiva se redujo drásticamente el gasto militar y se disolvieron regimientos por todo el territorio. En 2005 abandonaron Gotland los últimos soldados suecos; la isla, considerada “un portaviones imposible de hundir” por múltiples analistas, había dejado de ser una prioridad estratégica para Estocolmo ante la aparente desaparición de la amenaza rusa. Algunos países bañados por el Báltico imploraron a Suecia que no desmilitarizara Gotland, ante el riesgo que implicaba una potencial ocupación de la isla en una ofensiva relámpago lanzada por las tropas del Kremlin.

Todo volvió a cambiar en 2014, tras la anexión rusa de la península ucrania de Crimea y el inicio de los combates en la región de Donbás. En los años siguientes, Suecia restableció el servicio militar obligatorio para hombres y mujeres, reinstauró el regimiento de Gotland e instaló un sistema de defensa antiaérea en la isla —de una extensión similar a Mallorca o Rodas—, además de enviar vehículos de combate de infantería y tanques Leopard 2. En enero de 2022, cuando más de 100.000 militares rusos aguardaban órdenes en la frontera de Ucrania, casi un millar de soldados suecos se desplazaron a Gotland para reforzar la seguridad del territorio estratégico, y poco después el Gobierno anunció la inversión de 1.600 millones de coronas suecas (unos 140 millones de euros) para ampliar las infraestructuras militares en la isla.

Con la futura entrada de Suecia en la OTAN, Gotland se convertirá en uno de los bastiones de la Alianza. En 2017, durante una visita, Ben Hodges, entonces comandante del ejército de Estados Unidos en Europa, aseguró que “no existe una isla en el mundo con mayor importancia estratégica”. Gotland dista menos de 300 kilómetros de Kaliningrado, un enclave ruso situado entre Polonia y Lituania que alberga la Flota Rusa del Báltico. Las aguas de este mar son navegables todo el año y más de 1.500 buques utilizan a diario esta vía marítima. “Quien controla Gotland, puede dominar el espacio aéreo y marítimo del sur del Báltico”, declaraba hace poco más de un año Magnus Frykvall, la máxima autoridad del ejército sueco en la isla.

La incorporación de Gotland al territorio de la Alianza Atlántica también supondrá un evidente refuerzo para la defensa de Polonia y, especialmente, Lituania, Letonia y Estonia, los aliados más vulnerables ante un posible ataque de Rusia. La integración de Suecia en el bloque militar convertirá el Báltico prácticamente en un mar interior de la OTAN, a diferencia de lo que ocurría durante la Guerra Fría, cuando gran parte de sus costas estaban en manos comunistas (Unión Soviética, Alemania Oriental y Polonia) o neutrales (Suecia y Finlandia).

En Bruselas, sede de la OTAN, no solo se celebra la futura incorporación de Gotland. Suecia cuenta con otro activo muy preciado: su flota de submarinos convencionales de clase mundial. El Báltico —llamado a veces “una pradera inundada”— es un mar con muy poca profundidad (57 metros de media) en el que no pueden operar los navíos de propulsión nuclear que componen gran parte de la flota submarina de Rusia y Estados Unidos.

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Suecia lleva operando submarinos en el Báltico desde 1904, ningún otro país de la región ha sido tan activo bajo las aguas. Los submarinos de la Armada sueca pueden permanecer sumergidos durante semanas. La mayoría de los navíos subacuáticos convencionales —no nucleares— funcionan con baterías y necesitan volver a la superficie al cabo de un par de días para que sus motores diésel puedan seguir funcionando. Pero los submarinos suecos tienen oxígeno líquido almacenado en tanques a bordo que permiten recargar las baterías sin necesidad de emerger a la superficie. Suecia tiene tres submarinos avanzados de la clase Gotland y un modelo más antiguo que se retirará cuando se entreguen dos buques de nuevo diseño, antes de 2028.

El submarino sueco 'HMS Gotland', a finales de mayo en la base naval de Karlskrona.
El submarino sueco 'HMS Gotland', a finales de mayo en la base naval de Karlskrona.TOM LITTLE (REUTERS)

Un nuevo flanco de la Alianza

Además de en el Báltico, la futura incorporación de Suecia —y la reciente de Finlandia— configuran un nuevo flanco de la Alianza en el Ártico, que se suma a los del este y el sur, los únicos que tuvo durante décadas. La incorporación de los dos países nórdicos constituye un reto para la OTAN en un periodo en el que Moscú ha emprendido un ambicioso refuerzo de su proyección ártica.

Tras su adhesión, Suecia se convertirá en el sexto miembro de la OTAN con mayor superficie. Un país de poco más de 10 millones de habitantes que cuenta con unos 25.000 soldados profesionales y 35.000 reservistas, además de una poderosa industria militar que desarrolla sofisticados aviones de combate, tanques o sistemas de defensa antiaérea.

Tras el compromiso de desbloquear la adhesión de Suecia que Erdogan asumió el lunes en Vilnius (Lituania), Estocolmo confía en que el Parlamento turco dé luz verde cuanto antes al ingreso del país escandinavo en la Alianza. Ankara no ha definido todavía los plazos para la aprobación en la Asamblea Nacional, aunque la mayoría de medios suecos especulan con la posibilidad de que ocurra en septiembre. Además de Turquía, Hungría también mantiene bloqueada la integración de Suecia desde hace más de 10 meses, cuando el Parlamento eslovaco fue el último en respaldar la entrada del nuevo miembro. El ministro de Exteriores húngaro, Péter Szijjártó, declaró el martes que la aprobación de Budapest es “una mera cuestión técnica” que no retrasará la incorporación sueca a la Alianza.

La aprobación en los parlamentos de Ankara y Budapest marcará el final definitivo de más de dos siglos de neutralidad militar sueca —o de “no alineamiento”, el término empleado por Estocolmo desde su ingreso en la UE, en 1995. Y completará un proceso de integración en la organización euroatlántica que Suecia y Finlandia iniciaron conjuntamente en abril del año pasado y cuyos caminos se distanciaron tras la ratificación de Ankara y Budapest al ingreso de Helsinki, el pasado marzo.

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Sobre la firma

Carlos Torralba
Es redactor de la sección de Internacional desde 2016. Se ocupa de la cobertura de los países nórdicos y bálticos y también escribe sobre asuntos de defensa. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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