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Tres muertes, un refugio cerrado y un barrio conmocionado en otra noche de terror en Kiev

Un bombardeo ruso en la capital ucrania provoca la muerte de dos mujeres y una menor que intentaban acceder al sótano de una clínica. La Fiscalía investiga por qué estaba cerrado

Una mujer llora cerca del cadáver de su hija, muerta en el ataque ruso contra Kiev de este jueves.Foto: VALENTYN OGIRENKO (REUTERS) | Vídeo: EPV
Cristian Segura

Desde cada fachada se oye el repiqueteo de martillos. Los vecinos de la calle Jurchatova de Kiev están aislando las ventanas rotas por la explosión con plásticos que distribuye el Ayuntamiento. El estallido lo causó un misil balístico ruso interceptado por un misil antiaéreo ucranio en la madrugada de este jueves. Cristales rotos en cada esquina y cientos de vecinos conmocionados. Dos mujeres y una niña de nueve años fallecieron al caerles encima los restos de los cohetes mientras intentaban acceder a un refugio que estaba cerrado. La Fiscalía investiga lo sucedido.

“Fue una noche más de terror, pero esta vez sonó mucho más fuerte, como si el cielo se hundiera”, explica entre lágrimas Valeria Ligotska, vecina de este barrio del distrito de Desnianskii, en la orilla izquierda del río Dniéper. Ligotska tiene 27 años y es madre de un niño de dos. Los restos de los misiles se precipitaron sobre la clínica a la que lleva a su hijo para las revisiones del pediatra. A 50 metros está el parvulario al que va el niño. En su edificio no hay refugio antiaéreo, cuenta, y todo el mes de mayo han pasado las noches bajo la cama. Rusia ha atacado 18 veces la capital ucrania en el último mes, con un número récord de drones bomba y misiles balísticos, como el Iskander que mató a sus dos vecinas y a la niña de nueve años.

Los ucranios se habían acostumbrado a la amenaza rusa. En los últimos meses, ya casi no había ciudadanos que corran a un refugio subterráneo cuando suenan las alarmas antiaéreas. Desde este año, además, en Kiev, las defensas antiaéreas han creado un sistema tan efectivo que un 90% de los drones y de los misiles son abatidos. Pero las cosas han cambiado este mayo, dice Ligotska: “Hemos pasado de que casi nadie busque refugio a un 50% de la gente corriendo a uno”.

Los ucranios están aprendiendo a identificar qué armas utiliza Rusia para bombardear sus poblaciones solo con el tiempo que pasa entre que suenan las alarmas y empiezan las explosiones. Rusia está utilizando por primera vez contra Kiev misiles balísticos como los Iskander, e hipersónicos, como los Kinzhal. “Las sirenas sonaron y tres minutos después, la explosión me sacó de la cama”, recuerda Vadim Onishenko, residente del edificio frente a la clínica. “Vi los cristales y los marcos de las ventanas rotos, me corté con los cristales, agarré a mi gato y me acurruqué en el pasillo, entre dos paredes”, explica Onishenko. En su edificio no hay sótano para guarecerse.

Lo mismo sucedió con las tres personas fallecidas: en su bloque, contiguo al de Vadim, tampoco hay un refugio y cruzaron el parque que separaba su casa de la clínica para tomar refugio allí. La entrada estaba cerrada, según explicó a los periodistas el marido de unas de las víctimas. Mientras buscaban una manera de entrar, los misiles cayeron sobre ellas. La Fiscalía ucrania investiga los motivos por los que el único refugio del barrio estaba cerrado. Los vecinos consultados creen que al guardia de seguridad del hospital no le dio tiempo a abrir el lugar: desde que se activaron las sirenas hasta la llegada de los Iskander, solo pasaron unos pocos minutos.

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“El hombre quizá estaba dormido y no estuvo lo suficientemente atento”, añade Onishenko. “La explosión fue cuatro minutos después de la alarma, es una clínica que no está abierta de noche, no tuvieron tiempo de llegar”, afirma Nina Povadenova, vecina del barrio y profesora en una escuela de música local. Un portavoz de la fiscal de Kiev pidió expresamente a los medios y a las autoridades que no extrajeran conclusiones precipitadamente sobre posibles responsabilidades.

Povadenova confirma que los sótanos de la clínica son el único espacio que puede servir como refugio en su zona. Ella no ha pasado ni una sola hora en ese refugio en lo que va de guerra, prefiere la comodidad de su casa. Su amiga y compañera en la escuela de música, Natalia Laptiva, tampoco: “Me quedo en casa y desde la ventana veo cómo cruzan los misiles antiaéreos, cada día explosiones, cada día más repetidas”.

Onishenko subraya que los sótanos de la clínica son un sitio insalubre y sin ventilación. Solo pasó una noche en él, a principios de la invasión, en marzo de 2022, cuando Kiev estuvo asediada por las tropas rusas. “En nuestros edificios tampoco hay sótanos, el Ayuntamiento debería construir espacios seguros”, afirma. La muerte de las tres vecinas del distrito de Desnianskii ha abierto un debate en Kiev sobre la falta de refugios en condiciones y accesibles en un corto tiempo. No todos los edificios tienen garajes o sótanos, y en el espacio público, son sobre todo las estaciones de metro los principales puntos en los que todavía se resguardan (sobre todo de día) los ciudadanos que quieren protegerse.

Para Ligotska no hay opción que seguir protegiéndose bajo la cama con su marido y bebé. La clínica está demasiado lejos de su apartamento —a un kilómetro—. Preguntada por si se desplazaría a un búnker o a un sótano que habilitara la administración municipal cerca de su hogar, admite que probablemente sí, aunque tiene dudas: “Tampoco solucionaría el hecho de que estas semanas no podemos descansar prácticamente ni una noche, y el niño, sea en el piso o en un sótano, está aterrorizado”.

Múltiples ciudadanos se acercaron durante el día a depositar flores frente al lugar en el que fallecieron las dos mujeres y la niña. Ligotska también trajo su ofrenda, y repetía a los medios internacionales que la querían entrevistar lo mismo que dijo este jueves su presidente, Volodímir Zelenski, en la cumbre europea de Moldavia: que los aliados de Ucrania aporten más sistemas de defensa aérea. “Nosotros queremos construir nuestra vida, estar en paz, y Rusia no nos deja, necesitamos la ayuda de nuestros amigos”.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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