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¿Cómo pudo un simple recluta acceder a tantos secretos militares del Pentágono?

El Departamento de Defensa revisa las listas de personas con acceso a información sensible tras la filtración atribuida al joven militar Jack Teixeira

Un dibujo de la comparecencia del recluta Jack Teixeira ante un juez este viernes en Boston.Foto: MARGARET SMALL (REUTERS)
Macarena Vidal Liy

¿Cómo es posible que un recluta de 21 años tuviera acceso a una información militar tan secreta que estaba reservada, en teoría, solo a los más altos mandos? ¿Y cómo es posible que pudiera copiar y distribuir esos documentos durante meses sin que el Pentágono se diera cuenta? Son algunas de las preguntas que ha suscitado la detención de Jack Teixeira, el joven miembro de la Guardia Nacional sospechoso de la mayor —y más embarazosa— filtración de secretos oficiales en EE UU desde la de WikiLeaks en 2010. Para responderlas, hay que remontarse a los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Teixeira ingresó inmediatamente, tras terminar su educación secundaria, hace tres años, en la Guardia Nacional, un cuerpo militar auxiliar cuya misión principal es defender el territorio estadounidense en caso de guerra. Tras una investigación de las autoridades sobre sus antecedentes, obligatoria para el ingreso en los trabajos relacionados con la seguridad nacional, recibió una autorización de acceso a información clasificada de alto nivel. Su asignación a una unidad de inteligencia, en la que debía encargarse de que las comunicaciones informáticas fluyeran como es debido, le dio acceso a áreas de acceso restringido.

Como él, hay otras miles, o decenas de miles, de personas en todo Estados Unidos con autorización para recibir información clasificada, en diversos niveles de secreto. Militares, contratistas de Defensa, expertos en seguridad, diplomáticos e incluso algunos analistas de centros de investigación. El permiso de acceso a ese tipo de información clasificada abre la puerta a documentación del Pentágono, análisis de los servicios de inteligencia, mapas y páginas web restringidas.

Teixeira, según los documentos presentados por la acusación en la vista preliminar celebrada este viernes en Boston, tenía acceso a información muy variada, tanto por su grado de confidencialidad como por su temática. La mayor parte de lo que el militar ha filtrado se refiere a la guerra en Ucrania, pero también a otras zonas del mundo, según el FBI.

La edad, en sí, no es relevante, según el Departamento de Defensa, cuyo portavoz, Pat Ryder, recordaba el jueves las enormes responsabilidades que el Pentágono coloca sobre militares muy jóvenes a la hora de dirigir a las tropas en combate. Más relevante es el tipo de tarea que Teixeira tenía asignado. Y parece claro que en sus funciones no tenía por qué conocer la distribución territorial de las tropas ucranias ni el equipamiento del globo chino que sobrevoló Estados Unidos a comienzos de año, todos ellos datos que compartió con sus amigos en un canal privado de la red social Discord, según han contado estos.

“No hay ninguna razón para que (Teixeira) tuviera acceso a esa información, únicamente que es un sistema que concede demasiado acceso”, ha tuiteado Juliette Kayyem, antigua secretaria adjunta de Seguridad Nacional que supervisó las unidades de la Guardia Nacional en Massachusetts.

Agentes del FBI arrestan a Jack Teixeira, en North Dighton (EE UU).
Agentes del FBI arrestan a Jack Teixeira, en North Dighton (EE UU).WCVB-TV (via REUTERS)

Es una situación que tiene su origen en los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono del 11 de septiembre de 2001, según explican representantes de los servicios de inteligencia. Entonces, las agencias de espionaje pecaban de lo contrario: de un sistema demasiado compartimentado, en el que lo que tenía un departamento no se compartía con el de al lado. Esa falta de coordinación impidió que unos y otros ataran cabos sobre los planes que tramaba la red extremista islámica Al Qaeda, que pudo secuestrar cuatro aviones de pasajeros y estrellarlos, en unos ataques que costaron la vida a más de 3.000 personas.

La comisión que investigó los atentados de 2001 criticó duramente aquella mentalidad del “solo para quien tenga que saberlo”. “Esa posición asume que es posible saber por adelantado quién necesitará hacer uso de esa información. Ese sistema asume implícitamente que el riesgo de una divulgación de datos sin querer es más importante que los beneficios de compartirlos de modo más amplio”, indica el informe que publicó en 2004.

Si el péndulo cambió entonces para facilitar la divulgación de información y que los encargados de la seguridad nacional pudieran tener la mayor cantidad de datos posibles a la hora de tomar decisiones, puede volver a variar ahora en la dirección contraria, para restringir de nuevo el acceso. El Pentágono está llevando a cabo una revisión y actualización de sus listas de distribución de documentos clasificados para reducir el número de personas con permiso para obtener datos sensibles.

“Seguimos trabajando día y noche, junto con la comunidad de inteligencia y otros departamentos, para tratar de entender mejor el alcance, dimensión y el impacto de estas filtraciones”, ha declarado Ryder. El portavoz también ha precisado que seguirán haciendo todo lo que sea posible “para garantizar que la gente que tiene que recibir este tipo de información mantiene su acceso a ella”

El Pentágono también ha subrayado que esta filtración no fue un mero accidente o algo involuntario. “Fue un acto delictivo deliberado”, ha subrayado Ryder. “Una violación de las normas”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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